El piloto italiano de eterna sonrisa debutó en el Mundial de 125 en las dos últimas semanas de sus 16 años e hizo su aparición como segundo piloto del equipo Honda Pileri junto al doble campeón del mundo Fausto Gresini, último rey de las monturas bicilíndricas de 125.
Sin embargo, la que tenía que ser una temporada de aprendizaje terminó en una frenética carrera por el título, y también le convertiría con apenas 17 años en el campeón del mundo más joven de este deporte. En la temporada siguiente repitió éxito en la misma cilindrada y con el mismo equipo, además de sumar un tercer título en 250 en 1998, y ser el primer piloto en conseguir en 2003 la primera victoria para Ducati en MotoGP. Capirossi ha pilotado y vencido con motos de todas clases en todas las categorías, desde las pequeñas monocilíndricas de 125, pasando por las «dos tiempos» de 250 y 500 cc, hasta las MotoGP de 990 y 800 cc.
Una carrera deportiva de 22 temporadas da para muchos buenos momentos, pero ¿cuál fue para él el mejor de todos?: «Sin duda el Gran Premio de Australia de 1990», comienza reconociendo el mismo Loris Capirossi. «Allí gané la carrera y el título de 125. De todos estos años guardo grandes momentos.
Seguro que la victoria que logré con la 500 en Mugello es uno de ellos, o la gran batalla de Assen en 1999 en 250. Hubo un montón de buenas carreras. Pero si pudiera revivir algún momento de mi vida, volvería a aquel día en Phillip Island. Gané el título con 17 años y, ¿sabes? A esa edad simplemente estás feliz por haber ganado, pero no entiendes su verdadera dimensión. Aquél fue un momento increíble».
Las carreras de 125 de la época habían cambiado en poco tiempo. En la definitiva era de motores monocilíndricos para el «octavo de litro», el título había sido en las dos primeras temporadas de las «mono» para motos y pilotos españoles.
Primero «Aspar» con Derbi y después Álex Crivillé con la JJ Cobas-Rotax, los nuestros se habían impuesto a Ezio Gianola y Hans Spaan en 1988 y 1989 respectivamente, los mejores pilotos de Honda sobre las RS 125.
De vuelta en el «octavo de litro» desde 1967, el fabricante japonés había dejado atrás sus prodigiosos pluricilíndricos de «cuatro tiempos» para desarrollar a partir de 1987 un monocilíndrico de «dos tiempos» con válvula de escape, cuya base mecánica procedía de sus motores de motocross.
Aunque el título todavía se resistía a los pilotos de Honda al comenzar la temporada de 1990, lo cierto es que las monturas «carreras-cliente» de la marca habían invadido las parrillas de la categoría gracias a su ajustado coste y elevada competitividad en las manos de los preparadores y los pilotos adecuados.
En aquellos años algunos pilotos privados acudían con lo puesto a la primera carrera de la temporada en Japón y compraban sus monturas en el circuito de Suzuka por unos 4.500 euros de la época –versiones básicas que incluso montaban llantas de radios-, para después de adquirir el correspondiente kit de preparación, arrancarlas y ponerlas a punto, y lograban clasificarse en los entrenamientos cronometrados.
El resultado de esta nueva accesibilidad cambió para siempre las carreras. A partir de entonces los grupos de hasta diez pilotos en cabeza comenzaron a ser habituales, dando carreras inolvidables al público y erigiéndose los 125 cc por derecho propio en la categoría más competida y espectacular del campeonato.
Así, la temporada de 1990 estuvo dominada por distintos pilotos. En el inicio, el español Jorge Martínez «Aspar» y la JJ Cobas campeona de 1989 estuvieron regularmente delante, Doriano Romboni y Stefan Prein se estrenaban en lo más alto del podio y el debutante Loris Capirossi conseguía su primera victoria en la décima carrera del año en Donington Park.
Pero ninguno de ellos sería tan competitivo como el holandés Hans Spaan, ganador de la primera carrera en Japón y máximo vencedor de la temporada con cinco victorias. Pero ni eso le sirvió para alzarse como campeón. Los buenos resultados de Capirossi desde las primeras carreras le valieron el codiciado «kit A» para su Honda: «Mi gran momento llegó con la tercera posición en el GP de Italia sobre la Honda estándar. Gresini sufrió un accidente y se hizo daño en el pie. En ese momento, Honda y el equipo decidieron dejarme la moto de fábrica. En las siguientes carreras conseguí buenos resultados. Cuando Gresini volvió, Honda decidió dejarme continuar con la moto de fábrica, el mismo material del que disponía Fausto, y gracias a ello tuve oportunidad de luchar por el título».
A partir del primer podio en Misano Capirossi volvería a subirse a él en Alemania, Austria y Yugoslavia, ganaría por primera vez en Gran Bretaña y lograría una segunda victoria en la penúltima carrera en Hungría, lo que le dejaba entre los pilotos que matemáticamente llegarían con posibilidades de ser campeón a la última y decisiva cita con el destino en Australia.
En Phillip Island el máximo favorito en la clasificación provisional era Stefan Prein -169 puntosgracias a su regularidad y una única victoria en el GP de Yugoslavia en Rijeka mientras que, si Prein fallaba, Capirossi -162- y Spaan -160- dependerían de sí mismos en su lucha para hacerse con el título. Pero en los entrenamientos las cosas no fueron tan bien como esperaba Loris, ya que se clasificó en tercera línea de parrilla: «Nunca olvidaré la noche anterior a la carrera. No pude dormir ni un momento y me la pasé pensando en que al día siguiente mi vida podría cambiar»
Sin embargo, en carrera Capirossi dejó atrás sus dudas y arrancó como una exhalación para ponerse en cabeza y Prein quedó fuera de carrera por avería durante las primeras vueltas, lo que dejaba la lucha por el título entre Capirossi y Spaan: «En aquel momento no supe que Prein estaba fuera porque no solía mirar demasiado la pizarra. Simplemente rodaba tan rápido como me fuera posible», continúa el italiano.
Pero Capirossi no estaba solo en su cruzada, sino que también contaba con el apoyo de una legión de compatriotas dispuestos a todo para ayudarle a conseguir la victoria. De esta forma, Gresini, Bruno Casanova y Doriano Romboni hicieron todo lo posible y más para contener a Spaan y dejar que Capirossi se marchara en cabeza hacia el título en solitario.
Romboni había roto la relación con su equipo de toda la temporada y se presentó en Australia para correr con una Honda alquilada que, misteriosamente, corría tanto como las mejores oficiales: «Los demás pilotos italianos me ayudaron durante la carrera y el ritmo era asombrosamente rápido».
La vuelta rápida en aquella carrera quedó casi dos segundos y medio por debajo de la del año anterior. Puede que nuestro protagonista tenga recuerdos nublados por el tiempo transcurrido, la emoción del momento o porque rodando delante no podía ver lo que ocurría tras de sí, pero lo cierto es que la presión de Gresini y compañía sobre Spaan tuvo momentos insoportables que rondaron los límites del juego limpio.
Harto de semejante acoso el holandés quiso incluso descargar su frustración golpeando con el puño a Gresini en la recta de meta, pero lo hizo tan poco hábilmente que falló en el intento y usó para ello la mano derecha soltando el acelerador, lo que le hizo perder más distancia aún.
Cuando el holandés consiguió deshacerse de Gresini, Casanova y Romboni tuvo su duelo particular con el joven aspirante: «Fue una carrera rapidísima y hacia el final nos quedamos solos en cabeza Spaan y yo. Pero le pasé y pude escaparme defi nitivamente y ganar la carrera. Sin duda, aquél era mi momento. Honestamente, en aquella carrera nunca pensé en el campeonato. Simplemente me concentré en ganar. Nunca supe exactamente qué ocurría detrás, yo solo pensaba en la victoria». Finalmente Capirossi ganó la carrera y el campeonato, Casanova fue segundo y Romboni completó el podio. Spaan acabó cuarto y tras él finalizó el abnegado Gresini, un ejemplo de solidaridad de una estrella que había comenzado la temporada como primer piloto del equipo y que supo asumir su papel de fiel escudero cuando su joven compañero demostró sus posibilidades: «Lamento que Spaan perdiese de nuevo su oportunidad de ser campeón del mundo, pero yo no hice nada ilegal. Hace poco me hice una foto con él en Misano. No sé qué edad tendrá ahora, pero desde luego podría ser mi padre».
Cuando Capirossi cruzó la meta, se desató la euforia en su equipo: «En la temporada anterior Álex Crivillé había conseguido el título a los 19 años, lo que supuso todo un récord, pero yo lo conseguí con 17 y 165 días, y todavía sigo siendo el piloto más joven en haberlo logrado».