México, nueva cuna del movimiento custom

Fuimos al país azteca para conocer el mundo de las transformaciones en México. ¿Qué motos se usan? ¿Cómo se preparan y personalizan? ¿Quién las construye?

D.H./I.G.

México, nueva cuna del movimiento custom
México, nueva cuna del movimiento custom

El piloto debe haberse equivocado, no encuentro otra explicación para el mar de luces que veo formando una ciudad gigantesca. A vista de pájaro podría parecer la garganta del infierno. A medida que el jumbo va perdiendo altura veo los tejados, las calles atascadas y un circuito de velocidad ¡en medio de la ciudad! Le doy un codazo a Arturo, nuestro fotógrafo que es mexicano de nacimiento: “¿Qué pasa?”, contesta medio dormido. “Mira para abajo, ¿hemos llegado?”. Arturo echa un vistazo a través de la ventana oval y despeja mis dudas: “Sí, sí, esta es la ciudad de México. El aeropuerto está en el mismo centro”.

Cuando se abren las puertas de la ballena voladora noto una temperatura agradable para el mes de febrero. “Hace bastante frío”, se queja Arturo hablando de una ciudad que considera su hogar. Aquí no monta en moto porque me asegura que sería muy peligroso.

Tomamos un taxi que tiene los amortiguadores reventados. El auto nos conduce hacia nuestro destino bailando una especie de tango a lo largo y ancho de la carretera, en la que se han formado de manera algo milagrosa cinco carriles en un momento. Nadie cede el paso y la lucha por cada centímetro de asfalto es despiadada. Veo con un poco disimulado horror que estamos saltándonos un semáforo en rojo. Arturo nota mi cara de pánico y murmura: “Sí, está en rojo pero aquí no nos tomamos las cosas al pie de la letra, sino que lo de los semáforos lo vemos con un punto de flexibilidad”.

Al día siguiente nos encontramos Arturo y un servidor relajados a la sombra de una palmera junto a una Harley-Davidson Roadster. Me dediqué a echarle un vistazo a lo que tenía alrededor. A mi derecha trabajaban varios hombres en la construcción de un edificio armados con martillos y cinceles, mientras que por la izquierda llegaba un agradable aroma de una cafetería cercana. Había una gran cantidad de casas pintadas con vivos colores flanqueadas por una hilera de palmeras. En el tráfico se podían ver algunos viejos Volkswagen Escarabajo por aquí y por allí. Unas cuantas mujeres caminan por las aceras, algunas de ellas con unas mallas muy apretadas. Por delante de mí pasa un vendedor de golosinas arrastrando una especie de carrito de tres ruedas. En una de las esquinas hay una oferta quizá más saludable, una tienda de frutas frescas. El tráfico se hace cada vez más denso, la velocidad parece que sólo se reduce por la congestión o la llegada de una empinada cuesta.

Arturo y yo oímos la Triumph antes de que podamos verla, la británica suena con un rugido grave que se mezcla con algunos petardeos, quizá la combustión no es todo lo eficaz que debiera. Aparece “la jefa” y aparca la moto junto a la Harley-Davidson Roadster apoyando el neumático posterior en el bordillo. Se quita las gafas y me da la mano con naturalidad: “Hola, soy Carla, ¿así que vamos a pasar la noche juntos?”. No hay duda, esta joven es la presidenta de un motoclub femenino. En una cafetería cercana nos comienza a dar los detalles. Su objetivo es superar los estereotipos del mundo motero mexicano. Cuando una fémina está encima de una moto siempre tiene que enfrentarse a la misma pregunta por parte de los hombres: ¿Dónde está el fotógrafo? Puro cliché, ¿verdad? Pero no por ello menos cierto. Algo que Carla, con la ayuda de su motoclub, quiere cambiar o al menos poner su granito de arena en pos de la igualdad del mundo motero. El motoclub se centra en dos aspectos: la feminidad y el dominio de la moto. Unos objetivos en los que no hay cabida para los machitos.

Después de las presentaciones nos habla un poco del mundillo de las personalizaciones en su país: “En este aspecto México está por detrás de Estados Unidos y Europa. Antes veías alguna preparación por aquí o por allí pero era la excepción. La mayoría de las motos en México no tienen nada que ver con este movimiento pues son pequeños modelos japoneses de 125 y 250 cc. La gente se compra estas motos con el único objetivo de enfrentarse de la mejor manera posible a los atascos”. Después de explicarnos un poco el estado del ambiente motero en México, Carla se pone su casco abierto y tras subir en la Bonneville dice: “¿Estáis preparados para visitar algunos lugares en los que se vive el mundo de las transformaciones? ¡Pues vamos allá!”.

Al Sur del Muro

“¿Café o licores?”, nos pregunta Miguel como recibimiento. Carla pica un ojo, nos señala y murmura: “Hoy hay una misión importante”. “La jefa” pide dos cafés después de dejar el casco y los guantes sobre el mostrador de madera. Entonces nos presenta al joven responsable de Concept Racer. Miguel nos da un fuerte apretón de manos y muestra las instalaciones que se componen de tres habitaciones de las cuales la más pequeña apenas ofrece espacio suficiente para alojar una BMW GS y algo de herramienta. En los otros dos cuartos vemos una Husqvarna 400 Cross (como la que usó Steve McQueen), un precioso sofá de cuero y multitud de percheros con camisas, chaquetas, cascos, guantes... Quien visite las instalaciones de Concept Racer podría pensar que se trata de una tienda de ropa de moto muy cuidada, en la que podrás encontrar las últimas tendencias, sobre todo de productos de cuero. Pero se trata de una impresión equivocada, Miguel tiene mucho más que ofrecer.

Nuestro protagonista creció en una familia amante de los vehículos clásicos y llegó a tomar parte en algunas carreras hasta que se quedó sin dinero. Llegó el momento en que fue necesario detenerse, respirar hondo y decidir qué dirección quería dar a su vida. La tradición familiar lo empujaba hacia los estudios de leyes pero una voz interior le decía que debía conocer el mundo, a ser posible encima de una moto. Ya había preparado una moto de trail con la que tomaba parte en distintas competiciones en el sur de México. Fiel a los dictados de su espíritu, vendió la moto y voló a España donde adquirió una Yamaha Ténéré. Un modelo (junto con otros) que en aquel momento no estaban a la venta en México. Al principio su familia se opuso al plan, pero pronto entendió que no había nada mejor que apoyar al joven aventurero quien estaba determinado a continuar el camino que se había trazado. Miguel recorrió Europa y después puso rumbo a África, la totalidad del periplo supuso un año de rodar por países desconocidos antes de emprender de nuevo la vuelta a México.

El haber ampliado sus horizontes no le impidió seguir la senda familiar por lo que años más tarde se graduó en leyes, tras lo cual volvió al amor de sus amores: las motos. Los modelos trail seguían siendo sus favoritos, unas monturas ideales que se ajustan al paisaje y a las rotas carreteras de México. Aunque poco a poco se fue sintiendo atraído por la idea de transformar motos, una actividad que en su país es muy limitada y a la que sólo se dedican unos pocos entusiastas.

Una de sus primeras decisiones fue no trabajar con motos de los años 70. “Estas motos se podían adquirir por muy poco dinero y la gente las mutilaba de forma brutal. Lo que significa que se perdieron para siempre. No te puedes hacer una idea de cómo se ha destruido la historia”, nos aclaró Miguel. La tienda se convierte en un pequeño alboroto cuando entran varios potenciales clientes. Se requieren los servicios del jefe pues un joven está interesado en un casco y una chaqueta. Se trata de un aficionado, feliz propietario de una BMW R90, que busca una chaqueta que le proteja en su trayecto a la oficina, pero que no sea el típico modelo aparatoso asociado a algunos pilotos de motos custom. Miguel deja que hable el cliente al que escucha con atención para luego llevarlo al expositor donde hay una chaqueta tres cuartos de color azul oscuro hecha con un robusto material de lona. “La chupa es muy guapa, ¿quién es el fabricante?”, pregunta el joven. Los ojos de Miguel brillan de manera especial cuando responde: “Soy yo”. El creador mexicano explicó que no encontraba la chaqueta que tenía en mente así que decidió hacerla él mismo. En todo este proceso ha tenido también un gran protagonismo su mujer, que es diseñadora de ropa. Las chaquetas, como casi todos los productos de Concept Racer, se fabrican en México. Un detalle nada baladí y por si hubiese alguna duda en la tienda se puede leer escrito en letras mayúsculas: “USA BRANDS FREE SINCE 2017” (sin marcas de EE.UU desde 2017). “De alguna manera tengo que reaccionar a las políticas de Trump”, comenta Miguel. Además este detalle gusta a los clientes.

En Concept Racer responden a Trump: “Sin marcas de EE.UU desde 2017”

Nos despedimos de este emprendedor saboreando un espresso y éste aprovecha para explicarnos cómo es el mundillo de las preparaciones en México: “Hay sólo un puñado de gente que se dedica a personalizar motos, se suelen concentrar en modelos de pequeña cilindrada que se venden mucho en mi país. Las personalizaciones son del tipo cafe racer. Hay otros que importan viejas bóxer y trabajan sobre ellas. Luego hay tipos como yo, que se han especializado en individualizar motos modernas. Ahora los grandes fabricantes están empezando a colaborar y dejan alguna unidad para que los preparadores más famosos trabajen con ellas. Tuve el honor de que me dejasen una de las primeras BMW R nineT que llegaron aquí para personalizarla. Me divertí mucho con ese encargo. Pero lo mejor es que veáis vosotros mismos este mundillo. Conozco bien a Carla, por lo que estoy seguro de que os llevará a visitar a los preparadores más interesantes. ¡Estáis en muy buenas manos!”, sentenció Miguel.

Carla continúa a lomos de la Triumph cortando con eficacia el denso tráfico de la ciudad de México. Tenemos que mantener la concentración tanto para evitar los agujeros que pueblan el asfalto como para evitar la embestida de algunos agresivos automovilistas. Da la impresión que la jefa de “Las Marías” no tiene mayor dificultad a la hora de ir avanzando a través del muro de coches. Tras 20 minutos Carla aparca entre una fila de Harley-Davidson, hay unos moteros hablando que enmudecen al ver aparecer a nuestra anfitriona. El ambiente machista se encuentra en claro retroceso...

Custom Rock Garage

Carla sonríe y nos enseña la segunda tienda que vamos a visitar: Custom Rock Garage, un lugar al que peregrinan los bikers de la ciudad de México en busca de consejo. Es un sitio de reunión al que algunos van en busca de nuevas amistades, mientras que otros se dirigen de manera directa al bar para pasar un rato divertido.

Al jefe todos le conocen por el nombre de Santo, se trata de un fornido tipo de tamaño más bien compacto dueño de una impresionante barba. Nos da la mano con fuerza y enseguida nos sentimos bienvenidos. Santo ha logrado que el Custom Rock Garage se haya convertido en una institución. En la tienda encontrarás el equipamiento más completo para el biker, lo mejor de lo mejor, pura excelencia. El local está pensado hasta el mínimo detalle con una calidad de presentación que no tiene nada que envidiar a ninguna de las mejores tiendas que conocemos. No falta un bar donde tomarse un café o un refrescante vaso de agua con gas.

Cuando el mundillo custom mexicano estaba claramente dominado por Harley-Davidson este fue el primer destino que se hizo famoso y hoy continúa siendo un lugar de culto. “Está guapa la tienda, ¿eh? ¡Pues todavía hay más!”, nos dice Carla señalando el establecimiento.

Carla conoce el valor de los contrastes por lo que nuestra próxima parada no iba a ser una bonita tienda llena de modelos personalizados. RC Motogarage es un sitio algo “underground” en el que se hace motos con un claro sentido artístico. La filosofía de esta compañía es conseguir mucho con poco.

Hijas del corazón

El logo de RC es un círculo rojo, cuando llegas a su cuartel general te topas con una puerta de cristal que da a una pequeña habitación que huele a soldadura y pintura fresca. En unos 25 metros cuadrados se agolpan cinco motos, cada una en un estadio de preparación, aunque todas tienen un denominador común: se trata de máquinas muy individuales. Otras motos están amontonadas unas encima de otras junto a herramientas y unos cuantos cachivaches que se utilizan en el trabajo de personalización de estas máquinas. En la habitación hay cuatro hombres, cada uno inmerso en su un particular trabajo. Uno se dedica a soldar un chasis, otro lija con esmero el guardabarros de una montura, el siguiente manipula un depósito de gasolina y el último prepara una pintura de imprimación.

Allí se encuentra Rodrigo Calvo Ortiz (25 años), el jefe del grupo, quien cuando tenía cinco años se sentó por primera vez en una Yamaha PW50. Aquella unidad inoculó a Rodrigo el virus para siempre. Desde entonces ha cubierto decenas de miles de km, además de trabajar para Bajaj y Honda, donde aprendió muchas cosas sobre el negocio de las dos ruedas. La pasión motera no le ha abandonado nunca. Desde hace dos años Rodrigo ha montado con esta tienda su propio negocio, siempre espoleado por su amor a las dos ruedas. Para él construir sus propias motos se ha convertido en un asunto casi sentimental en el que los dictados del corazón tienen un gran peso. Tan importante como esto es la importancia que le da a los deseos de sus clientes. Rodrigo invierte una gran cantidad de tiempo hablando con la persona para que ésta explique en detalle cómo se imagina la moto de sus sueños.

Esas informaciones ayudan a que el diseñador se vaya creando en su cabeza una imagen del producto final. A menudo esto es lo más difícil del proceso porque en México no han sobrevivido muchas motos de los años 60, 70 y 80. Hasta la fecha, pese a la escasez de materia prima, RC Motogarage ha sido capaz de construir 50 unidades. La primera moto que transformó Rodrigo fue una Suzuki AX100.

La moda cafe racer ha llegado algo más tarde a México, pero está en plena expansión.

Así describe este emprendedor el mundillo mexicano de la moto: “Aquí hay un montón de modelos de pequeña cilindrada, sobre todo de 125 cc, pues son monturas baratas y prácticas para moverse por los atascos. Desde hace unos tres años las cafe racer se han puesto de moda. Hay una clientela que quiere tener algo exclusivo, diferente, único. Muchas veces les da igual si es una pesada BMW o una ligera Yamaha”. Rodrigo conoce cinco compañías que se dedican a abastecer esta demanda aunque todavía se trata de un movimiento muy pequeño.

Nos despedimos de Rodrigo intentando procesar toda la información que nos ha dado. Este viaje nos ha servido para conocer no sólo a interesantes preparadores sino además a entusiastas que tienen una enorme calidad humana. La noche está ya avanzada pero Carla todavía tiene más ideas... La Triumph escupe fuego por el escape, lo que no es de extrañar pues Carla está enfadada y ha exprimido el acelerador para desahogarse. El viejo Toyota que va delante ha estado a punto de arrollarla al hacer un cambio de carril. El conductor del Camry ha hecho la maniobra de golpe, sin mirar. “Esto es lo normal. La ciudad es un circuito salvaje en el que debes sobrevivir”, remacha nuestra anfitriona.

A pesar de ser noche cerrada sobre la Ciudad de México, las calles siguen atascadas. Vemos autos y motos por doquier y por las aceras hay ríos de gente. Es sábado y todo el mundo quiere divertirse. Nuestros cerebros siguen procesando las informaciones y experiencias vividas hasta la fecha. Carla quiere enseñarnos el centro por lo que tomamos una avenida de seis carriles en la que hay muchos anuncios de neón. El asfalto mejora con claridad y hay más presencia policial. Tras las declaraciones del presidente de EE.UU los mexicanos están calientes y se suceden las manifestaciones.

A Carla esto le parece bien, su actitud es no aceptar lo establecido. Lo mismo ocurre con el machismo que hay en el mundo motero mexicano. “Mis chicas y yo estamos demostrando a los hombres que las mujeres y las motos se complementan muy bien”, dice mientras nos relajamos en un bar de moda que pertenece a un amigo suyo. En el mostrador hay botellas de colores que no dejan de atraer a nuestros ojos y en el escaparate se exhiben dos BMW bóxer de los años 70 que han sido modificadas con gusto. “En México la moda de las cafe racer comenzó algo tarde, pero está en plena expansión como habéis podido ver hoy. Estoy segura de que si repetimos este tour en un año el mundillo de las personalizaciones habrá crecido mucho. Nuestro mayor problema es la materia prima, pues hay pocas motos de los años 70. Lo que a veces nos obliga a saltarnos un poco las reglas”. Cuando llegan las bebidas Carla nos da un último consejo para el día siguiente: “Visitad Mineral de Pozos, se trata de una ciudad fantasma diferente a todo lo que habéis visto nunca”.