Charly ha sido desde siempre un aficionado a los viajes, pasión que heredó de sus padres, quienes pese a pertenecer a una generación en la que las fronteras pesaban mucho, también salieron a ver mundo. Conocía los viajes del actor Ewan McGregor, así que a sus amigos les decía que su proyecto era «sin Ewan», por lo que acabó con el «Sinewan» de apellido. El afable madrileño pasó por la redacción para contarnos sus experiencias.
¿Quién es Charly Sinewan?
«Es Carlos, que un día se va en moto hasta Australia. Luego decide crear un blog que se llama “El Mundo en moto sin Ewan McGregor”. Ewan iba con su médico, equipo de grabación, lo que yo deseaba era hacer algo parecido, pero sin medios... Pensé que llegaría a poca gente. En mi experiencia ha coincidido el “boom” de los blogs y el de los viajes. Fui de los primeros que contó aventuras en moto en directo en castellano utilizando las redes sociales. Hasta el punto que mucha gente empezó a llamarme Charly y luego Charly Sinewan. A mí me sigue sonando raro, pero ya no me lo puedo quitar».
¿Quién eras antes de ser Charly Sinewan?
«Una persona normal y corriente, que sigo siéndolo. Trabajando 11 meses y viajando un mes. Vagaba mucho con mochila, India, Centroamérica, Sudamérica, algo de África. Siempre que estaba por ahí fuera veía gente que viajaba durante meses, eso me atraía mucho. Lo que no sabía es si yo valía para ello. He tenido una empresa dedicada al sector inmobiliario, siempre he sido emprendedor, aunque nunca he tenido más de dos o tres empleados».
¿Qué es lo que te lleva un día a decidir dedicarte a recorrer el mundo en moto?
«Nunca me fue mal, ni siquiera en plena crisis. Aunque sí que es cierto que en 2009 decidí tomarme un descanso de nueve meses. Necesitaba probar con esa vida que me atraía. Siempre estás como esperando y al final nunca lo haces. Si me hubiese ido mucho peor, la decisión final de dedicarme a viajar totalmente lo habría probado mucho antes. Creo que hay señales que la vida te va poniendo delante. En todos mis relatos, a partir de Tailandia, menciono “al guionista”, que es un personaje ficticio que va poniendo señales en mi camino. Luego a uno le toca tomar decisiones. Parecía que todo mi viaje era como una película. Hay gente que le llama Dios, otros destino…
No soy religioso y sigo sin serlo. Lo que busco es ser feliz en situaciones cotidianas, algo que en la vida urbanita que practicamos ni te fijas. He aprendido a disfrutar y a vivir con tres maletas de moto como simple equipaje. Siempre me pregunto cuando viajo qué será todo lo que tengo en Madrid en cajas que llevo años acumulando y no sirve para nada. Lo material no es indispensable. Hay un proverbio chino que dice: “Viaja ligero y llegarás lejos”. Siempre llevas más de lo que necesitas. Comparto mis viajes a través de las redes sociales, y eso supone llevar un buen ordenador… Portátil, cámara réflex, una de vídeo, una en el casco, una bolsa grande con cables y cargadores, grabadora, cuatro discos duros. Llevo uno en uso, uno de “backup”, uno con material antiguo para editar y luego un cuarto, porque normalmente uso más de un tera. Grabo en HD, lo que supone tiempo y espacio».
¿Qué importancia tiene el presupuesto a la hora de viajar y cómo lo consigues?
«Hasta ahora no ha sido muy difícil porque he seguido trabajando en Madrid. He ido reduciendo gastos aquí. El problema viene ahora pues tengo que generar ingresos viajando. Debo encontrar pequeños patrocinios, de hecho ya tengo algunos. Si no consigo patrocinios, tendré que poner en marcha un plan B, que sería trabajar por el camino. Si viajas compartiendo un viaje en las redes sociales, eso es muy caro, sobre todo en África, pues allí Internet es costoso. De lo contrario se puede hacer muy barato, acampando mucho. En comida gastas poco. Lo indispensable son visados y gasolina. Si viajas despacio, acampas y comes, no gastas mucho dinero. Los ciclistas son los que menos gastan. Puedes encontrarte a algunos con cinco euros diarios de presupuesto. Lo buenos de la bici es que el local te considera pobre, si vas en moto para ellos eres rico. En moto somos un poco héroes. La gente en África no tiene el concepto de viajar por placer. ¿Por qué vas en moto y no en coche? ¿Por qué vas solo? ¿Adónde vas? Son las tres típicas preguntas que te hacen. Emplean mucho la palabra misión. No entienden que esté viajando por placer.
En la parte anglófona hablo inglés, en la francófona lo malo es que yo no sé francés. Cuando hay ganas de comunicarte te comunicas. Puedo saber si tiene familia, si tiene trabajo, a qué se dedica. Cuanto más rural es la zona, más curiosa e inocente es la gente. Hay que prever el no quedarte sin gasolina. En África hay pistas muy importantes, y aunque se acaben las gasolineras, sí que hay sitios donde te venden combustible en botellas. A medida que te alejas de las zonas pobladas va subiendo el precio de la gasolina en botella. Llevo tres litros en un depósito supletorio de Touratech, y el de la moto tiene 16. La BMW F800 consume muy poco y además cuando viajas circulas despacio. La media suele rondar los cuatro litros. El octanaje es más bajo por ahí fuera, pero nunca he tenido problemas. En Indonesia eché 88 octanos y no pasó nada. De mecánica no es que tenga mucha idea. Sé arreglar un pinchazo, cambiar el aceite y sobre todo levantar la mano y parar a un camión. No tener ni idea de mecánica también te hace aprender a pedir ayuda, lo que es muy importante. Está bien ser autosuficiente, pero si necesitas de los demás vas a conocer a más gente. Ahí tengo muchas historias que contar. Gente que me ha ayudado de forma muy generosa. En Indonesia se rompió el amortiguador de la Varadero a las cuatro de la mañana en mitad de una pista. Llegué hasta un taller que era poco más que un señor con una llave inglesa. Hubo que pedir las piezas a España y llegaron a Bali 15 días después. Un amigo me dijo: “Cuando te caigas aprovecha y mira a ver si hay una moneda en el suelo”. En el taller le dedicaron ocho horas sin parar varias personas a arreglar la moto y no me cobraron nada. El dueño más o menos vivía bien, pero los mecánicos eran gente pobre, pobre. Las conversaciones con el propietario del taller eran profundas sin necesidad de hablar el mismo idioma. Me dijo: “La pieza está soldada, si quieres la monto y te vas, pero no te lo recomiendo”. Siempre acabas entendiéndote con los seres humanos».
El viajero no es un turista
¿Qué es mejor, ir solo o acompañado?
«Viajar acompañado es muy complicado. Tomas 100 decisiones diarias. Si llevas a alguien tienes que consensuarlo. Hace cuatro años que estoy dando la vuelta al mundo y creo que me llevarán otros tres o cuatro completar el viaje. Luego veremos qué hacer… Cuando tienes un interlocutor hablas y no observas. Viajar solo te abre muchas puertas. La gente tiene la sensación de que necesitas ayuda. Pierden el miedo. Un motero es un tío raro, con un traje que no tiene ningún sentido en la mayoría del planeta. A 35 grados con cordura y un casco en un país donde nadie usa ninguna protección. Tres tíos así son una amenaza, un tío solo es un bicho raro. Estás mucho más predispuesto a conocer gente».
Si tuvieses que decir qué es lo que has aprendido en tus viajes, ¿qué sería?
«En esencia eres siempre la misma persona, lo que ocurre es que descubres cosas que no sabías que tenías dentro. El instinto de supervivencia lo tenemos todos. No lo sabes hasta que te hace falta. Me quedé tirado en un parque nacional a las 10 de la noche donde había leones y no me arrancaba la moto. Hice un fuego y luego vinieron a buscarme. Reaccionas automáticamente. En otra ocasión escapé de un policía, sin saber que era un policía. Le solté un guantazo y arranqué a tope por Teherán, después de que me hubiese cortado el paso con su moto. La única forma de alargar la vida es hacer algo que sea intenso, y en mi caso es viajar. El tiempo se extiende un poco así. Lo que hace intensa mi vida es viajar. Me pasa mucho cuando vuelvo de viaje. Si pregunto a mis colegas cómo les va la vida me dicen: “Todo igual”. Es bueno huir de la rutina, pero tampoco hay que ser radical, no tiene que ser viajar. Puedes hacer mil cosas. Vivir sin proyectos es un poco una pena. Tener hijos es un súper viaje que yo me estoy perdiendo…».
¿En qué manera influye el tipo de moto que llevas en el viaje?
«Mucho. Por otro lado hay una gran verdad, y es que se puede llegar casi a cualquier sitio con la moto que sea. Con una Minsk 125 de 2T es posible dar la vuelta al mundo. Claro que influye la moto que llevas hacia dónde vas. Influye en la parte motera y un poco en lo que ves. Hay pistas que te llevan a sitios especiales y para ello la moto tiene que ser capaz de rodar por tierra. En cuanto al viaje interior creo que no cambia tanto. Yo he aprendido a ir en moto viajando. En 2009 fui a Australia con una Varadero y casi no había hecho pistas. Más tarde hice una ruta muy complicada en Nepal, también con la Varadero. En África no me ha quedado otra que aprender a hacer senderos. Burkina Faso la atravesé por pistas y me entusiasmó la experiencia. Lo que ocurre cuando vas por caminos de tierra es que una caída o una avería gorda es más problemático. Aunque al final siempre pasa alguien, y si no andas hasta que te topas con un ser humano. Tengo una imagen que no he olvidado, de repente en Burkina aparecí en una aldea. Una chica iba con agua en la cabeza, y al ver a un tío con una moto y un casco, salió corriendo. No puedes hacer eso, entrar en la intimidad de una familia de esta manera. Esa chica probablemente nunca había visto a un blanco o desde luego una moto. Hay que tener un poco de respeto con el medio».
Agua, fruta y arroz
¿Has tenido algún accidente serio?
«Nunca me ha pasado nada grave. La única caída dolorosa fue hace poco en Sudáfrica. Tuve una tendinitis tres meses, pero fue solo eso. Los primeros días fueron horrorosos. No podía casi cambiar de marcha encima de la moto. En el hotel me cuidaron muy bien. Caerme me he caído muy pocas veces, la moto se me ha ido al suelo infinidad de veces. Llevo un botiquín que cada vez es más pequeño. Los medicamentos locales suelen ser buenos o incluso mejores, pues están pensados para las enfermedades de los sitios en los que te encuentras. Un botiquín tienes que saber usarlo. Llevo un antibiótico y un medicamento que previene la malaria. Siempre necesitas agua y pastillas potabilizadoras, aunque solo las he usado una vez en mi vida. La única enfermedad que he tenido viajando fue en Bali, pillé una bacteria típica tropical. El resultado es que se te puede hinchar un pie, una mano... Acabé en un hospital en Bali para blancos. Costó 250 euros los dos días de tratamiento, que por fortuna pagó el seguro. Más o menos el sueldo mensual de las enfermeras que me atendieron. Te das cuenta que si tienes agua, fruta, y arroz, eso te permite ser feliz. El problema es la sanidad, si se te muere un hijo por la malaria te han destrozado la vida. Esto ocurre aún en muchos países. He cruzado varios desiertos, he visto el Himalaya, el Taj Mahal, y al final siempre me acuerdo de las personas. Se quedan para siempre, aprendes de todo el mundo. Es un pozo que se va llenando dentro ti. ¿Has cambiado? Yo creo que a lo mejor un poco puede que sí. Todos nos alimentamos de los demás. En tu vida diaria, normalmente te juntas con gente que piensa como tú, en el camino te encuentras seres humanos con otros puntos de vista. Si sigo viajando es por los personajes que me encuentro. No solo los locales, sino también otros viajeros».
Tienes algo de ayuda de BMW, ¿significa esto que si pudieses elegir habrías ido, por ejemplo, con una África Twin como van algunos viajeros muy «puristas»?
«Me fui hasta Australia en una Honda Varadero, aunque no era la moto ideal. Luego quise para ir a África una Yamaha XT, al final me compré una BMW de segunda mano a buen precio. Una F 800».
¿Qué viajeros en moto has encontrado?
«En moto he compartido ruta con un inglés, Simon, cruzamos Irán y Pakistán. Este último país fue muy duro porque fuimos escoltados, en esas circunstancias es muy agradable ir con un compañero. Con Duncan, un amigo inglés muy jovencito, hice Nepal, Tailandia y Laos. Simon con una Transalp y Duncan con una KTM 690. Crucé de Malasia a Indonesia con Roel que iba con una África Twin. Son tres grandes amigos, sigo en contacto con ellos. En África conocí a un alemán que atravesó medio Congo en una canoa, pero no por el río Congo. Casi la palma por la malaria. Me topé con un checo residente en Londres, médico, de 30 años, que estuvo viviendo cuatro meses con los pigmeos. Para llegar allí tuvo que contratar un ejército, llevaba 20 soldados a los que pagaba un dólar diario. Al final terminó con un ejército de 50 mercenarios. Tiene una página con 250.000 “me gusta” en Facebook. A los mercenarios los tuvo que separar de los pigmeos para que no violasen a las mujeres. Le conocí en Zimbabwe, él estaba con una chica, se acercaron a mí interesándose porque yo viajaba. Luego empecé a hablar con él, hasta que descubrí que tenía al viajero por excelencia. Me da la sensación que es un “crack”. En África vi muchos ciclistas, españoles, franceses, holandeses... Hay ciclistas que viajan con cinco euros al día de presupuesto. Lo más admirable de ellos no es la parte física, lo que es impresionante es que, en moto, hay días que terminas de noche y si el sitio no te gusta, pues aceleras hasta el siguiente. Un ciclista, cuando se hace de noche, allí se queda. Es un viaje muy auténtico, aunque la moto te permite llegar más lejos. También el ciclista es más libre, puede meter la bici en una caja y cruzar fronteras.
Cada vez voy más despacio. Quizás por ello pasé dos semanas en una granja en Sudáfrica. Te invitan o cambias tu estancia por algo. Allí les edité unos vídeos de la granja. No consumes gasolina esos días. Estás dilatando los visados. Si te dan tres meses, pues lo ideal es estar tres meses para amortizar el visado. Aprendes dónde venden las cosas baratas...».
Miquel Silvestre, Alicia Sornosa, tú… ¿Está de moda viajar en moto?
«Viajar no está de moda, lo que está de moda es compartir los viajes en las redes sociales. Hace años Emilio Scotto fue un viajero muy reconocido porque escribía en Motociclismo, si había otro viajando, el caso es que nadie publicó su historia. Ahora lo que está de moda es compartir los viajes a través de la tecnología. Crear tu propio contenido y salir al ciberespacio. En España el euro nos ha facilitado mucho la aventura, nos abre puertas a la hora de viajar. España es un país que va un poco con retraso. Mis padres han sido muy viajeros, íbamos con una caravana, pero así todo era una generación que las fronteras las tenía más marcadas».
Me acuerdo que Ted Simon me decía que lo mejor de su viaje de 1973 alrededor del mundo es que la Triumph se rompió mucho y con cada rotura ocurría una cosa interesante. ¿Son ahora más descafeinados los viajes con motos con arranque eléctrico, inyección, ABS, puños calefactables, maletas de aluminio hechas a medida, GPS…?
«Nada que ver, de la parte mecánica no voy a opinar porque tampoco soy un experto. Las motos andan y te llevan. Hoy se podría hacer un viaje con una Triumph de los años 70. Es impresionante lo que ha cambiado el mundo. Ted Simon tenía que mandar un télex para publicar y se guiaba por mapas. Ahora llevas un GPS que funciona, una tarjeta con Internet que puedes usar en todo el mundo, te orientas con Google maps. Casi en cualquier sitio hay cobertura de móvil. Compro tarjetas en el país. A veces me obligo a no mirar Twitter o Facebook, porque entonces no ves lo que está pasando delante de tus narices. Los africanos tienen móvil pero no tienen dinero para el saldo. En la calle te venden saldo de medio dólar. La vida allí es día a día. Un día hacen la puerta de su casa, mañana otra cosa. No hay créditos, tienen poco, pero no están endeudados…».
Nocturnidad
Según tu experiencia, ¿el mundo es un lugar peligroso o seguro?
«Seguro. Muy seguro. Lo único es que hay que tener mucho cuidado en las ciudades, especialmente de noche. Aquí también, en España, te pueden pasar cosas. Es complicado que te ocurra algo en una zona rural. Los malos trabajan de noche y en las ciudades. Nunca he visto a nadie mirarme mal. Esto no quita que haya conflictos en el mundo: Somalia, Afganistán, algunas partes de Sudamérica. De todas maneras, no dejan de ser sitios puntuales. Gran parte del Congo es muy peligroso, pero no todas las regiones. He cruzado el país y fue maravilloso».
¿El ser humano es igual en todas partes?
«Creo que hay cosas que son comunes. Todo el mundo desea que le quieran, tener un trabajo, que su familia esté bien, ser admirado… A partir de ahí tenemos culturas y educaciones diferentes que cambian la forma de pensar. La esencia del ser humano es muy parecida. Si hablo con un tío de Pakistán y le digo que no creo en Dios, es evidente que somos muy diferentes. Pero si alguien se cae al suelo, los dos haremos el mismo amago de tenderle la mano. Si nos llega el mensaje de que nuestro padre está enfermo, vamos a tener una reacción muy parecida».
Has viajado por medio mundo en moto y además solo. Tienes unas vivencias que la mayoría de los mortales no podemos sino soñar. Al volver al día a día, con la rutina, la crisis, el paro… ¿te sientes que tú estás en otra onda? ¿Puedes volver a formar parte de la “carrera de ratas” en las que estamos instalados todos los demás después de haber visto los ojos de tantos seres humanos y los caminos de multitud países?
«En parte estoy en la misma onda, estoy intentado vivir de los viajes, y para eso necesito tener un pie aquí. Estoy más tranquilo ahora porque estoy cambiando mi vida. Me encuentro en Occidente y estoy disfrutando porque estamos hablando de viajar. Me costaría volver al trabajo de antes, pero el cuerpo se adapta a cualquier cosa. Si tuviera que regresar al trabajo antiguo por necesidad, pues me adaptaría. Cuando volví de Australia tuve tres días maravillosos de amigos y familia, pero después estuve muy perdido. La mayoría de las conversaciones me aburrían, ahora todavía hay muchas conversaciones que me aburren. Viajar te aleja de muchas personas y te acerca a otras. En la lejanía te das cuenta quién te aporta y quién te quita. Es un filtro natural maravillo».
Uno de los axiomas de los viajeros es que algo así como que «el viaje es mucho más importante que alcanzar la meta». ¿Cómo interpretas esto, qué es lo que quiere decir?
«Siempre ha sido así, ni siquiera lo he aprendido viajando, ya lo tenía claro. Me voy a Australia, pues no sé qué camino voy a tomar. Nunca he reservado un hotel antes de ir a un sitio. Nunca he llevado una guía. No sé si es mejor o peor, pero es diferente. Al final si vas muy preparado vas por un sendero. El viaje te va llegando. En Sudáfrica llegué a una playa paradisíaca, en la que había un hotel muy barato. Acabé allí porque en el sitio anterior en el que estuve me dieron unos caramelos para un nieto que era el que estaba en el hotel. Previamente otra persona me había hablado del sitio donde me habían dado los caramelos. Todo ha sido una cadena de cosas que me ha ido pasando. El lugar, hacia dónde vayas, da igual».
¿Has hecho algún amigo verdadero en tus viajes?
«Eso lo sabremos con el tiempo, pero ya son cuatro años que llevo viajando. Creo que si tuviera un problema hay determinadas personas que estarían ahí».
¿Qué presupuesto tienes para viajar?
Siempre llevo más dinero del que necesito, el tiempo hasta ahora era más limitado que el dinero. Me esfuerzo por gastar lo menos posible. Si me puedo alojar más barato pues allá voy, hay veces que dedico una hora dando vueltas para encontrar el hotel más económico».
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