Yamaha SR400, una clásica actual 30 años después

La Yamaha SR400 entró en producción de nuevo 30 años después de su lanzamiento, aprovechando el boom por las motos clásicas.

Álvaro Gavín. Fotos: Lluís Llurba

Yamaha SR400, una clásica actual 30 años después
Yamaha SR400, una clásica actual 30 años después

No solo yo era un niño cuando Yamaha puso en el mercado su Yamaha SR400, sino que además mi afición por las motos de carretera es tardía, pues a mí siempre me ha gustado el off road. Por lo tanto, no tenía ni idea de lo que podía suponer conducir un modelo con treinta años a sus espaldas, aunque sí mucha curiosidad. Podía haber satisfecho este deseo con una clásica, tan de moda hoy día, pero no es lo mismo pues se podría decir que la japonesa es un modelo recién salido de la caja, no una restauración.  Precisamente es el hecho de tratarse de un modelo «antiguo» y no una réplica lo que la hace especial, tanto para lo bueno como para lo malo, y esto es algo que marca su comportamiento en el día a día desde el primer momento. Pero vayamos poco a poco.

Disfruté de la clásica en un período de tiempo en el que ha hecho calor, en unas semanas en las que no sólo tuve que hacer mi recorridos urbanos habituales sino que también me tocó realizar algunos trayectos por carretera y autopista de unos 60 kilómetros cada uno, tanto de día como de noche, por lo que puse a prueba a la Yamaha SR400 en todas las circunstancias posibles, excepto en mojado.

La Yamaha SR400 se mueve muy bien en ciudad

Empezaré hablando de su faceta urbana, que creo que es donde mejor se maneja la japonesa debido a sus características. Ayuda mucho a manejarse con ella la altura a la que está situado el asiento (no le hubiera venido mal un poco más de espuma en el interior), muy bajo como para que un «tío bajito» como yo llegue al suelo perfectamente con los dos pies. Pero es que además el radio de giro es muy amplio, por lo que colocarse en primer lugar del semáforo en un juego de niños. La suavidad en la respuesta de su motor a bajas revoluciones ayudan en este propósito, acompañando con la misma amabilidad el embrague. En este sentido, hasta parece una moto más pequeña, casi una 250, y para los que practicamos una conducción tranquila nos viene muy bien.

Esta ausencia de estrés en la conducción, todo hay que decirlo, tiene un efecto secundario un tanto delicado, al menos a mí me ha ocurrido este mes en alguna ocasión, y es la de calar el motor al salir del semáforo. Con otras motos basta un pequeño toque en el botón de arranque y asunto arreglado, pero la Yamaha SR400 sólo cuenta con una palanca de arranque en el lado derecho para darle vida al propulsor. Y ya os digo que en caliente, aún contando con un descompresor en el manillar, no es tarea fácil si los nervios aparecen. En frío arranca prácticamente todas las veces al primer intento, pero cuando el motor está en su temperatura óptima de uso cuesta mucho. Y eso que durante muchos años he tenido motos de enduro con palanca de arranque. Me comentan mis compañeros probadores que es una cuestión de coger el truco y la posición, y estoy seguro de que es así, pero cuando hay un coche detrás esperando los nervios aparecen y yo al menos no he sido capaz de dar con la tecla de forma inmediata.

Eso sí, una vez ya estamos en marcha de nuevo, aparecen las grandes virtudes y que la diferencian de las 250 que comentaba anteriormente, como son la suavidad y la más que notable respuesta de las suspensiones y los frenos (aunque sin ABS). Los baches de mi urbe, algunos que yo creo que hasta se ven con el Google Earth, han puesto a prueba tanto la horquilla como los amortiguadores traseros y en ningún momento he tenido el más mínimo problema. Me he sentido más a gusto con el tren delantero, pero después de hacer unos cuantos kilómetros no podría decir nada malo del tren trasero. Lo mismo que con los frenos, el único disco delantero responde con firmeza ofreciendo un buen tacto. Y el tambor trasero (otra reminiscencia del pasado) también responde con eficacia.

Otra de las diferencias con otras motos ciudadanas se produce a la llegada al destino. Raro es el día que nadie te pregunte por ella. Si es un modelo nuevo, si se vende así de serie, me han llegado a preguntar si se trababa de una restauración...

¿Cómo va la Yamaha SR400 en carretera?

Como os comentaba al principio de la prueba, en esta ocasión he tenido la oportunidad de salir mucho a la carretera. En algunos momentos por la carretera de Madrid a Colmenar Viejo, una vía rápida limitada a 100 km/h, y en otras por la carretera de La Coruña, autopista de hasta cuatro carriles, aparte del Bus VAO. Con un motor de 400 cc, aunque no se trate de uno de última generación, hay potencia de sobra para rodar seguro, pero en algunas ocasiones me encontré con necesidad de algo más, especialmente en las subidas pronunciadas.

Circulando por la M-607, que une Colmenar Viejo con Madrid, nunca tuve esa sensación, pues los coches suelen respetar el límite establecido y tampoco hay grandes desniveles. Por si fuera poco, desde que abandono la vía rápida hasta llegar a mi destino, tengo cerca de 20 kilómetros de carretera nacional de doble sentido, en donde la Yamaha SR400 se encuentra realmente cómoda. Casi me atrevería a decir que de la misma exquisita manera que lo hace en ciudad. Eso sí, los adelantamientos hay que tomárselos con calma, el motor va justo si quieres ponerte a hacer florituras.

Esa ausencia de caballos se aprecia todavía más cuando la vía rápida lo es todavía más, como la A-6, entonces las limitaciones salen a relucir. En las bajadas e incluso en el llano puedes ir a 120 km/h, pero no lo conseguirás en las subidas, y mucho menos si éstas son continuadas. Y casi que mejor, pues es en ese momento cuando las vibraciones aparecen. La primera vez que superé las tres cifras en el velocímetro me quedé muy sorprendido.

En ciudad no había notado vibraciones, todo lo contrario, de hecho hubiera considerado a la Yamaha SR400 como un prodigio de suavidad de funcionamiento. Entre 50 y 100 km/h sí que se notan algo más, pero lo normal en un motor monocilíndrico. Pero a partir de ahí incluso se vuelven molestas. El espumado del asiento no es capaz de amortiguarlas y llegas a casa con pocas ganas de que te den una palmada en el culo. Es tal el nivel de vibraciones que olvidas el viento que te llega al cuerpo por no contar con protección aerodinámica.

El precio de la Yamaha SR400

Pero no nos engañemos, la Yamaha SR400 no ha sido concebida para circular por la autopista, está pensada para ir por la ciudad y por la carretera con una moto diferente, con una clásica auténtica (cuenta incluso con guardabarros metálicos) y donde el único elemento actual que posee es el botón de las luces de emergencia, eso sí, con un pulsador que simula a los utilizados muchos años atrás, para no desentonar. Por la calle, con sus grandes espejos que te informan de todo lo que ocurre detrás de ti, te olvidas enseguida de las vibraciones y, si no se te para, de su peculiar sistema de arranque.

Ahora bien, la exclusividad tiene un precio y en el caso de la Yamaha SR400 es de 5.999 euros. Puede parecer mucho si los comparamos con el de otras motos de la misma marca, pero es el coste que tiene contar con una «vintage» auténtica, recién salida de la cadena de montaje. Pregunta a cualquier restaurador de motos cuánto costaría dejar una moto antigua en el estado en el que te entregan ésta en el concesionario. Es evidente que entonces los números salen.

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