América en moto (V): El paraíso

Llegaba de La Palma a Panamá en busca de ''Linda'' para continuar con mi viaje. Lo que todavía no sabía es que llegaría al verdadero paraíso.

José Ángel Pais

América en moto (V): El paraíso
América en moto (V): El paraíso

En esta etapa, Panamá-Honduras, tuve una continua lucha en cada una de las fronteras por las que tenía que pasar. Llegué a estar esperando hasta cuatro horas en una de ellas para poder continuar con mi viaje. Menos mal que estos momentos de espera los pude compensar compensar con los paisajes maravillosos que recorrí

  • Recorrido: 4.034 km
  • Tiempo empleado: 12 días

Poco más de una hora y ya estaba en Panamá. Sin perder tiempo directo a la terminal de carga. Allí estaba ''Linda'' esperándome, en perfectas condiciones y aún envuelta en plásticos protectores. Según miraba en el horizonte no podía creer lo que estaba viendo. Acostumbrado a una Latinoamérica desordenada, llena de pequeñas casas de amdera y estructuras no muy actuales, en el horizonte veía la ciudad de Panamá adornada con edificaciones súper modernas y altas.

Comencé a recorrer el Panamá viejo. Es una zona antigua de la ciudad que fue atacada por piratas. Las conservaron tal y como quedó tras los ataques. Más tarde me dirigí a unas islas que están unidas con un puente. Son antiguas islas que se utilizaban como cárcel para los prisioneros. Y lógicamente no podía faltar la visita al Canal de Panamá. Una obra faraónica llena de polémicas y tragedias que al final dio como fruto la posibilidad de cruzar el continente americano por el medio. Ver ese canal es como contemplar una de las maravillas del mundo...

Caminamos hacia el norte. La carretera me sorprende, pronto me encuentro dirección a Las Tablas, ciudad muy famosa por sus carnavales. En la vía, una feria agrícolaganadera, y antes de ir a verla quería pasar por el hotel. Me sorprendió gratamente, era como una película. Pronto, cuando llegó la noche regresé al hotel.

De Panamá a Costa Rica

Llegaba la primera frontera terrible: el aeropuerto de Tocumen en Panamá. Frente a nosotros, el paso de Panamá a Costa Rica. Adornado con una sonrisa, me dirijo hacia la ventanilla «para todo» que tienen los pasos fronterizos. Pasaporte, todo bien... Documentación de «Linda», aquí pasa algo... «¿Dónde está el documento de importación temporal?» ¿Qué documento? Aquí está todo lo que me entregó la compañía de transportes.

Me tuvieron esperando más de cuatro horas, hasta que decidí ir a ver al jefe de la aduana. Allí le digo que o mandan el fax que necesito en 10 minutos, o me marcho ya que tenía copia de todos los papeles originales. En cuestión de minutos llegó el fax y pude marcharme.

La ciudad destino, Jacó, está lejos y si comienza a llover no sé si podré llegar. La carretera parece un mar, me cuesta ver, los coches y camiones me lanzan continuamente el agua a su paso. Tardé una hora y media más de lo previsto en llegar a mi destino en la Playa de Jacó.

Estaba en Costa Rica. Maravilloso país, lleno de paisajes como sacados de un cuento. Desde volcanes en activo como «El Arenal» a parques reserva de la biosfera como «Manuel Antonio», pasando por playas paradisíacas como «Playa Conchal». Todo naturaleza tal y como fue descubierta.

Primera y única parada en el camino: Playa de Jacó. Lugar especialmente indicado para vacaciones y surf. La gente súper alegre por la calle, con camiseta y traje de baño, zapatillas de playa, gafas de sol y música a todo volumen... No nos dimos mucha prisa «Linda» y yo para continuar la ruta, sabía que Nicaragua estaba muy cerca, la frontera Peñas Blancas nos esperaba y teníamos todo el día para llegar a nuestro destino.

Lo primero que hice al llegar a la frontera fue localizar la oficina para entregar la documentación de «Linda». Documentación de «Linda» entregada, pasaporte de control de salida de Costa Rica, ya podemos cruzar. Pero la «aventura» en la aduana acababa de empezar. Tuve que acercarme a otra ventanilla donde perdí tiempo de nuevo, continué pagando más dinero para poder seguir mi camino, me pararon para desinfectar las ruedas de la moto… en fin, ¡un desastre!

San Juan del Sur, lugar de ensueño

Curvas amplias y al fondo, el gran lago de Nicaragua. Volcanes por todas partes, una vegetación maravillosa, unas llanuras verdes y al centro un gran árbol. Ése es el paisaje de Nicaragua.

En el horizonte podía contemplar la isla de Ometepe en el centro del gran lago, adornada con sus dos volcanes. Estaba disfrutando uno de los países que más adoro de todo el continente. Hoy llegaré a un pequeño pueblecito de la costa nicaragüense: San Juan del Sur. San Juan es un pueblecito costero muy chiquito, sólo para turismo nacional. Pero con un encanto, con unas gentes, con un clima y unas playas espectaculares.

Que fantástico, había llegado a «mi pueblito» yo solito. Cuando partía desde Argentina, hace ya mucho tiempo, me parecía tan lejos y sin embargo aquí estábamos «Linda» y yo. En lo alto, el gran Cristo de San Juan, impresionante, contemplando la bahía.

Tras dos días en aquel paradisíaco lugar, me despido del hotel donde tan bien me habían tratado. Para mí es duro dejar San Juan, pero la carretera es larga y tenemos que continuar siempre hacia el norte.

Seguimos la ruta, esta vez dirección a la capital de Nicaragua: Managua. Mi primera parada, la ciudad de Granada. Ciudad colonial llena de viejas construcciones, iglesias, catedral, plazas, etc. Y sobre todo, las Islas de Granada, unas islas de origen volcánico situadas en el gran lago de Nicaragua.

El germen de esas islas es el volcán Masaya. Estas islas están habitadas por pescadores. Es curioso ver cómo se mueven todos en barco, desde los niños al colegio hasta las madres para hacer la compra.

Si algo caracteriza a este país son los volcanes y los lagos. Pero al mismo tiempo, si algo entristece es que están muy mal cuidados y muchos de ellos contaminados. No muy temprano en la mañana, «Linda» y yo partíamos camino de la siguiente frontera. Esta vez nos dirigíamos a Honduras. De nuevo tuve problemas: lentitud, fotocopia de papeles… Intentaron timarme, querían que hiciera copias de más para que el negocio de la fotocopiadora les diera dinero. Conmigo no funcionó y tras un encontronazo con un militar seguí mi camino.

Una etapa agotadora

Organizando el viaje, leí sobre la ciudad de Choluteca y decía textualmente «ciudad colonial con antiguas construcciones, calles acogedoras y gente acogedora»... Una calle principal muy larga que termina en el centro de la ciudad. Sucio, mucho polvo, malas condiciones... ¿dónde está la ciudad colonial?

Había decidido quedarme un día más, aunque no había mucho que ver. La última noche en Choluteca cené en el hotel. Una noche con pesadez de estómago. Lo peor es que me estaba subiendo la fiebre y eso me destrozaba. Sin fuerzas para nada, cargué la moto, gracias a que los empleados del hotel me ayudaron. Comencé a rodar y me daba cuenta de que no podía con mi alma.Consulto el GPS y sólo había hora y media a la frontera... Intentémoslo me repetía.

Conseguí llegar a la frontera, a Amatillo. Allí tuve que pedir a cambio de una propina de 20 dólares, que me ayudaran a tramitar los papeles. No sé cuánto tiempo pude estar esperando, pero se tramitaron los papeles sin problema. La carretera sigue y ahora toca la documentación en la parte salvadoreña, se encontraba a unos 10 km de Amatillo. Dos horas me tuvieron esperando en las aduanas. No podía creerlo, con lo mal que estaba y además de habérselo dicho a los funcionarios, me tuvieron esperando.

Entrada a San Miguel, directo al primer hotel que encuentro. Me meto en el parking y veo a los guardias de seguridad. Les pido que me ayuden, que me aguanten la moto. Al bajarme de la moto, me caigo pero les grito que no se preocupen, que aguanten a «Linda».

Era hora de visitar al médico. Avisé en recepción y me mandaron un médico, una enfermera y un equipo de hospital portátil. Tres horas más tarde parecía mejor, por lo menos sin fiebre y más animado. Un día de descanso en San Miguel me sirvió para conocer un poquito la ciudad y recuperarme lo suficiente como para continuar la ruta.

El Salvador

Este país es muy pobre y en gran parte vive de las «remesas» que son las transferencias de dinero desde el exterior que hacen las personas que han emigrado dejando a sus familiares detrás. Por ello los pandilleros se encuentran en medio de un «festín». Viven como quieren y hacen y deshacen a su antojo.

San Salvador: lindo de verdad. Con muchísima cultura, iglesias, catedrales, arquitecturas diversas aunque muchas sin cuidar. Se nota que el gobierno no destina presupuesto para cuidar la ciudad.

Observé que San Salvador es la ciudad más limpia de todas las que he visitado. La más ordenada y donde mejor he podido conducir. Restos mayas y visitas obligadas: La Joya del Cerén. Ahí me llamó mucho la atención que hay una figura de barro datada con fecha anterior a la llegada de Cristóbal Colón y sin embargo, dicha fi gura tiene sombrero tipo «bombín»... ¿Cómo es posible si los mayas no usaban sombrero y menos de ese tipo?

Mi próximo destino, San Pedro Sula, la segunda ciudad más importante de Honduras. La carretera preciosa, con mucho verde a los lados. Curvas muy suaves y bastantes rectas. Crucé la ciudad de Santa Rosa de Copán... una calle llena de casas. Y de allí directo a San Pedro, al hotel.

No llevaba ni dos horas en San Pedro cuando apareció Fabio a recogerme al hotel. Un colombiano que reside en Honduras al que conocí a través de un foro de viajeros en moto. Fabio se unió a mi viaje para acompañarme hasta el siguiente país: Guatemala. Pronto en la mañana salimos dirección Puerto Cortez y luego hacia la frontera con Guatemala. Llevar a Fabio delante con su KTM es toda una garantía y una tranquilidad.

Y por fin Guatemala. El cielo amenazante, pero el ánimo muy alto nos hacía continuar adelante. Ahora sólo falta pasar inmigración y aduanas en la parte guatemalteca y podemos continuar el viaje...

Isla de Flores y Tikal, dos maravillas

Pocos kilómetros y la frontera con Guatemala. Entrego toda la documentación y me dicen que aquella frontera sólo es de control, que tengo que ir a Puerto Barrios, una ciudad a unos 70km. Llegamos a las aduanas, y era la hora del almuerzo, pero les puse tan nerviosos que tuvieron que atenderme. Pronto estábamos camino de Petén, en el norte de Guatemala.Primera parada, almuerzo en Río Dulce. Un lugar espectacular, es un gran lago con una pequeña salida al mar. Restaurantes, hoteles y unas marinas fantásticas.

Llamamos a José Francisco, un motero que se puso en contacto conmigo a través de otro foro de viajes. Nos llevó hasta la Isla de Flores. Las calles son estrechitas, empedradas y en no muy buenas condiciones. Pero la isla tiene un encanto que no podría explicar con palabras. Precioso, de verdad. Imposible no estar continuamente mirando el lago, una imagen que se te queda grabada en la retina.

Teníamos por delante la última meta del viaje, visitar las ruinas mayas de Tikal. Los restos arqueológicos más importantes de Guatemala. Desde la entrada a las ruinas el parque era espectacular, absolutamente impresionante. Bastante más desorganizado que otros emplazamientos mayas que he tenido el gusto de conocer como Chichenitza y Uxmal en México, o Copán Ruinas en Honduras... Igualmente, esplendoroso, muy grande y misterioso.

Se nos ocurrió regresar a Honduras, dejar a «Linda» en casa de mi amigo y volver dentro de mes y medio para terminar el recorrido. Pasamos la frontera, llegué al hotel. Se había terminado otra etapa del viaje de mis sueños. Diez países, 4 kg menos de peso y un montón de grandes amigos para siempre.

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Mucha suerte.