Turismo: Río Ebro (II)

Quien piense que en Aragón no disfrutan del mar, se equivoca. De hecho, es uno de los protagonistas de esta serie sobre el río Ebro, auténtico «culpable» de que en el entorno de nuestra ruta encontremos el mar… antes de tiempo.

Luis López Fotos: Juan Sanz

Turismo: Río Ebro (II)
Turismo: Río Ebro (II)

Me cuenta mi amigo Marcos Blanco, artífice de la entrega inicial del Turismo que narra la primera parte del recorrido junto al Ebro, que nunca disfrutó tanto de la «sangre de Cristo» como en los bares que salpican la calle Laurel, en pleno corazón de Logroño. No en vano fue aquí donde festejó el «fin de fiesta» junto con el artífice de las fotos que ilustran estas páginas, Juan Sanz, todo un entendido del mundo vitivinícola, ya sea como productor de su propia cosecha o como mero espectador en las catas, tan apreciadas por él.

En esta ocasión no disfrutaremos con los caldos de la región, o sí, si es que te tomas un respiro sin siquiera haber comenzado la ruta. Una visita a Logroño siempre es sinónimo de excelentes vinos acompañados de los obligatorios pinchos de rigor, por lo que te dejo que hagas lo propio para, una vez repuesto en cuerpo y alma, acomodar el equipaje en la moto y salir sin mirar la hora del cuadro de la R 1200 GS Adventure en busca, como su apellido indica, de las aventuras que nos deparará la compañía del Ebro en su recorrido desde Logroño hasta el mar… de Aragón. ¡Que sí, que allí tienen mar! Culpa del río.

Salvando las obras

De acuerdo, se suele decir que las obras son el necesario peaje para mejorar una infraestructura, pero mientras tanto lo único que consiguen es entorpecer el tráfico, correr el riesgo de pinchar una rueda o patinar con la tierra que dejan las máquinas y camiones mientras trabajan. Ese es el panorama que nos encontramos hoy día a la salida de Logroño hacia Calahorra. Para evitarlo y disfrutar de una vía menos ocupada que la N 232, dirigiremos nuestros pasos hacia la NA 134, circulando de esta forma más cerca del río que si lo hiciéramos por la «dos tres dos».

Pronto nos encontramos con Lodosa, donde todavía se conservan los característicos escudos de estilo barroco y rococó de los siglos XVII y XVIII, que puedes ver paseando por las calles Mayor y Ancha. Además, resulta interesante una rápida visita al acueducto Alcanadre-Lodosa de origen romano, más conocido como el «Puente de los Moros». Más tarde, la carretera nos lleva a pasar por San Adrián para llegar a la localidad de Calahorra, con espléndidos vestigios romanos. Para ello cruzamos el río, desviándonos un poco de la línea marcada por la NA 134, aunque en realidad merece la pena… especialmente y según dicen, durante las fiestas patronales de agosto honrando a San Emeterio y San Celedonio.

De nuevo cruzamos el río retomando la carretera que nos lleva acompañando desde Logroño para ir al encuentro, en esta ocasión, de Tudela, no sin antes salvar uno de sus afluentes más insignes, el río Aragón, y de cambiar su condición de carretera secundaria por la de Nacional poco después de Cadreita. Así, la flamante NA 134 nos acerca a Tudela, si bien un desvío hacia la izquierda para admirar las Bardenas Reales nunca estará de menos.

Los caprichos de la naturaleza, moldeando la piedra para adquirir formas cuando menos curiosas, llaman la atención del viajero en un paraje donde la tranquilidad solo se encuentra interrumpida por el silbido del viento… o la lluvia que nos sorprendió en plena tormenta vespertina, aderezada con no pocos rayos y truenos. A escasos kilómetros entramos en Tudela mientras salvamos los 16 pilares y sus 17 arcos, todos ellos desiguales, de su puente de piedra; caminamos en busca de las vistas que ofrece el cerro de Santa Bárbara, para disfrutar de una imagen en la que ciudad y río quedan hermanados.

Zaragoza nos espera

Los ecos de Tudela todavía resuenan dentro del casco mientras abandonamos la ciudad por el puente de origen, según nos dicen, musulmán, lo que le otorga cierto parecido al de Córdoba… ¡Eso explica que me lo hiciera recordar! Así, la NA 126 nos lleva a acompañar al río a través de sus canales próximos a la vía. La situación cambia cuando abandonamos el Reino de Navarra para entrar en Aragón, ya que el firme de nuestra carretera se deteriora de forma notoria justo a la altura del cartel indicativo…

La «nueva» A 126 nos acerca al río Tauste hasta llegar a Alagón, donde la antigua muralla fue capaz de dar cobijo, durante la Edad Media, a las culturas judía, musulmana y cristiana al tiempo, curiosamente sin grandes desavenencias.

Llegado a este punto, lo más adecuado es avanzar por la autovía que nos acerca a Zaragoza. La majestuosa Plaza del Pilar nos espera en un día en el que la ausencia del sol mitiga las altas temperaturas, aunque convierte en soportable una visita a este emblemático y turístico lugar.

La última sección de nuestra segunda etapa nos conduce, acompañado de los meandros del Ebro «encorsetado» entre la vieja N II y nuestra N 232, hacia Caspe tras la maraña de desvíos, circunvalaciones y tráfico pesado que rodea la capital maña. Será poco después de Quinto cuando, a nuestra izquierda, tomaremos la A 221 para disfrutar de los recovecos que nos esperan en Sástago y las hermosas vistas del denominado Mar de Aragón a la altura de Escatrón, tras salvar su viejo puente que da continuidad a la vía, ahora más recta. Caspe y la majestuosidad de su dique nos esperan para contemplar un bello atardecer de verano, con las aguas embalsadas del Ebro como testigo.

No te puedes perder

Aragón Mudéjar: Uno de los prinicpales reclamos arquitectónicos de la zona lo encontramos en los vestigios mudéjares que adornan sus iglesias. Las torres que salpican el camino son una clara evidencia de ello. Su relativo buen estado de conservación, así como la riqueza de este patrimonio, logró alcanzar el reconocimiento de la arquitectura mudéjar de Aragón como Patrimonio Mundial en 2001. Curiosos es el dibujo, desde la lejanía, que forman los arcos de medio punto, así como la estampa del ladrillo empleado en su construcción.

Tudela: Desde el cerro de Santa Bárbara se domina toda la ciudad de Tudela. Nos dicen que aquí residía rey Sancho el Fuerte, tras los muros de un excelso castillo medieval levantado hacia el siglo XII del que apenas se han encontrado algunos torreones, tras diferentes excavaciones en la zona. A partir de 1942, encontramos desde el punto más alto la imagen del Sagrado Corazón. Se le conoce popularmente como ''el manchas'' por las enormes manos con las que se presenta bendiciendo. Merece la pena subir hasta el parque situado a sus pies para contemplar las vistas.

Zaragoza: Punto de encuentro de lugareños, especialmente en fiestas, así como la multitud de turistas que se congregan en este punto, es la Plaza del Pilar. Se la denomina también como Plaza de las Catedrales, ya que en este espacio encontramos dos: la Seo o Catedral del Salvador y el Pilar. El amplio espacio ocupado da cabida, además, a edificios como el Ayuntamiento, la Lonja, los juzgados o el monumento a Goya, maño ilustre de Fuendetodos. La zona es totalmente peatonal, excepto para los servicios municipales, pero puedes aparcar la moto en la calle situada entre el Ebro y la misma plaza.

Mar de Aragón: La llegada del Ebro a la zona de influencia de Caspa dentro de la comarca del Bajo Aragón, ha servido para que la ingeniería civil aprovechase las fuerzas de la naturaleza en busca de energía eléctrica. Así nace el Embalse de Mequinenza, más popularmente conocido como Mar de Aragón por su vasta extensión. En él, encontramos la posibilidad de practicas diferentes actividades lúdicas, explotadas entre otros agentes por club náutico local, campings o puntos de pesca. Así, ''Mar de Aragón'' se ha convertido en marca turística para un destino convertido en auténtico motor de la economía local.