Se consumó el esperpento en Silverstone. El deficiente reasfaltado del trazado era el caldo de cultivo ideal para que MotoGP hiciera historia en su vertiente negativa, y el clima británico hizo el resto: lo que en seco era una amalgama de baches que no gustaban a nadie, en mojado se tornó en una trampa de circuito que el sábado acabó con Tito Rabat en el hospital. Y gracias.
Gracias porque no pasó nada más grave. Y gracias porque la desgracia del pobre Tito ha podido evitar una tragedia mayor. No quiero ni imaginar qué hubiera pasado si lo sucedido en el FP4 en esa curva siete hubiera pasado en carrera. Si un piloto hubiera tenido que tirarse en marcha –como tuvo que hacer ayer Álex Rins- llevando detrás a otra veintena.
Hoy domingo, todos los trabajadores hicieron lo posible para correr. Ya por la noche se intentó arreglar el desaguisado, pero unas pocas horas no pueden arreglar una chapuza de dos millones de libras. Drenaje nulo, era el veredicto unánime. Una chapuza tornada en esperpento que acabó en cancelación.
Correr todos los libres, las clasificaciones y los warm up y cancelar las carreras es un fracaso con todas las letras. Aficionados que se han desplazado allí, trabajadores de los equipos, voluntarios, periodistas… todos están allí por las carreras. La salsa del motociclismo.
En clave española, es necesario destacar el gran trabajo del equipo de Movistar MotoGP, prolongando durante horas un directo para dar cobertura al minuto de todo lo que estaba sucediendo en Silverstone. Tanto la parte visible y audible (Ernest Riveras, Izaskun Ruiz, Juan Martínez, Irene Aneas, Carles Pérez, Natacha Alfageme…), como la parte que está en la sombra. Todos han realizado una labor excepcional.
Eso, y el uso de las redes sociales, han amenizado una espera que finalmente ha sido baladí, y que ha concluido en la noticia de que no, que finalmente no iba a haber movimiento en pista: las carreras quedaban canceladas definitivamente. Entonces, una mezcla de decepción y alivio se instalado en los aficionados. Decepción por la ausencia de acción. Alivio de saber que se había impuesto la lógica de la seguridad.
Ojalá esto sirva para acallar las voces que proclaman que a la organización de MotoGP le importa un pimiento la seguridad de los pilotos, porque es mentira. Hoy ha quedado claro. Como el agua. Si a MotoGP sólo le importase el negocio –que como es lógico importa-, hoy hubieran mandado a los pilotos a pista. Había, incluso, un par de ellos (Scott Redding y Jack Miller) que abogaban por correr.
Por suerte se ha impuesto la lógica de la mayoría y, sobre todo, hay que dar gracias de que la organización haya acatado sin rechistar la decisión de los pilotos, como debe ser. Las vidas siempre por delante del negocio, y la decisión última tiene que estar en ellos.
Por eso, cuando dentro de unos años toque mirar atrás y recordar el Gran Premio de Gran Bretaña de 2018, se hablará del esperpéntico día en el que no hubo carreras de MotoGP. Pero no habrá que lamentar nada más que eso. Hay carreras de sobra durante el año. En dos semanas hay más en Misano.
Cuando miremos desde la perspectiva del tiempo, recordaremos este GP como un esperpento. Habrán fallado mil cosas, pero se ha acertado en la más importante de todas. Por eso, sobre todo, lo que recordaremos es que ha ganado la seguridad. La única que tiene que ganar siempre.