Como aprendimos en la primera entrega de este repaso a la innovaciones técnicas de la marca Honda en la fabricación de motos, la firma japonesa ha destacado por la gran variedad estructuras motrices empeladas a lo largo de su historia. Entre ellas, la disposición V4 ha sido una de las más populares, tanto en competición como en los modelos de producción.
La Honda VF750F de 1982 fue el primer modelo de calle en estrenar la configuración V4, aunque en realidad el origen de esta tecnología hay que buscarlo un par de años antes. Concretamente, en la NR500 de 1979, con la que Honda regresaba de forma oficial al Mundial de Velocidad, tras unos años de ausencia. Una vez más, las carreras fueron el banco de pruebas de una tecnología que posteriormente se derivó a los modelos de producción, justamente en la mencionada VF750F ´82.
Esta moto marcaba un gran avance técnico en su época. La mecánica V4 disponía las dos parejas de cilindros en un ángulo de 90 grados, así como culatas de 4 válvulas y doble árbol de levas, y un rendimiento superior a los 90 caballos. Otros detalles de modernidad se encontraban en el mecanismo limitador de par, una solución común actualmente, pero totalmente novedosa en aquellos años. El chasis recurría a una estructura de doble cuna con tubos de sección cuadrada, como las Honda de competición, destacando los frenos con pinzas de cuatro pistones y las suspensiones con sistema antidive.
La saga V4 de Honda creció en 1985 con la puesta en escena de la VF1000F, con sus imponentes 113 caballos, que incluso crecían hasta los 122 CV en una segunda versión más deportiva, la VF1000R, inspirada en la RS1000RW empleada por los pilotos oficiales de Honda en la clase Formula 1 del Tourist Trophy de la Isla de Man. La R partía de la misma base que la F, aunque recibía modificaciones en la culata y el cigüeñal para aumentar las prestaciones, además de estar dotada de un carenado integral.
En 1987 se da una nueva vuelta de teurca al concepto V4 con el lanzamiento de la Honda VFR750R RC30
En el año 1986, llegaron dos nuevos modelos de Honda, la VFR750F y la VFR400F, marcando ésta la expansión del motor V4 a cilindradas más pequeñas. Pero fue realmente en 1987 cuando se da una nueva vuelta de tuerca al concepto V4 con el lanzamiento VFR750R RC30, uno de los modelos más emblemáticos e icónicos del gigante nipón, que cosechó grandes éxitos en competición –dos Mundiales de Superbikes con Fred Merkel- y destacaba por su marcado carácter racing.
Sin duda, la RC30 acaparaba muchas miradas gracias a su impactante apariencia. El motor de 748 cc seguía mostrando una estructura en V4 a 90 grados, con distribución por engranajes, relación de cambio cerrada, bielas en titanio… Soluciones sofisticadas que elevaban la potencia hasta los 112 caballos a 9.500 revoluciones. El chasis era de nueva factura, un doble viga en aluminio más ligero y compacto, acompañado de un basculante monobrazo que era una seña de identidad de este modelo.
La RC30 era lo más parecido a una moto de carreras pero de venta al público. También era novedosa la incorporación de un kit de competición para preparar de forma rápida su uso en circuitos de velocidad, convirtiéndola en una opción preferente en los distintos campeonatos nacionales de superbikes.
Con el tiempo, algunas soluciones tecnológicas de la VFR750R RC30 fueron heredadas por la Honda VFR750F, como el bastidor «delta box» en aluminio, el basculante monobrazo y el motor potenciado hasta los 100 CV. Más tarde, en 1998, el aumento de cilindrada hasta los 781 cc derivó en el nacimiento de la VFR800, ya con 110 caballos a 10.500 rpm.
El proceder fue similar en las Honda de menor cilindrada, como la VFR400F, que en 1989 se vio acompañada por la VFR400R, y después una versión todavía más «racing», la RVF400R NC35. Ésta emulaba la estructura ciclo de sus hermanas mayores, pero con motor V4 con cigüeñal calado a 360 grados, lo que fue el germen del concepto «big bang» que emplearían las 500 2T en el Mundial de Velocidad a partir de 1992. Este motor rendía 59 CV de potencia y rozaba la imponente cifra de 14.500 revoluciones por minuto. Su revolucionado carácter hizo de las 400 cc unas motos con gran reclamo popular en los años 80, sobre todo en Japón, y por eso actualmente se cotizan al alza entre los coleccionistas.
Nos remontamos brevemente al origen del concepto V4 en Honda, con la mencionada NR500 ’79 de carreras, con su famoso motor de pistones ovalados. Un concepto aparcado durante un tiempo, pero que los ingenieros japoneses recuperaron para la NR750 ’87 de resistencia y finalmente vio la luz -de los concesionarios- cuando en 1992 se incorporó al catálogo de motos de producción. La Honda NR750 de 1992 se produjo en una pequeña serie de 700 unidades, al coste de 50.000 dólares, pero se convirtió en la primera moto de calle con pistones ovalados y en una de las motos más caras de la historia.
Suponía una nueva exhibición de capacidad tecnológica por parte de Honda, con sus 32 válvulas, sus bielas en titanio, su alimentación por inyección electrónica y sus 125 caballos. La parte ciclo recurría a soluciones vistas en la RC30, como el bastidor doble viga en aluminio, el basculante monobrazo y una carrocería monoplaza en la que no faltaban materiales sofisticados como la fibra de carbono. Pese a ser un modelo de calle, la NR750 destilaba unas innatas aptitudes deportivas, como lo demuestran los récords de velocidad batidos en el anillo de Nardó, bajo las manos de un joven Loris Capirossi -ya campeón del mundo de 125-, alcanzando los 299,825 km/h en la prueba del kilómetro y los 283,551 km/h en la prueba de los diez kilómetros.
En 1994 llegó la heredera de la RC30, la Honda VFR750R RC45, con una estructura ciclo que seguía la estela de su antecesora, aunque optimizada en todos los aspectos, y un motor claramente modernizado con el estreno de inyección electrónica y distribución lateral por engranajes, que elevaban la potencia hasta los 120 CV a 12.000 rpm –que se convertían en 150 CV con el kit de carreras-.
La RC45 tomó el relevo de la RC30 en los circuitos y culminó su breve trayectoria con el título mundial de SBK de 1997, con John Kocinski como piloto. Fue una moto a contracorriente en el terreno de las grandes deportivas, cuando imperaba el dominio de las grandes bicilíndricas, y siguiendo esa ola Honda desarrolló su VTR1000, una V-2 que en sucesivas versiones se adentrará en el terreno de la V-Twin, que en 2001 dio paso a la versión SP-1 dotada de inyección electrónica PGM-FI y de un robusto chasis doble viga de aluminio y marcada línea deportiva, que rendía 136 CV a 9.300 rpm. En 2002, Colin Edwards lograría el Mundial de SBK con esta moto, cerrando Honda la etapa de sus motores en V en SBK, pasando a usar los tetracilíndricos en línea a partir de 2004 con la CBR1000RR.