Poco a poco, KTM ha ido derivando desde una marca que centraba su negocio en el mercado off road, a convertirse en un fabricante con una gama completa en la que no faltan modelos de asfalto. Las Duke fueron las primeras en salirse del redil campestre, montando llantas de radios calzadas con neumáticos sin tacos al más puro estilo supermoto, y a partir de ahí la deriva hacia la carretera de éstas y las posteriores SuperDuke, Supermoto, SMT… ha sido paulatina, pero incesante. KTM fue transformando poco a poco sus Duke en naked y lo hizo siempre fiel a su propio estilo, con una personalidad bien diferenciada para distinguirse de la oferta de otros fabricantes, una manera de hacer las cosas que le había funcionado en el mundo off-road. La RC8 o sus prototipos que acaban de debutar en el Mundial de Moto3 podríamos considerarlos el culmen actual de ese periplo inconcluso hacia una mayor especialización en el asfalto, pero demos un paso atrás, dejemos los circuitos y volvamos a la calle para empezar a hablar de la KTM Duke 125, el peldaño de acceso a la gama KTM de asfalto.
Es la primera vez que en La Moto dedican una prueba de larga duración (un mes) auna moto de tan poca cilindrada, pero seguramente ya habrás leído la prueba de la KTM Duke 125 Power Parts que se publicó en MOTOCICLISMO y, cómo no, en esta web.
Curiosamente, la 125 Duke llegó un poco tarde como para aprovechar el impresionante tirón experimentado en su segmento ya fuera por un lado, el racional, o por el otro, el pasional. No llegó hasta 2011, cuando la situación económica ya había cambiado, pero de lo contrario apuesto a que muchos habrían puesto su punto de mira en ella. Con esto, ya te estoy dando pistas de que este mes con ella ha sido realmente placentero.
No te voy a engañar y decirte que en ocasiones alejándome de la ciudad algún día no he echado de menos más motor, pero, primero, yo no busco una 125 (de hecho con el motor de mi moto particular se podrían construir más de diez Dukes y aún sobrarían centímetros cúbicos para un ciclomotor), y tú si estás leyendo esto, probablemente sí; y segundo, te aseguro que en muchas más ocasiones la he adorado por su agilidad extrema y en otras, me he llegado a divertir con su eficacia dinámica y lo agradable de su motor de su tacto general. Mucho más, por ejemplo, que si hubiera usado durante este tiempo un scooter. Y ahí está el quid de la cuestión de esta pequeña gran moto; disculpa el topicazo pero es así.
La 125 Duke es sin duda mucho menos práctica que un sinfín de scooter que además no van mal o, directamente, van de cine, como el Honda Scoopy R. Lo menciono a modo de ejemplo por ser la referencia entre los 125 de mejor comportamiento dinámico, gracias a su rueda alta, y por tener un precio parejo al de la Duke. Frente a él, carece de hueco, de plataforma donde llevar bultos, de guantera, de trasportín trasero; sin ser nada gastona consume un pelo más, pesa un par de kilos más… Pero… No habría sido lo mismo y tú que te resistes a comprarte un scooter para ir a trabajar, me entiendes. El goce de ser tú mismo quien maneja todo y no un aburrido variador no lo ofrece un scooter. Y además, ¿te has fijado en el basculante, en el precioso chasis multitubular y en el cuadro de instrumentos de esta pequeña? No hay color.
Estos tres elementos, junto con las llantas, la pinza de freno con anclaje radial o su quilla, son los que más destacan de ella al primer vistazo, pero dale una vuelta más y descubrirás otros detalles que siguen denotando esmero a la hora de diseñarla. Sin embargo, no será hasta que te subas a ella y la arranques cuando encuentres su mejor componente: su motor.
Comparado con los de la competencia, es el mejor en términos absolutos. Es fino, estira genial a partir de las 7.000 vueltas, no traquetea y las vibraciones que te transmite son muy, muy leves. De hecho, si te fijas, en su manillar ni siquiera cuenta con contrapesos y la visión que ofrecen sus retrovisores sólo se ve mermada por la angulosa forma y el pequeño tamaño de sus espejos, lo que obliga a asegurarse bien incluso con una miradita atrás en los adelantamientos o cambios de carril. Usándola es cierto que te acostumbras, pero al principio la postura es un tanto peculiar, con los estribos bien altos y sobre todo retrasados y el manillar algo bajo, aunque su anchura es incluso más acertada de medida que la de su hermana 690 y pasa entre coches exigiendo menos atención que la media.
Al asiento cuesta más acostumbrarse ya que es duro como una tabla y anguloso, y demasiado ancho para una sílfide como la Duke en su unión con las tapas laterales. Tal vez parte de la culpa de esa sensación de «no estar en casa» sea también provocada por la extraña relación entre la dureza del asiento y lo blando del amortiguador trasero, en el que poco cabe hacer ya que sólo tiene regulación de precarga. Sin duda, la mejor inversión en esta moto vendría por mejorar el amortiguador… y en comprarte una buena mochila (si es con espaldera mejor) porque en la Duke no puedes llevar ni siquiera un antirrobo de disco digno. Un detalle poco práctico al que KTM debería haber cuidado.
Ha demostrado desenvolverse con una soltura pasmosa en ciudad. Moverte dentro del congestionado tráfico es un juego gracias a su ligereza y eso que no gira mucho. Sólo debes andar atento porque, a pesar de tener que exprimir su motor habitualmente, apenas suena y los coches muchas veces no detectan tu presencia.
Pero no la descartes si vives en una zona con carreteras divertidas y poco transitadas porque en ellas descubrirás que va sobrada de chasis, y también que el pequeño «mono» es realmente bueno para su modesta potencia, que se resiente de forma palpable si la usas acompañado de paquete. Sin él, es fácil mantener 110 km/h de crucero gracias a una sexta cuyo desarrollo tirando a largo dificulta que llegues a ver la luz de sobrerrégimen parpadeando. La verdad es que en muchas ocasiones irás a tope, pero sin sensación de estrés o de estar maltratándola en absoluto.
Es por esto que hablar de consumo medio (en torno a los 3,5 litros) es algo inexacto porque prácticamente siempre harás consumos máximos, con el acelerador siempre bien enroscado. Contar con indicador de consumo medio presidiendo el cuadro de instrumentos, te incita al pique, tratando de superarte cada día en la búsqueda de tu récord de consumo mínimo, pero en mi caso siempre acababa dándole estopa y adiós objetivo de conducción eficiente… A ver, ¡es una Duke y pide guerra! Pero aún así, descarta hacerte amigo del empleado de la gasolinera de tu barrio (el de al lado de mi casa me consta que me ha echado de menos este último mes) porque no la visitarás a menudo.
Por eso, si buscas una forma de huir del coche y reducir el gasto en tu camino diario al trabajo y «pasas» de aburridos scooter, con esta pequeña KTM serás el rey del mambo; o el Duke, para ser más exactos.