Valentino Rossi va camino de cumplir 39 años. Han pasado más de dos décadas desde que, como adolescente, se presentó en el mundial de 125cc. A sus espaldas, 22 temporadas como piloto mundialista. 22 temporadas que son historia viva del motociclismo, para muchas personas, la historia más grande jamás contada dentro de las dos ruedas.
Sin embargo, Rossi siempre se ha caracterizado por mirar hacia adelante. Y no le gusta lo que ve delante. Porque lo que ve delante es su vida fuera del asfalto (que no fuera de MotoGP). Hace poco expresó sus dudas sobre su posible continuidad más allá de 2018, donde volverá a la carga buscando el décimo.
Lo que sí sabe es que, aunque finalmente se vea con fuerzas para seguir más allá de la próxima temporada, el adiós a MotoGP como piloto en activo está cada vez más cerca. Y tiene miedo. Lo ha confesado él mismo: “Tengo miedo de dejarlo. Me aterra, porque un día será difícil encontrar algo más”, confiesa en unas palabras publicadas por el Daily Star.
Es el miedo de una persona que lleva toda su vida dedicado a su pasión. Una persona que no ha tenido que sufrir trabajando, porque su trabajo siempre ha sido su hobby. Y que ahora se enfrenta al duro panorama de la jubilación. “Mi vida es sobre MotoGP”, confirma. “La Academy está bien, pero no es lo mismo”, explica en relación a la VR46 Riders Academy, la escuela en la que se divierte con algunos de sus compatriotas, a los que transmite sus enseñanzas.
“Siempre veo las carreras de Moto3 y Moto2 con los chicos de mi Academy”, comenta. “A veces me hace sentir cansado, pero después me toca competir a mí”, explica el piloto italiano, que hace años que está preparando su futuro.
Recuerda que la Academy comenzó con Marco Simoncelli; y que después llegarían Franco Morbidelli, su hermano Luca Marini y Andrea Migno. “Y después, el equipo”, comenta en referencia al Sky Racing Team VR46, con presencia en Moto3 y Moto2… y con una más que posible futura presencia en MotoGP.
Seguramente ese sea su destino, como ya lo fuera para otros mitos como Giacomo Agostini, Kenny Roberts, Ángel Nieto o Wayne Rainey. “Realmente sería interesante empezar un equipo de MotoGP. Pero es un mundo totalmente diferente. Para eso necesitas un constructor”, conviene, si bien poca gente duda de que ese constructor será Yamaha.
Con todo, y por más que tenga el futuro perfectamente preparado, con talentos prometedores bajo su cobijo y con ilusionantes perspectivas de un proyecto como director de equipo en MotoGP, Rossi sabe que su vida no volverá a ser la misma cuando cambie la ansiedad del semáforo por la de la tettoia.
Rossi acaba de terminar 2017 en quinta posición, su peor año en clase reina sobre una moto japonesa. Puede que eso haya acelerado sus miedos, que no dejan de ser los miedos de cualquier ser humano ante un cambio tan radical como el que se le avecina, ya sea en una, dos o tres temporadas.