Según la mitología griega, la hidra de Lerna era un monstruo acuático de tres o más cabezas a la que Hércules tuvo que medirse en el segundo de sus doce trabajos. Hasta catorce trabajos llevan a sus espaldas los pilotos de MotoGP en este 2016, y ahora les llega su particular hidra. Desde el Océano Pacífico, emerge con sus tres cabezas: Motegi, Phillip Island y Sepang.
Un contrincante tricéfalo al que los pilotos del mundial de motociclismo se llevan enfrentando desde tiempos inmemoriales. Bueno, eso quizás haya sido una licencia. Concretamente, hay que remontarse a 2001 para retornar al primer tríptico asiático, si bien en 2004 y 2005 fueron cuatro al añadirse Qatar, y en 2009 se quedaron en dos al pasarse Japón a comienzos de año.
Fue en ese 2001 cuando Sepang abandonó su temprana ubicación en el calendario para unirse a Motegi -que entonces albergaba el GP del Pacífico, ya que el de Japón abría la temporada en Suzuka- y Phillip Island en las postrimerías del mismo.
Aquel año, Valentino Rossi en 500cc y Youichi Ui en 125cc enlazaron tres victorias seguidas en tan inhóspito terreno, algo nada habitual en esta última década y media. De hecho, desde entonces sólo un piloto ha logrado repetirlo: Marc Márquez en 2010, en el que decantó el mano a mano que tenía con Nico Terol para convertirse en campeón del octavo de litro.
Rossi, Ui y Márquez. Nadie más ha sido capaz de derrotar a la hidra asiática sin dejarse ni un solo punto por el camino, lo que da una idea de la dificultad del reto.
Con tres carreras en apenas 15 días, el peligro está a la vuelta de cada esquina. La más leve lesión puede implicar diez días de reposo, que en otros puntos de la temporada no sería más que un simple traspié, pero que en el Pacífico puede arruinar todo el año. Por eso, la más peligrosa de las cabezas de la hidra es siempre la primera, porque un cero en ella puede conllevar otros dos más aparejados.
Bien lo sabe Dani Pedrosa, que en 2010 se rompió la clavícula en los libres de Japón cuando intentaba dar caza a Jorge Lorenzo en la lucha por el título de MotoGP. El de Castellar se perdió Malasia y Australia y nada pudo hace para evitar el campeonato del balear. Siete años antes, en la temporada 2003, también vio la cara amarga de la gira asiática al romperse los dos tobillos en Phillip Island. La ‘suerte’ que tuvo fue que, para entonces, ya se había proclamado campeón de 125cc.
También Márquez, después de aquel triunfal 2010, ha sufrido reveses en dicha gira: resulta inevitable recordar aquella caída en Malasia 2011 que le privó de ganar el título de Moto2 en su primer año, o la descalificación en Australia 2013 que le complicó su primer mundial de la clase reina.
Pero ni siquiera es necesario irse tan lejos: hace un año, Tito Rabat se lesionó en Japón y no pudo participar en ninguna de las tres pruebas, acelerando el título de Johann Zarco. Y por si fuera poca dificultad, hay que añadirle las gaviotas australianas. Que se lo digan a Andrea Iannone.
Horario cambiado, adaptación al jet lag, nulo tiempo de recuperación entre carreras, el desasosiego de estar lejos del hogar y la familia, la presión de estar luchando por la general o buscando el contrato eleva la exigencia a límites estratosféricos. Son miles los factores negativos que pueden influir a los pilotos en un punto clave de la temporada.
Ellos lo saben perfectamente: cuando luchas contra una hidra de tres cabezas, el más mínimo despiste conduce irremisiblemente a la derrota.