No, Dennis Foggia no es el nuevo Valentino Rossi. Igual que no lo era Nicolò Bulega, igual que tampoco lo era Romano Fenati, por mucho que los tres hayan triunfado con el logo VR46 en sus motos. Tampoco lo fue antes el añorado Marco Simoncelli, ni Marco Melandri. Ese es un sambenito que ya huele y que no hace bien a nadie. Sobre todo a los citados.
Dennis Foggia no necesita comparaciones ni presión extra. A diferencia de sus dos predecesores en el palmarés del Mundial Junior de Moto3 –sus compatriotas Lorenzo Dalla Porta y Nicolò Bulega-, su título llegó de forma anticipada y holgada, mostrando una superioridad que dicha categoría no había conocido en su hasta ahora breve periodo de existencia.
Rivales de nivel no le han faltado. Jaume Masiá y Alonso López quizás sean los más destacados, y no en vano estarán junto a él en la parrilla de Moto3 del Gran Premio de Qatar 2018; pero son muchos más: Jeremy Alcoba, Kazuki Masaki, Vicente Pérez, Sergio García… Pues, en esa horda de jóvenes talentos, Foggia ha sido campeón con varias carreras de antelación y con casi 80 puntos de ventaja al subcampeón Masiá.
¿Significa eso que Foggia es mucho más rápido que todos ellos? No, la verdad es que no. Su dominio ha sido más global que puntual. De hecho, ‘sólo’ ha sumado cuatro victorias, por tres de López y dos de Masiá; tres de ellas en Valencia: un doblete incontestable en julio y la traca final en la última cita.
Sin embargo, no son en esos 100 puntos los que han marcado la diferencia. Han sido otros 100: los de sus cinco segundos puestos. Es decir, de las doce carreras ha acabado nueve en primera o segunda posición. Mientras, Masiá sólo tiene un segundo puesto. Alonso, dos. Dos pilotos tan rápidos como él, pero mucho más inconsistentes.
Sorprende, por tanto, la madurez de Foggia. Con sólo 16 años, que serán 17 en enero, si en algo se parece a su jefe Rossi es en la madurez. En la capacidad de entender un campeonato como un todo, de saber que no se puede conquistar un título compaginando victorias y ceros. De hecho, su único cero fue por causas ajenas a él, y su peor resultado un octavo puesto.
Una madurez impropia de una categoría como Moto3, y que es precisamente la que tiene depositadas tantas esperanzas en él. Esperanzas que amenazan con tornarse en un arma de doble filo, ya que hay quien pone en Foggia una presión con la que no partía al inicio de este 2017, donde era uno de tantos candidatos al título mundial junior.
En 2018 cambiará el tipo de presión. Lo que no debe cambiar es su actitud ante el nuevo reto. Evidentemente, Foggia tendrá que subir el nivel, arañar más décimas al crono para estar en disposición de luchar por las victorias. Para conseguirlo, tendrá que hacer algo tan sencillo y complicado como seguir confiándose a ese oxímoron que es su precoz madurez. Se dice fácil.