Comparativa Cruiser americanas

Hacemos una comparativa con la Harley-Davidson Forty-Eight, la Indian Scout y la Victory Gunner.

I.G./V.G. Colaboran: Sergio Romero y Marcos Blanco. Fotos: Jaime De Diego.

Comparativa Cruiser americanas
Comparativa Cruiser americanas

Estamos ante unos modelos en los que más que la practicidad, lo que prima son las sensaciones, en este caso muy buenas sensaciones. Aquel que le da vueltas a la posibilidad de tener en su garaje una custom norteamericana, no le da mucho valor a las prestaciones o a una ficha técnica que presente ayudas a la conducción capaces de rivalizar con una MotoGP.

Lo importante es sentir cómo se nos pone la piel de gallina con el palpitar de sus respectivos bicilíndricos. Estamos hablando de un motociclismo que se dirige al alma del aficionado. Una elección absolutamente emocional. Para eso han sido diseñadas las tres monturas de esta comparativa, para llegar al corazón de su dueño. Las tres bellas americanas siguen los cánones de la categoría «long and low» (motos largas y bajas). Decidirse por una de estas tres bellezas va a ser complicado. Ya sabes, toda elección implica renunciar a algo. Así que habrá que decidirse entre la auténtica Harley-Davidson Forty-Eight, la musculosa Victory Gunner o la potente Indian Scout. ¡Bendita elección!

Cuarenta y ocho

La Harley-Davidson, nada más verla, ya nos altera la sangre. La moto de Milwaukee, apoyada en su pata de cabra, ya nos cautiva con la atención al detalle y la calidad de sus elementos. Da igual que hablemos de la parte ciclo o del motor. El legendario bicilíndrico en V vibra de la manera que habíamos previsto. Parte del atractivo son algunas características técnicas que han estado presentes en el motociclismo desde sus comienzos, como, por ejemplo, la refrigeración por aire. Las pulsaciones del V-twin se notan en todos los rincones de nuestro cuerpo. Hasta las aletas de acero vibran al compás del legendario propulsor de dos cilindros.

Los escapes emiten un sonido que bien puede convertirse en la canción de tu vida. Pura música. El motor de 1.202 cc se deja notar con una voz ronca que recuerda a una legendaria estrella del rock. Un grito acompasado que a nadie deja frío. En cuanto recorres los primeros metros con la Forty-Eight, al cuerpo le llegan multitud de señales y sensaciones. El purasangre de Milwaukee te conquista sin que puedas hacer nada para zafarte de su hechizo. Comparado con otros modelos de Harley-Davidson, no es desde luego uno de los mayores, pero las sensaciones que transmite sí que son de gran calibre.

En la Harley no vas a encontrar nada superfluo o que no case con la filosofía del modelo. Se trata de una moto bastante minimalista, casi podríamos decir que espartana, pero al mismo tiempo rebosante de estilo, desde sus enormes neumáticos hasta la calidad de la pintura. El depósito con forma de «peanut» (cacahuete), sólo puede albergar 7,9 litros, incluida la reserva. En el apartado de autonomía los límites de la Forty-Eight están más que trazados. La oscuridad del modelo queda rota por algunos toques de cromo.

Todo es muy coherente en la H-D. Coge tu mejor camisa de leñador y las botas vaqueras, y la Forty-Eight te mantendrá vivo y a la última. No tendrás que gastarte una fortuna en personalizarla. Ya viene así de serie. Una vez que te bajas después de haber dado el primer paseo, enseguida te das cuenta de que la pureza estética lleva implícito pagar un precio y no sólo económico. Te comenzarán a doler algunas partes del cuerpo, como muestra de que estás vivo, de que eres feliz. Puede parecer extraño, pero es así. Suspensiones de corto recorrido, estrecho y adelantado manillar, y reposapiés próximos a la rueda anterior.

Es casi inevitable cada vez que pasamos por un escaparate admirar nuestra estampa y la de la «cuarenta y ocho» reflejada en sus cristales. Basta un vistazo para para comprobar que seguimos siendo los reyes del bulevar. En un uso variado, la Forty-Eight pone en evidencia su escasa versatilidad. El bicilíndrico en V no se muestra tan polifacético como sería deseable. A pocas vueltas no hay mucho y arriba tampoco demasiado. El propulsor se siente con una masa muy pesada que rota en su interior. La Harley-Davidson se mueve con soltura, pero siempre que mantengamos el V-twin en el rango correcto de revoluciones. Su aceleración no te arrancará los brazos, pero te permitirá sentirte libre.

Si nos ponemos racionales veremos que en las curvas su capacidad de inclinación es limitada. En los virajes la Forty-Eight nos invita a tomárnoslo con calma, la maniobrabilidad en una zona virada no es desde luego su punto fuerte. Que la H-D se mostrase rápida negociando las curvas sería como pretender doblar los raíles de un ferrocarril. Ahora, entre otros cambios, el modelo cuenta con una horquilla muy ancha y con gruesas barras de 49 mm además de unos nuevos amortiguadores, pero aun así todo los virajes deben ser negociados de manera relajada. Cuando la carretera se vuelve serpenteante la de Milwaukee es algo cabezota y no sirve luchar con ella, sino dejarse llevar por sus encantos, disfrutando de la música que emiten los escapes y de todas las sensaciones que transmite.

Artillero

La Victory Gunner, con su gran bicilíndrico en V de 1.731 cc, ya simplemente apoyada en la pata de cabra se muestra majestuosa y superdotada. Una vez sentado en ella sientes toda su presencia: es enorme, ancha y poderosa. Es como si estuvieses controlando algo realmente pujante. Si la Harley-Davidson vibra, la Victory Gunner empuja… siempre. El motor tiene una pegada que hará las delicias de todo aquel que tenga la oportunidad de disfrutar del enérgico V-twin. Dan ganas de mirar para todos los lados en busca de una pista de aceleración, pues la Gunner lleva dentro el espíritu de un dragster. ¿Dónde hay una buena recta para quemar el neumático trasero? Nos tendremos que conformar con hacer un poco el «gamberro» al salir en el próximo semáforo, siempre dentro de un orden, claro. Las manos agarran el ancho manillar y los pies quedan bien apoyados en los estribos, que se encuentran bastante centrados y no tan adelantados como en otras custom. La espalda queda inclinada un poco hacia delante. El semáforo se pone en verde… ¡vamos allá!

El neumático trasero se las ve y se las desea para no derrapar ante los 120 Nm que se le vienen casi al momento y 139 como valor máximo. Son prestaciones más que suficientes para alegrarte la vida. El «búfalo» resopla marcando su territorio. La Gunner es la «muscle bike» de esta comparativa. Inhala oxígeno y te catapulta hacia delante nada más girar el puño de gas. Debido a las inercias que genera su elevado peso (313 kg con gasolina), la sensación de aceleración es mayor de lo que la Victory empuja en realidad. La dos últimas relaciones -quinta y sexta- son muy largas, sobre todo la sexta, que es una auténtica «overdrive». Sea como fuere, si roscas sin miramientos el puño de gas, será suficiente para mantener a raya a la Harley-Davidson. Dejar atrás a la Indian será más difícil y no lo conseguirás siempre. La Gunner y la Scout tienen una velocidad máxima que ronda los 200 km/h, una cifra considerable si la miramos desde el prisma custom. 

El enorme motor de la Victory es excitante. Con él siempre sientes cómo debajo de ti hay una fuerza que te lanza hacia delante sin remisión. Los ejes de equilibrado mantienen las vibraciones del V-Twin a raya. Este «tanque» de dos ruedas avanza sin que parezca que pueda haber nada que pueda impedírselo. Todo en ella es unidad, un trabajo redondo. Su gran V2 destaca por su suavidad casi de seda, hasta que le empiezas a exigir para que muestre todo lo que lleva dentro.

A nada que empiezan a abrirse las mariposas de su admisión, la Gunner -artillero en inglés- está lista para el ataque. El sonido de los escapes se hace notar, sin que éste llegue a ser realmente molesto o escandaloso. La de Iowa también marca territorio con los decibelios, una música que algunos definen como masaje para el alma. Las preocupaciones quedan atrás a medida que vamos avanzando. La

carretera se convierte en tu hogar pero, ojo, no cualquier tipo de vía. Debe ser un trayecto recto. La Gunner no se siente a gusto entre las curvas. Esto no se debe a los frenos con ABS, ni al chasis, ni a los neumáticos -por cierto, el trasero no es tan ancho como el de sus compañeras de comparativa-. No hace falta tumbar como Jorge Lorenzo para llevar la Victory a su límite. Y no sólo estamos hablando de lijar los avisadores de los reposapiés, pues parte del chasis o los escapes también pueden llegar a hacer saltar chispas al rozar con el asfalto. Además del más pesado, el conjunto es también el más largo y tiende a salir algo abierto de las curvas. Lo mejor es frenar con anticipación y trazar los virajes con el mayor radio posible.

Scout

Indian es la marca más longeva de las tres, aunque su historia se ha escrito de manera intermitente, al haber desaparecido en algunas ocasiones. La primera Scout vio la luz del día en 1920. Hasta 1942 se produjeron cuatro modelos diferentes en Springfield (Massachusetts, EE.UU). Este fabricante tuvo tanto éxito que en los años 30 las Indian eran parte del mobiliario urbano de Estado Unidos. En 1953 la marca desapareció hasta que el Grupo Polaris, propietario también de Victory Motorcycles, la resucitó en el año 2011. ¿Qué es lo que tiene que ver todo esto con la actual Scout? Pues mucho. Los modelos de motos tienen éxito y se venden en grandes cantidades cuando son un producto maduro que cubre con creces las necesidades de sus usuarios. Algo que la Scout ha cumplido a pies juntillas. Por supuesto el exterior es, al igual que en los otros dos modelos de la comparativa, pura estética custom. Pero en esencia, la Scout es muy diferente a la Harley-Davidson y a la Victory.

El propulsor es un bicilíndrico en V refrigerado por líquido con «sólo» 1.131 cc. Pero, aunque es el más pequeño de esta comparativa, esto no le impide marcar la pauta. Funciona bien abajo, es más potente que los otros en medios y lo mismo ocurre a altas revoluciones, alcanzando un régimen máximo impensable para los otros dos. Empuja con fuerza hasta cerca de las 9.000 rpm, algo inusual en una cruiser. Está claro, la Indian tiene la planta motriz más moderna de las tres. Además destaca por unos acabados exquisitos. Las aletas son de acero, los cárteres tienen un diseño muy atractivo y el cromo está en las piezas adecuadas. La Scout utiliza los ingredientes que uno espera encontrar en una custom moderna. En su estética los responsables del diseño han evitado los ángulos y los bordes, para lograr así una imagen realmente fluida. Ya sabes, «be water, my friend». El chasis, con partes de aluminio, y algunas piezas más van pintadas de gris, lo que ayuda a conseguir una estampa sencilla, que no simple.

La Indian no necesitar gritar para hacer sentir su presencia. El ojo la recorre sin que nada chirríe. Todo está en su sitio. Su motor de cárter único que incluye el cambio refuerza esta sensación. La posición que adopta el piloto es cómoda y hace posible pasar muchas horas encima de la Scout, una montura que destaca por su equilibrio, incluso cuando negociamos las curvas. Es una moto que te conquista por lo bien que va. Una custom que ha logrado un equilibrio realmente envidiable. Te hace disfrutar en cualquier tipo de trazado, incluso cuando llegan las curvas. Un modelo preparado para alcanzar la «pole position» en el segmento de las custom, quedando por delante de las otras dos integrantes de la comparativa. La Harley y la Victory también pueden ser empleadas en el día a día, pero te harán sudar más, en todos los sentidos. No así la Scout, que demuestra que una moto de este segmento también puede ser eficaz en las curvas y tener una personalidad hasta casi deportiva.

Cada una de estas tres monturas interpreta la filosofía custom a su manera. La Harley-Davidson ofrece la esencia, la Victory su músculo y la Indian representa la modernidad. Tres maneras igualmente válidas de vivir la experiencia cruiser.