El TT y el Manx GP no son unas carreras fáciles, se han llevado por delante a más de 200 de sus pilotos y son las únicas que tienen publicado un obituario conmemorativo de sus víctimas, y no un folleto, sino un libro con varios cientos de páginas. Correr en la Isla de Man es una decisión libre que requiere una reflexión lenta y seria antes de ser tomada, pero también es una filosofía de vida para muchos británicos e irlandeses, que han vivido con ella desde su nacimiento, con sus hazañas, sus momentos de gloria, y con sus dramas y sus muertos. En el pasado los jóvenes de las Islas buscaban cambiar su vida viajando a los confi nes del mar, o alistándose en las múltiples guerras en que se involucraba el Imperio Británico, ahora algunos lo hacen corriendo a más de 300 km/h en un circuito que no es otra cosa que una sucesión de carreteras comarcales y calles. Muchas de ellas se disputan en Irlanda, pero la que realmente vale, la carrera de todas las carreras en carretera, se disputa en un trazado centenario que transcurre entre algunas de las poblaciones de la Isla de Man, un territorio autónomo en el Mar de Irlanda, conocido por ser un paraíso fiscal, y por su gran carrera, el Tourist Trophy.
Gloria
La Isla de Man te lo puede dar todo, pero también puede quitártelo. Este es el juego, el premio de ganar la gloria y el riesgo de perder la vida, algo que puede suceder con total facilidad, porque un error signifi ca caerse a gran velocidad entre sus muros y, la mayoría de las veces, chocar contra ellos. Sin embargo, en la gran dinastía de los Dunlop, los dos integrantes que han fallecido en accidentes en carreras en carreteras, lo han hecho fuera de la Isla, Joey en Estonia, en una carrera anónima, y Robert en Irlanda del Norte, en la otra gran «Widow Maker», el North West 200, la carrera previa al TT que se disputa en un triángulo de su costa. Los Dunlop son originarios de Ballymoney, un pueblo del Norte de Irlanda, muy cerca de Coleraine, Portrush y Port Stewart, los tres vértices del North West.
A principios de los años ’50, y más allá, cuando nació William Joseph Dunlop, no era una zona que ofreciese grandes posibilidades para sus ciudadanos. «Joey» o «Yer Maun», el mayor varón de una familia de siete hermanos, no empezó a correr hasta los 17 años, cuando se pudo comprar una pequeña Triumph. Como todos por allí, comenzó a participar en carreras en pequeños circuitos irlandeses con muy pocos medios, como la mayoría, y aunque sin victorias, enseguida despuntó, hasta el punto de decidir dedicarse todo lo posible a las carreras, eso sí, manteniendo su dedicación a los trabajos manuales, porque de correr no iba a poder vivir.
Junto a dos amigos y a su hermano menor, Jim, creó una escudería llamada la «Armoy Armada» por la cercana población irlandesa donde también se hacían carreras, y se hicieron famosos por allí. De los cuatro integrantes, sólo su hermano Jim ha logrado sobrevivir a las carreras, y porque fue el único que las dejó con relativa rapidez. Los otros dos integrantes eran: Frank Kennedy, que murió seis meses después del Nort West 200 de 1979, debido a las heridas que sufrió allí en una caída, y Mervyn Robinson, que se convirtió en el cuñado de los Dunlop, y se mató en esa misma carrera el año siguiente.
En esos años Joey ya se había convertido en un piloto reconocido en las Road Races. Se había estrenado en el TT en 1976, y había ganado antes algunas carreras internacionales. Su primera victoria en el Tourist Trophy llegó tan sólo un año después de su estreno, sobre una Yamaha OW31 de dos tiempos y 750 cc, en una categoría denominada Jubilee Classic. Después llegaron 25 victorias más, rompiendo todos los récords. Además, en las otras dos grandes carreras irlandesas, el Ulster Grand Prix y el North West 200 ganó 24 y 13 veces respectivamente. Joey fue básicamente un piloto de Honda, pero ganó con otras motos en el TT, con múltiples anécdotas a lo largo de todos sus años de competición, desde ganar un Classic sobre una Yamaha 750 cc de dos tiempos con el depósito de gasolina suelto, sujetándolo con las rodillas y los codos, y hay que considerar que una de estas motos en el TT llevaba más de 30 litros de gasolina; hasta parar por una avería en un bar y regresar a la carrera para hacer la vuelta rápida y acabar tercero, después de avisarle un aficionado que la moto podía arreglarse en un instante.
Joey se convirtió en el hombre del TT, que al fin y al cabo es la carrera que importa en este mundo de las Road Races, y a lo largo de casi dos décadas se dedico a ganarlo, romper récords y dejar en evidencia a sus rivales más jóvenes. De hecho, su última victoria en la Isla tuvo lugar en el año 2000, poco antes de matarse en julio en una carrera cerca de la capital de Estonia, Tallin, en el circuito de Pirita Kose Kloostrimetsa, un nombre muy largo para una serie de carreteras enlazadas. En la carrera de 125 cc en agua, se cayó y chocó contra un árbol. Ganó ese año tres carreras del TT a los 48 años.
Una de las actividades en las que este integrante de la familia Dunlop siempre fue muy activo, fueron las obras sociales, creando asociaciones de caridad por las que fue premiado como OBE —Order of the British Empire—. La muerte de Dunlop fue un auténtico drama no sólo en Irlanda, sino para toda la comunidad de las carreras en carretera. En su localidad natal, Joey tiene una estatua y ha sido considerado el tercer irlandés más célebre.
El pequeño
Viendo los éxitos de su hermano mayor, Robert Dunlop, uno de los gemelos que completaban los siete hermanos de la familia, decidió seguir la tradición de los varones de la familia, y también dedicar su vida a las carreras. Como todos los jóvenes irlandeses, comenzó su carrera en las citas de su isla, hasta que se estrenó en el TT en 1983, ganando en el Junior la categoría de «newcomers», que son los novatos. Después tuvo que esperar bastante porque no logró su primera victoria hasta 1989, en el Ultra Light. Por entonces los Dunlop arrasaban en la isla, el hermano mayor ganaba con las motos grandes y el pequeño con las más ligeras.
Pero la vida de Robert sufrió un vuelco a mitad de los ’90. Ya había ganado cuatro TT, cuando en 1994 tuvo un terrible accidente que dio la vuelta al mundo. La rueda trasera de su RC45 se rompió en una larga curva de izquierdas que hay después del famoso salto de Ballaugh Bridge. Esa moto tenía un basculante trasero monobrazo, y la llanta, sencillamente abandonó la moto, dejando a Robert en su moto sin control a toda velocidad. Sufrió unas heridas tremendas que le trajeron como secuelas perdidas parciales de movilidad, sobre todo en su pierna izquierda, con problemas con los tendones.
Todo el mundo creía que su carrera como piloto había acabado y, de hecho, no pudo correr en las siguientes temporadas, pero tenía una voluntad férrea, y a pesar de la opinión de todos, insistió en volver a las carreras, aunque sólo le permitieron participar en las categorías inferiores. Las secuelas de su accidente le acompañaron el resto de su vida, por una parte, reduciendo su participación a las carreras de motos pequeñas y ligeras, en especial las 125cc. Por otra, obligándolo a tener que estar constantemente litigando con los organizadores y las compañías de seguros para poder correr. Llegó a volver a ganar un TT, el Ultra Lightweight de 1998, y decidió retirarse después de 2004, para centrase en ayudar a sus dos hijos, William y Michael, en su carrera como pilotos. Sin embargo, y aunque dejó el TT, el gusanillo de las carreras no le abandonaba, y siguió corriendo en Irlanda junto a sus vástagos, hasta que se mató en los entrenamientos del North West 200 de 2008, corriendo en la categoría de 250 cc. Su moto gripó y al accionar el embrague, apretó también la maneta del freno trasero que tenía conectada en el manillar izquierdo por sus problemas con la pierna, se cayó, y Darren Burns, el piloto que iba tras él, no le pudo evitar y le atropelló.
Para entender la filosofía de este tipo de carreras y de sus participantes, hay que señalar que sus hijos, que también estaban corriendo, decidieron seguir en la competición. El menor de los dos, Michael, ganó la carrera de Supersport al día siguiente como homenaje a su padre, y fue vitoreado y alzado en brazos de los aficionados. Ese año, dos integrantes de esta revista, Sergio Romero y un servidor, estábamos allí corriendo precisamente esa carrera en una serie de artículos sobre las Road Races, y pudimos comprobar lo diferente que se trata allí la vida y la muerte de los corredores de motos. Prácticamente la única frase que oíamos era «ha muerto haciendo lo que quería». Con Robert desaparecía la primera generación de los Dunlop, los Reyes del TT. Es cierto que no habían fallecido en la Isla de Man, pero era esta la carrera que se quedaba huérfana.
Segunda generación
Sin embargo, esta familia con nombre de neumático no había acabado en el mundo de las carreras, William y Michael ya estaban en condiciones de continuar la saga de su familia, y el segundo de ellos no tardó nada en hacerse con el mando. El mayor, William empezó a correr a los 17 años en 125 cc, bajo la tutela de su padre, pero no ha logrado sus primeros éxitos relevantes hasta hace pocos años, y está a punto de cumplir los 30. Nunca ha ganado la gran carrera en carretera, pero sí el North West 200 en varias ocasiones a finales de la década pasada y este año ha batido a su hermano en la de Superbike, algo que no es precisamente fácil, como pueden atestiguar sus rivales. Los dos Dunlop estuvieron luchando toda la carrera, y al final el mayor logró imponerse por unos metros. Hasta entonces su relación había sido perfecta, ahora habrá que ver si la rivalidad deportiva supera los lazos familiares.
No obstante, el verdadero sucesor de la saga es Michael, el menor de los dos hermanos, hijo de Robert, sobrino de Jim y Joey. Su aspecto, desde luego, no es el de un piloto de motos, al menos tal y como lo conocemos en España, pero durante muchos años John McGuiness ha demostrado que no hace falta ser una sílfide para ser el mejor en el Tourist Trophy. Tienes desventajas en las motos pequeñas, pero resistencia para hacer esas carreras tan largas. Michael, con su aspecto lozano, sus pómulos sonrosados y su cara de bonachón engaña, porque encima de la moto es un piloto agresivo como pocos, un «Gremlin» que cambia, no al mojarse, sino al ponerse un casco.
Su vida ha transcurrido siempre en los circuitos, junto a su padre y su hermano, y tras la muerte de su progenitor, se ha convertido en uno de los grandes favoritos del TT, en el que debutó en 2007, y del resto de las Road Racer. Tras su debut, volvió a la Isla un año más tarde, tan sólo una semana después de la muerte de su padre, y tras el debate sobre la oportunidad o no de asistir a la Isla de Man en esas circunstancias. No ganó nada, pero al año siguiente logró la victoria en la segunda carrera de Supersport, convirtiéndose de esta manera en el tercer integrante de la familia en conseguir vencer en el TT, y desde entonces no ha dejado de ganar. Hasta 2012 logró tres victorias, pero al año pasado explotó literalmente. De las siete carreras que se realizaron en 2013, ganó cinco, y este año ha logrado otras cuatro, para acumular ya una docena. Si sumamos a las suyas las 26 de su tío y las cinco de su padre, la saga llega a las 43. No ha habido nunca una saga con tanto éxito en el TT, aunque para lograrlo ha tenido que pagar un precio altísimo
NOTA: En 2019, Michael Dunlop suma 19 victorias en el TT, mientras que William Dunlop falleció en julio de 2018 durante los entrenamientos de la Skerries 100.