Yamaha sorprendió a su más directa competencia presentando un modelo enteramente nuevo y que apenas aprovechaba componentes de la versión previa.
Salvo las pinzas de freno delanteras y, evidentemente, esa misma denominación iniciada allá por el año 1999. Debido a un exceso en su stock de la exitosa versión del 2005 en nuestro mercado, Yamaha España decidió renombrar a la novedad añadiendo una R a sus ya de por sí deportivas siglas de cara a su campaña de promoción, pero que no figuraba por ninguna parte en su afilado carenado. Todo con el único objetivo de diferenciarlas sobre la tarifa de precios durante las dos temporadas que convivieron en el catálogo ambos modelos.
De circuito
Su volumen era mucho más reducido, así como afiladas las formas que en la anterior generación ya daban a entender sus intenciones mucho más deportivas. Diseñada para un uso más exigente en circuito, enseguida se comprobó poblando las parrillas de salida en todo tipo de campeonatos.
Estrenaba bastidor y motor, y se anunciaba una drástica reducción de peso. Aunque, sin duda, uno de sus más sorprendentes reclamos se encontraba en el cuadro de mandos, donde el tacómetro ubicaba su zona roja a unas increíbles 17.500 rpm. Dato un tanto optimista -nuestro Centro Técnico sólo llegó a registrar unas más que honrosas casi 16.000 rpm- aunque tal récord se conserva aún imbatido una década más tarde.
Su primera renovación llegó un par de temporadas más tarde donde se optimizó el bastidor y el motor incorporando admisión de trompetas variables como estrenó un año antes la Yamaha YZF-R1. Además, la marca aprovechó para rectificar el régimen máximo declarado, situando la zona roja ahora mil vueltas antes (16.500 rpm). Aunque sin registrar nuestras medidas cambio alguno. Pero si algo diferenciaba a estos «revolucionarios y revolucionados» tetracilíndricos de su competencia era ofrecer su mayor rendimiento unas dos mil vueltas más arriba.
En cualquier caso unas máquinas fantásticas, por sus elevadas prestaciones y excelente fiabilidad, como nos tiene acostumbrados la producción nipona pero que, prácticamente, como el resto del mercado, sucumbieron en la reciente crisis. Desapareciendo de las listas de ventas y quedando en anecdótica su comercialización entre los aficionados a la competición.