Marc Márquez celebró su título tirando un enorme dado sobre un tablero que ilustraba los diferentes grandes premios de la temporada. Salió el 6. Evidentemente, el dado estaba trucado.
Márquez parece haber trucado MotoGP. Sólo así se explica que se ponga a hacer dirt track por la escapatoria del Ricardo Tormo el día en el que se está jugando ser campeón del mundo. Sólo así se explica que después de salvar una caída segura, consiga surcar la grava a gran velocidad y volver a pista como si nada.
Siempre guarda un truco en la chistera, el truco acertado para cada ocasión. Da igual las veces que lo lance por los aires, que en su dado siempre sale un seis. Todo parece trucado.
Un buen mago nunca revela sus trucos. Márquez a veces se salta esa norma, y explica cómo lo hace para no lesionarse tras 27 caídas en un solo año –amén del componente de la suerte que siempre incluye en dichas explicaciones-, e incluso la técnica con la que salva caídas seguras –poner cuatro ruedas en el asfalto empleando codo y rodilla- son ya vox populi en el paddock.
FÍSICA Y PROBABILIDAD
Salva lo imposible. Y cuando no lo salva, siempre cae de pie. Como el dado. En una sola tirada es capaz de desafiar las leyes de la física y de la probabilidad. O, al menos, eso es lo que parece desde fuera, a simple vista. Si se examina más detenidamente, parece que el azar tiene muy poco que ver en todo ello. Muy muy poco.
Márquez no desafía las leyes de la física y la probabilidad. Las moldea a su antojo. Cuando clava codo y rodilla para salvar una caída no contraviene la física. Se sirve de ella para su fin. Cuando se va al suelo buscando el límite en entrenamientos, es consciente de que cuenta con probabilidades de caer y, según sus propias palabras, va en tensión para evitar hacerse daño.
En Valencia, cuando decidió correr riesgos y atacar a Johann Zarco, lo hizo con las leyes de la probabilidad en la cabeza. No faltaban muchas vueltas y tenía al galo y a su propio compañero, Dani Pedrosa, como garantes de su título. Andrea Dovizioso no tenía ritmo para superarlos, por lo que, incluso en caso de caída, las probabilidades de título eran altísimas.
Incluso el error fue motivado por un peculiar cálculo de probabilidades. Apuró la frenada al límite con una intención: que Zarco no se la jugase al interior. ¿Por qué? Porque, si Zarco lo intentaba y se caían los dos, Pedrosa se quedaría como único obstáculo entre Dovizioso y el título. Esa posibilidad no le gustaba, así que optó por la solución menos mala: apurar al límite. Así, si se caía, lo haría solo y habría dos pilotos (Dani y Johann) entre Dovi y la victoria.
Examinada la probabilidad y tomada la decisión –todo ello en décimas de segundo-, puso en marcha su dominio de la física para salvar la caída, irse largo y volver a pista quinto. En cuestión de segundos, había salvado el momento crítico con su peculiar interpretación de dos tipos de leyes: el que tiene de forma innata (la física sobre la moto) y el que ha aprendido en estos años en el Mundial (el cálculo de probabilidades en décimas de segundo).
RIVALES Y EQUIPO
¿Cómo se compite contra alguien con un talento innato para la física y que ya juega a su antojo con la probabilidad? No hay una fórmula exacta. No existe. Hay rivales dispuestos a luchar contra él, a encontrar ventajas competitivas con las que intentar paliar esa superioridad mediante lo más tangible del motociclismo: la mecánica.
Yamaha y Ducati están en ello. Año tras año, desde que Márquez llegó a MotoGP, la misión es hacer una moto mejor que la RC213V que Honda ponga en pista cada temporada. Porque si no lo hacen, Márquez es capaz de empezar el año ganando diez carreras seguidas y condenar al resto a luchar por el subcampeonato antes de decidir dónde va a pasar las vacaciones de verano.
Las tres últimas temporadas, en distinta medida, lo han conseguido. Sobre todo Yamaha en 2015, cuando arrasaron con todo y con todos, Márquez incluido. Aquel año, donde cursó su particular máster en probabilidad, no le salvó ni la física. Las YZR-M1 de Jorge Lorenzo y Valentino Rossi eran muy superiores, y los errores del de Cervera hicieron el resto. Su extrema competitividad es fruto del nivel de sus rivales, y en aquella ocasión le jugó una mala pasada.
Es la única manera de ganarle: hacer una moto mejor y forzarle al error. Sin embargo, Márquez esconde otro dado con un seis: su equipo. Una prolongación de su familia que convierte su box en una segunda casa. Gente que ríe con él, que sufre con él y, sobre todo, que aprende con él. Y que le enseña. Y a los que exige lo mismo que se exige a sí mismo.
En 2015, de forma conjunta, aprendieron una valiosa lección, llegando a un pacto tácito: si Márquez minimiza errores, su equipo encuentra las teclas de la moto. En estos años, Márquez y su equipo han transformado la aplicación de su innata competitividad. Ha hecho de su inherente necesidad de batir a sus rivales, virtud.
AMBICIÓN Y DIVERSIÓN
¿Qué le motiva para seguir? Quizá esa sea la gran pregunta. En los dos últimos años, ha ganado a las mejores armas de Yamaha y de Ducati, amén de seguir relegando al papel de escudero de lujo a uno de los mejores pilotos de la historia como es Dani Pedrosa. Cuando estás tan arriba, lo difícil es mantener la intensidad, no bajar el nivel.
La respuesta es doble: ambición y diversión. Márquez es un chico de 24 años que trabaja en lo que le gusta y que, además, es el mejor del mundo. Cuenta que durante una parte de la temporada no se divertía. Fue cuando no se veía con moto para ganar.
Quizás, recuperar la sonrisa fue lo más importante en la construcción de su título. Si hay una seña de identidad de Márquez cuando se baja de la moto y se quita el casco, es la sonrisa que le recubre la cara. Y seguramente, perderla fue el momento más duro del año.
No obstante, apretó los dientes, pasó los malos tragos de verse luchando lejos de la cabeza, y confió en su equipo. Recuperó la sonrisa, volvió a ganar y encadenó una racha de victorias y podios que poco antes parecía impensable. La gestión de esas dificultades resultó crucial.
De nuevo se mezclan lo innato y lo aprendido. Recuperó su diversión, lo más innato que existe en su carácter, mediante la ambición. Una ambición que también ha ido aprendiendo a canalizar. Nada tiene que ver la ambición de 2015, que se tornaba en precipitación y caídas; con la ambición de 2017, convertida en paciencia y otro título.
EL LÍMITE
Física y probabilidad. Rivales y equipo. Ambición y diversión. Son los 6 trucos de Marc Márquez. Y todos confluyen el mismo punto: el límite.
Entiende el límite de la física y baila sobre él. Acaricia la tangente que limita las curvas de la probabilidad. Deja que sus rivales marquen su límite y, cuando sucede, exprime al límite a su equipo tal y como se exprime a sí mismo. Es en esos límites donde encuentra la diversión, y no es que su ambición no conozca límites. Es que los eleva cada año.
En realidad, el gran truco de Marc Márquez es que no hay truco. Es el piloto más rápido de MotoGP desde que llegó, y cada año se vuelve mejor. Ya resulta innegable que es el mejor piloto de la actualidad, y sólo el tiempo dirá si llega a convertirse en el mejor de todos los tiempos.
Hace tiempo que los récords de precocidad se le quedaron pequeños. Muy pequeños. Aunque los siga batiendo –es el más joven en convertirse en hexacampeón mundial y tetracampeón de la categoría reina-, ya se codea con los mejores de la historia en guarismos absolutos.
¿Dónde está su límite? No lo sabe. Por eso siempre lo busca.