Joan Lascorz es un hombre de pocas palabras que siempre ha preferido que sus acciones hablen por él.
«Todo ha sido más o menos de casualidad. Los raids me los miro desde que estaba en el hospital. Mi mayor problema es que no tengo movilidad en las manos. Miguel, un amigo que también es parapléjico, me dijo que había un Mercedes de un equipo en Francia, que había hecho el Dakar y la African Race. Es un coche preparado para carreras, pero luego vimos que llevaba cinco años parado. Euromobility es una empresa que se dedica a adaptar coches para personas con discapacidades, y me ha ayudado mucho, se han portado muy bien. Alpinestars también me echó una mano. Yo corría con ellos en SBK. Con los neumáticos también me ayudaron y Galfer hizo lo propio con los frenos. El resto del material lo compré yo. Me dijeron que competir con cuatro ruedas costaba mucho dinero, pero yo lo necesitaba probar, saber qué podía sacar de mí. Todo el mundo me decía que me preparase durante un año. No he entrenado. En el circuito de Pep Vila di 10 vueltas y se rompió el coche. Al menos comprobé que no me mareaba, pues en la silla me suelo marear. Me apunté a la Baja cuanto todavía no tenía ni licencia».
«La última semana el coche estaba por hacer. Los mecánicos se quedaban sin dormir hasta las cinco de la mañana. De los nervios cogí gastroenteritis, me dio fiebre... Me pasé los tres días de carrera sin poder comer, solo hidratándome. Salimos a la etapa prólogo con el volante y las ruedas torcidas. Además el reglamento exige una brida en la admisión que le quitaba la mitad de la potencia al motor. Ana, la fisioterapeuta, me ayudó todos los días, hacíamos estiramientos en cada descanso. Mirábamos el tema de las llagas que es muy importante. Bea, mi pareja, también me cuidó mucho. Si no es por la ayuda de mis mecánicos y amigos no habría sido posible. Ellos han hecho la carrera conmigo. El domingo bajé mi tiempo. Apreté un poco más y entré en el tiempo clasificatorio. A pesar de haberlo pasado muy mal, ha valido la pena, todos hemos disfrutado y hemos aprendido un montón. En la salida me encontraba muy mal, estaba enfermo, no comía. La cuenta atrás es de 30 segundos y a partir de aquí recuperé las fuerzas. El domingo disfruté mucho más. No me explico cómo el coche no se ha partido en dos. Nos quedamos sin frenos. Había un tornillo que se había salido, y Raúl tuvo que coger un tornillo de mi silla de ruedas para arreglarlo. Durante los tres días, en total hemos estado 24 horas dentro del coche. El sábado me acosté a las dos de la mañana y a las siete estaba en planta. Ahora entiendo lo mucho que sufren los últimos del Dakar».
«Agradezco a toda la gente que me ha ayudado. No tengo palabras. A Guim Roda, a Raúl mi mecánico, a la gente de Kawasaki. Me gustaría seguir en la competición, pero el mundo de los coches es muy caro. Voy a intentarlo. Animo a gente con mi discapacidad a que lo haga».
«Para sacarme la licencia una doctora me hizo una prueba en el Circuit de Catalunya. Tenía que bajarme solo del coche, sin ayuda, y apartarme de él, simulando un caso de incendio. Además el doctor Benito del Institut Guttmann realizó un informe para la Federación. El RACC también me ayudó».
«Step by Step es un centro para lesionados medulares, en el que se hace rehabilitación, gimnasio… Cuando sales del hospital, te dejan en una silla y piensas: “¿Y ahora qué hago?”. He tardado dos años en poder salir y entrar del coche por mis propios medios. Y del coche de carreras dos años y medio. Desde hace seis meses he empezado a conducir por la calle. Lo que más me cuesta es meter la silla, pero cada vez es más fácil. Ahora ya ni me lo pienso».
«En el volante llevo una especie de U en la que meto la mano. Es complicado, coger baches, saltar, etc. En la otra mano tengo el puño de gas y el freno. Estoy mirando cómo fortalecer el hombro para manejar mejor el volante. La verdad es que Raúl, mi copiloto, lo hizo muy bien pues es muy precavido. Fuimos progresando día a día probando el coche. Me decía que estaba disfrutando como un niño. Tuvimos momentos difíciles, nos quedamos enganchados en una trialera. Suerte que llevábamos un gato hidráulico. A mí lo que me gusta es competir, las carreras, poder ver el nivel de las otras personas. Si queremos seguir o abandonar ahora puedo hacerlo. Sé dónde están mis posibilidades».
«A mis padres la verdad es que no les quise contar nada. Si te digo la verdad solo dos personas me dijeron que lo hiciera, todos los demás me aconsejaban paciencia, ir poco a poco. Una fue Guim Roda y otra yo mismo. Guim me ha ayudado bastante, a última hora pero siempre se las apaña. Le doy las gracias de corazón, también me ayuda con temas personales. Ahora me siento muy realizado. Saber que he podido acabar, que he podido hacerlo. Espero que esto me sirva a mí y a la gente que tiene alguna discapacidad y a la que no tiene ninguna. Que la gente piense que, a pesar de todos los problemas, nada es imposible».
«Tengo ganas de hacerlo con un coche competitivo y un buen proyecto. Sabía que esto me iba a costar dinero, pero tenía que hacerlo. Ahora ya todo depende de que me ayuden. Con mi lesión no puedo practicar muchos deportes. En los coches he encontrado la fórmula que me permitiría intentar competir con los mejores. Las sensaciones después de tantos años las sigues llevando dentro».
«Tom Sykes está en un estado en que ya se ha creído que es bueno, hace tres años no se lo creía. Todos los pilotos tienen una bajada, lo más difícil es volver como ha hecho Rossi. A Sykes cada vez lo admiro más, antes no me caía muy bien. Lo interesante es que ningún piloto conduce igual. Es lo que más me gusta, nadie se ve igual encima de la moto. Esto es lo que más me enamora de la moto. Nunca le he cogido rencor a la moto. Volvería a subirme mañana si pudiera. Aunque sea solo para hacer supermotard. Eso lo echo de menos».