Que Yamaha encierra en su ADN espíritu deportivo, creo que nadie lo duda. El hecho de pregonarlo a los cuatro vientos en sus motos más radicales no es más que una evidencia de ello, pero si lo trasladamos a motos como esta maxinaked, lo refrenda todavía más. Coincidí con los siempre atentos responsables de Yamaha para probar de primera mano la XSR900 la pasada primavera, y allí pude ver ese brillo en los ojos de los responsables de la familia Faster Sons... Las MT forman una parte vital de ella y el alma deportiva, cómo no, salió a relucir en más de una ocasión durante su discurso de presentación... ¿A alguien le queda alguna duda? Mira, por mucho aire retro que se le quiera otorgar a una saga como las MT Faster Sons, cambie o no de siglas, esa motivación que te incita a abrir gas sin fijarte si giras mucho o poco el puño derecho (más bien bastante diría yo...) es lo que marca la diferencia respecto a otras de su especie.
Una maxinaked con estilo y poder de persuasión es relativamente fácil de encontrar, más aún en un mercado en el que cada vez se aferran a un mayor protagonismo. Parte de su divino encanto te lo encuentras cuando giras la llave de contacto y arrancas. ¿Tan pronto? El tetracilíndrico en línea CP4 Crossplane es, desde ese mismo instante, un auténtico capricho. Ese sonido a medio camino entre un V4 y un «in line four» no necesita hacer girar cabezas a su alrededor, sencillamente porque ya está la tuya bien concentrada en asimilar lo que está por venir...
Esta Yamaha no podía ser menos
He tenido la suerte de probar todas las deportivas firmadas por Yamaha desde aquellos lejanos, pero no menos importantes y cruciales años 80, y he de decirte que esta MT-10 encaja a la perfección con el árbol genealógico de la marca de los diapasones. Salvo alguna que otra excepción, como la FZR600 o las hiperdeportivas OW01 y R7, incluida la primera R1, el resto de FZR1000, pasando por las Thunderace y Thundercat, todas siempre han admitido cierta versatilidad de uso. Pues bien, ahora viene esta MT y me descuadra en parte este planteamiento: por un lado, resulta exquisita rodando a bajo y medio régimen en marchas cortas o medias mientras te desplazas tranquilamente de un lugar a otro de la ciudad, uno de sus principales lugares «de ocio» en los que probablemente se mueva en su idilio con el piloto. Sin embargo, llegado el momento de subir a un acompañante al espacio que queda en el asiento y desplegar los estribos correspondientes, comprobamos que cualquier relación con una moto utilizable queda en un segundo plano. Apenas hay sitio para el pasajero y sus pies casi rozan con las posaderas del piloto. El listado de sinrazones queda relegado a un detalle más: la dureza del propio asiento, aunque Yamaha ofrece opción otra unidad bajo la denominación «Confort». Daría lo que fuera por probarlo, porque después de más de media hora a los mandos de esta MT, las posaderas quedan tan aplastadas que buscarás un lugar donde parar y estirar el cuerpo... muy a pesar de los designios de tu corazón, que si por él fuera seguiría bombeando sangre «a todo trapo» mientras el palpitar del CP4 continúa dándote ganas de vivir de forma intensa.
Desde Pirovano...
... a los mandos de su FZ750 hasta el propio Pol Espargaró en las pasadas 8 Horas de Suzuka pilotando la R1 más constante en la prueba japonesa, pasando por los recordados Colin Edwards o Noriyuki Haga luchando sobre sendas OW01 y R7... Todos tienen algo en común: aquellas Yamaha difícilmente conseguían ser las más rápidas frente a parte de la competencia, pero lograban enganchar por un tacto mezcla de nobleza, estabilidad y equilibrio general. Hubiera sido perfecto si hubiesen dispuesto de algún que otro caballo extra, pero a cambio consiguieron provocar el orgullo de los que poseíamos una Yamaha... pasión por «nuestra» marca. Pero no sólo como un usuario más, sino narrando las carreras del Mundial de SBK en Eurosport y Sportmanía, me emocionaba cuando mi fibra «yamahista» era tocada por algún piloto de aquellas décadas... ¡Qué grandes años!
Época moderna
Tuvo que llegar uno de los últimos americanos en liza, Ben Spies, para que Yamaha lograra, por fin, el único título mundial en SBK. Jamás repitió éxitos ni el piloto ni la marca, y tal vez por ello los que llevamos los diapasones en el corazón, seguimos siendo acérrimos seguidores. Con la MT-10 todo este torrente de recuerdos vuelven a mi mente mientras el ronrroneo del V4, perdón, cuatro en línea, me catapulta hacia delante con la curva de motor seleccionada en A; eso sí, siempre rodando en carretera abierta o de montaña donde las curvas sean una constante, porque si de mantener cruceros se trata, nada mejor que seleccionar STD en el cuadro para que cada apertura de gas sea como tocar el terciopelo de las cortinas del restaurante chino al que vas a comer cuando tienes la nevera de casa vacía; otra opción es «tirar de control cruise» para mantener la velocidad de forma absolutamente lineal. Sin embargo, creo que todavía soy lo suficientemente joven, ¡a mis 46 años!, para dejar que la moto me lleve a mí, en vez de yo mandar sobre ella. Eso es lo que me pide el cuerpo ahora.
Bien, todo está claro. Mientras ruedo con la MT-10 por carreteras repletas de curvones y recodos, me olvido de cambiar el mapa al haber seleccionado previamente el A en el display digital. Toca abrir gas para despertar tus instintos motociclistas más profundos. La MT-10 provoca el despegue de la rueda delantera si estiras primera, segunda y... ¡tercera!, mientras el velocímetro se acerca a las tres cifras más prohibidas desde la aparición del billete «Bin Laden». El escaso recorrido del embrague apenas se dejará notar al iniciar la marcha, ya que poco después, y aunque el cambio semiautomático sea opcional en esta Yamaha, sólo te preocuparás de subir cortando gas mientras tocas la palanca de abajo hacia arriba. Cada velocidad se insertará con la precisión de un reloj suizo, si bien rodando tranquilo y a bajo régimen ese mismo cambio que te pide guerra, se muestra un poco más perezoso.
Mientras aceleras te preguntas si cuentas con la asistencia, o no, de un amortiguador de dirección. Sí. Situado bajo la tija superior, hace lo que puede ante el empuje del tetra y sus casi 150 CV conseguidos en nuestro banco. Si crees estar convencido de que no son los suficientes como para excitarte, pruébala y luego me lo cuentas. A esta MT le cunde una barbaridad cada kW que emana de sus entrañas, y su capacidad de aceleración no es más que una prueba de lo que te digo... Otro ejemplo: ruedas en sexta mientras ves en el marcador digital la cifra de los 120 km/h de rigor, ¿verdad? Pues bien, sólo tienes que abrir tan progresivo o «bestia» como quieras el gas electrónico para que el motor busque con ahínco iluminar la luz blanca de sobrerrégimen, fijada 2.000 vueltas antes del corte, muy suave por cierto al que es relativamente fácil llegar estirando tercera o cuarta por lo lineal del empuje del motor... y lo enajenado que te encuentras a sus mandos mientras sigue empujando, y sigue, y sigue.
Cuantos más kilómetros hago con ella, más me olvido de su peculiar frontal para centrarme en lo que tengo entre las piernas, lo que de verdad importa: un motor lineal, potente, progresivo, contundente desde abajo y excitante arriba. Todo ello me hace pensar en lo ideal que hubiera sido disponer de una bomba de freno que lograra ese tacto de inmediatez con un leve toque del dedo índice, o un amortiguador cuya progresividad fuera realmente digna de denominarse así. Le falta ese toque de dulzura que buscas cuando ruedas tranquilo. Aunque si te quieres olvidar de ello, sal a carretera abierta, ve en busca de tu puerto de montaña favorito, elige un día sin domingueros y, simplemente, disfruta de su extraordinario motor. Frenos y suspensiones cumplen siempre que adelantes trayectorias y acciones necesarias para hacerla girar o cambiarla rápidamente; algo muy sencillo para las inercias que hay en juego... Todo pasa muy, muy deprisa mientras piensas que tampoco necesitas mucho más mordiente ni un amortiguador más progresivo, incluso la dureza del asiento pasa a un segundo plano mientras te mueves sobre él de un lado a otro al son que dicta la partitura del asfalto por el que ruedas.
Conclusión
La Yamaha MT-10 es de esas motos que te mantienen tan despierto a sus mandos que incluso es capaz de traerte recuerdos de tu trayectoria motociclista. Si la pruebas y te sucede lo que a mí, es que esta Yamaha encierra algo muy especial dentro de sí. Las épocas en las que la firma de los diapasones luchaba contra viento y marea con ejércitos mucho más y mejor armados han regresado a mi mente para entender qué es lo que nos ofrece esta MT hoy día. Con un motor que es capaz de mostrarse como el más estable en su rendimiento durante las últimas 8 Horas de Suzuka con el gran Pol Espargaró a sus mandos, sin duda Yamaha ha conseguido demostrar que no todo es potencia bruta y prestaciones descomunales... aunque no tienes más que abrir gas desde primera enlazando marchas hasta tercera y cuarta con la rueda delantera a un palmo del suelo para vivir, en tus propias carnes, lo que es capaz de ponerte en bandeja una naked como esta. El cuatro en línea Crossplane con tacto de motor V4 y pegada de tetra en línea no deja indiferente, sino más bien todo lo contrario: te hace reflexionar sobre sus orígenes para dejarte muy claro hacia dónde quiere ir. Todo ello cargado de una enorme personalidad en cuanto a estética se refiere, pero también en relación a un motor simplemente perfecto para un aparato de semejantes características. No puedo hacer otra cosa ante ella que quitarme el sombrero. Ah, y gracias por hacerme recordar aquellos buenos tiempos.