La primera etapa de esta ruta la empezamos en Sevilla para finalizar en Mérida. De Emerita Augusta nos llevamos un buen puñado de recuerdos, como las imágenes del acueducto de Los Milagros, obra romana que surtía del líquido elemento a la ciudad proveniente del vecino Pantano de Proserpina, o el popular Anfiteatro obra del cónsul Marco Vipsanio Agripa. En el propio teatro encontramos inscrita la fecha de su construcción, durante los años 15 a 16 a.C.
Ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993, nos sirvió para despedir el primer tramo de la Ruta de la Plata, así como para dar el pistoletazo de salida a la segunda parte que iniciamos dejando atrás Mérida por la N 630. No han pasado ni cinco minutos y ya nos topamos con la presa del Embalse de Proserpina, hasta donde puedes llegar por calles interiores de la ciudad sin siquiera circular por la Nacional. Pero ya es tiempo de pisar firme y buscar otras localidades de interés, al mismo tiempo que disfrutamos de buen firme y muy poco tráfico. ¡Bendita A66! La Autovía de la Plata nos pone en bandeja una Nacional «limpia de polvo y paja» lo que aprovechamos para, de vez en cuando, roscar un poquito más el puño de gas en zonas donde el trazado se retuerce.
Pasamos Aljucén y el río del mismo nombre para cambiar de provincia a la altura del puente romano. Atrás queda Badajoz, mientras Cáceres nos recibe con esas curvas que, como te digo, aprovechamos para «desengrasar» el camino; nos referimos en esta ocasión al Puerto de las Herrerías, donde la EX 382 nos conduce poco después hasta Montánchez.
De sorprendente podría calificarse la imagen de esta localidad desde la carretera. Situada en un promontorio, no sólo las casas agolpadas en sus angostas calles fijan nuestra mirada, sino también y sobre todo la esbelta figura del castillo desde el cual, poco después, disfrutamos de vistas extraordinarias de toda la comarca. Un consejo: busca el camino que lleva al repetidor de señal a las afueras del pueblo y disfrutarás de otro enfoque, también desde las alturas, pero de fuera del pueblo hacia él y sus alrededores.
La sierra montanchega nos acompaña durante un tiempo mientras circulamos por la EX 382, aunque en breve deberemos cambiar de vía, en dirección a Valdefuentes, por la EX 206. En Torremocha salvamos el río Salor para, tras Torreorgaz, llegar a otro de los puntos neurálgicos de la Ruta de la Plata.
Cáceres nos saluda al ritmo de sus bulliciosas calles, cada vez más protegidas del tráfico, cada vez más peatonales. El centro histórico se salvó de la «quema automovilística» tiempo atrás después de protegerse todo el entorno intramuros que, de forma necesaria, deberemos descubrir a pie. Nada que nos incomode, ya que resulta ser la mejor forma de degustar cada rincón de esta sorprendente urbe cargada de innumerables vestigios arquitectónicos. Su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO no es vana, y a buen seguro que terminarás por llevarte algunos de los mejores recuerdos entre sus estrechas calles y plazas. Por cierto, no dejes Cáceres sin salir de la ciudad por la sinuosa carretera que finaliza en el santuario de la Virgen de la Montaña. Desde aquí tendrás otra espléndida imagen de la localidad cacereña… un poco más cerca de las nubes.
En el Puerto de las Herrerías, mientras circulábamos con la V-Strom por la Sierra de San Pedro, abandonamos de forma temporal la N 630 para dirigirnos hacia Montánchez. Es momento de retomar la Nacional, dejando Cáceres por el oeste, para alcanzar los alrededores del Embalse de Alcántara. Surtido por las aguas del caudaloso Tajo y de amplias dimensiones, tanto que le sitúan como el segundo más largo de Europa, aporta un sorprendente entorno modelado a partir de la construcción del propio embalse allá por 1969. Allí nos dicen que resulta habitual desde entonces encontrarse con aficionados a la práctica de deportes acuáticos. Una actividad que genera pingües beneficios en la zona, donde se ven casas de recreo e incluso un moderno albergue donde no faltan turistas o peregrinos en dirección a Santiago. Todavía la mano del hombre no ha ahuyentado las aves acuáticas, rapaces o cigüeñas negras que envuelven con intensidad el paisaje. Esperemos que así se mantenga por mucho tiempo…
Llegamos así a la hospitalaria ciudad de Plasencia. Un largo listado arquitectónico nos sobrecoge en su centro histórico al que, todavía hoy, se puede acceder con vehículos a motor. Algunas zonas semipeatonales nos sirven para circular de un lado a otro del casco histórico sin hacer apenas ruido, asistidos por el sigilo de una moto tan discreta como la V-Strom… Entre foto y foto, nos comentan que la Reina María Cristina brindó a Plasencia el título de «La muy benéfica» por cómo se comportó con los soldados repatriados de la guerra de Cuba en 1898.
Llegamos así a nuestro destino por hoy. El precioso pueblo de Hervás nos acoge con su bella judería repleta de casas de adobe y madera de castaño, su museo de motos clásicas, en su gran mayoría con sidecar, o la iglesia de Santa María de la Asunción, enclavada en el punto más alto de la villa. Siente su olor y disfruta de la enorme gama de colores del entorno.
Obra romana
La herencia romana de Mérida es, sin duda, el auténtico reclamo de una de las ciudades más significativas de la Ruta de la Plata. Una de las construcciones más visitadas es el acueducto de Los Milagros, el más conocido de las tres conducciones que abastecían de agua a Emerita Augusta desde el pantano de Proserpina, a los pies de la ciudad, cuyo dique también es digno de ser visitado como ejemplo de obra romana.
Montánchez
Situado en un enclave privilegiado, desde el cerro donde se asienta el castillo de Montánchez disfrutas de unas vistas excelentes. Lo difícil de su acceso y lo elevado y áspero del promontorio favorecieron la seguridad del recinto durante la Edad Media. Elementos arquitectónicos musulmanes se ven combinados con otros cristianos en una atractiva mezcla que llama la atención del viajero. Detente y disfruta.
Cáceres
En la capital extremeña encontramos otro de los pilares de la Ruta de la Plata, auténtico cruce de caminos y mezcla de culturas y costumbres. Entre plazas y casas solariegas discurren sus calles intramuros destacando dos núcleos fundamentales: la Plaza de Santa María y la Plaza de San Mateo, que alcanzaron su máximo esplendor durante el reinado de los Reyes Católicos. No te pierdas una visita a la Iglesia Concatedral de Santa María del siglo XV, estilo románico en transición al gótico, así como la Iglesia de San Mateo situada en la parte alta de la ciudad. El Barrio Judío, también denominado Judería Vieja, es otro de los lugares con encanto que esperan ser descubiertos intramuros, así como el último arco construido a modo de puerta de entrada a la ciudad por Larra Churriguera. Según nos dicen, se trata del acceso más importante al ser el lugar elegido por Isabel la Católica para jurar los Fueros y privilegios en 1477.
Plasencia
Ciudad fundada el año 1186, cuatro años después le fue concedida la Sede Espiscopal por el Papa Clemente III. Ciudad Noble, Leal y Benéfica, fue ennoblecida por la realeza imprimiendo en su escudo la inscripción: «Para el placer de Dios y de los hombres». Situada estratégicamente, fue ciudad militar en gran parte debido a ello, lo que unido al afán de reconquista del rey castellano, propició el protagonismo de la ciudad a finales del siglo XII erigiéndose la muralla y el majestuoso Alcázar, hoy día desaparecido. De esta época data la Catedral Vieja y los primeros palacios y casas señoriales que en la actualidad salpican esta bella ciudad. Fue entre los siglos XVI y XVII cuando los hijos de Plasencia contribuyeron, de forma decisiva, en el descubrimiento, conquista y evangelización del Nuevo Mundo.
Denominación: Ruta de la Plata (II)
Origen: Mérida
Destino: Hervás
Recorrido: 231 km