No se me olvida la primera vez que vi el Maxsym, la verdad es que lo tengo fácil porque fue durante una visita a la fábrica de la marca en Taiwán hace más de tres años y tenían un prototipo terminando las pruebas para pasar a la serie. Incluso en estado de prototipo, con muchas terminaciones a medio hacer, este modelo ya marcaba un nuevo camino que luego han seguido los siguientes modelos de la casa y que representa un salto cualitativo importante: estos scooter solo se distinguen de algunos rivales por un precio ventajoso, pero ya están más cerca en calidades, diseño o acabados de los japoneses, que de los procedentes de la China continental (u otros orígenes asiáticos con todavía menor caché).
De hecho, el scooter al que más me recuerda el Maxsym 400 es, nada menos, que al Burgman 650: aparte de por su piloto trasero (que fue anterior en este, y supongo que casualmente Suzuki hizo un diseño muy parecido), me lo recuerda por la suavidad de marcha. Una vez superada la fase de arranque, donde el motor de un cilindro y el embrague de zapatas ofrecen sus dosis respectivas de trepidación, el rodar del SYM es extraordinariamente suave, incluso sedoso. Solo cuando buscas sus máximas prestaciones aparecen algunas vibraciones, y con la velocidad también llega el azote del viento, que no es precisamente tímido a bordo de un scooter que supera los 150 km/h reales en cuanto te descuidas. Ese viento queda muy bien desviado de casco y hombros gracias a una pantalla que es fija pero podemos colocarla en diferentes posiciones hasta encontrar la nuestra ideal, pero queda un poco menos desviado de pies y piernas, por culpa de un ancho túnel central (curiosamente otro punto común con el Burgman grande).
La posición de pilotaje es muy cómoda para pilotos de casi cualquier talla. Si no eres muy alto agradecerás un asiento bastante bajo, y si eres alto te alegrarás de no encontrarte encajado, aunque si superas los 185 cm quizás sí tengas un principio de claustrofobia con los espejos tan cercanos o el respaldo del asiento fijo (no se puede regular su posición, aunque si lo desmontas siendo muy alto irás más cómodo). Las manetas de freno regulables son otro factor importante no solo por comodidad sino por seguridad. El pasajero es muy bien recibido por asiento, asideras y reposapiés (plegables), aunque va sentado alto y el viento sí podría molestar en su casco si no es de menor talla que el piloto (quedando de esta forma protegido por este).
Debajo del largo y cómodo asiento encontramos un amplio hueco, con luz de cortesía y capacidad para dos cascos u otros objetos, bastante bien aprovechable. Este espacio se suma a las dos guanteras frontales, una de ellas con toma de corriente, práctica en estos tiempos de smartphones con menos de un día de autonomía en uso intensivo… En el ancho túnel central encontramos, además de la esperada trampilla que da acceso al tapón del depósito de combustible, una rejilla que deja paso al aire procedente del radiador: lo cierto es que los días que probé este Maxsym ya no hacía el frío del invierno y no pude apreciar su efecto, aunque diría que puestos a pedir algo así lo elegiría a ambos lados, para las piernas. Donde está ahora solo le veo sentido para quienes usan una «manta».
En marcha, ya he comentado lo suave y enérgico que es este motor: es una curiosa combinación de los monocilíndricos que montan sus rivales japoneses de idéntica cilindrada (Xmax y Burgman), con el empuje desde abajo del Yamaha pero la capacidad de correr y la suavidad del Suzuki, superando a ambos en esos precisos aspectos. Es más gastón, eso sí: hay que contenerse con la muñeca derecha para rondar los 4,5 litros cada 100 kilómetros, y bajar de esa cifra a mí me costaría, en cambio sí llegué a 5,0 alguna vez. La estabilidad aprovechando sus prestaciones es impecable y las suspensiones trabajan bien ofreciendo una buena comodidad de marcha más parecida a la del Burgman (que cuenta con suspensión progresiva) que a la del Xmax (con dos amortiguadores directos, como este SYM). La horquilla, y las tijas, sujetan bien la rueda delantera cuando buscamos el límite de frenada, y aquí el recién llegado ABS (de origen Bosch) es una ayuda que redondea un panorama que ya era bueno, porque solo entra muy al límite cuando ya está chirriando el neumático, o –si el suelo no tiene tanto agarre– a tiempo para evitar la (de otro modo) inevitable caída, o por lo menos susto.
Conclusión
Durante 2011 llegamos a completar una prueba de 15.000 kilómetros con uno de los primeros modelos, test que pasó sin inmutarse demostrando la fiabilidad de su mecánica. Ahora el Maxsym ha madurado, se ha refinado (se nota mucho más suave en marcha), y gracias al ABS ha mejorado en su seguridad haciéndolo un modelo muy a tener en cuenta en esta categoría, pues ofrece lo que sus rivales, o más, por bastante menos. Prestaciones al nivel de los 400 japoneses, cuando no mejores, buena estabilidad, buena capacidad de carga, muy buena posición de conducción y protección... y buenos frenos (¡pinzas radiales!) con ayuda de un ABS de última generación, todo por debajo del millón de las antiguas pesetas ( o menos de 6.000 euros para los menos veteranos).