Comenzamos a rodar con la Ducati 1199 Panigale S a media tarde. Una muy calurosa de acuerdo a la época casi veraniega en la que nos encontramos. Y lo hicimos con la mirada puesta en el puerto de Piqueras, Soria, la primera etapa de esta Superprueba. Allí realizamos parte de la sesión fotográfica y aprovechamos el camino para exprimir las características de la nueva joya de Bolonia. Al caer la tarde marchamos al circuito de Los Arcos, en Navarra, donde rematamos el día siguiente nuestras conclusiones rodando con ella en pista. Sin duda es este último su ambiente, en el que la disfrutas plenamente, y para el que ha sido específicamente diseñada.
La diosa Fortuna ha sido condescendiente conmigo, y lo cierto es que ésta no ha sido la primera ocasión que he tenido de disfrutar de la nueva Ducati 1199 Panigale S. Ni si quiera la segunda. Ya hace unos meses asistí a su presentación mundial en el circuito Yasmarina Internacional de Abu Dabhi, en medio de una inusitada expectación, y después he rodado ocasionalmente con ella en carretera por los alrededores de Madrid, en nuestras zonas habituales de pruebas.
En el impresionante escenario de Emiratos Árabes me deleitó su agilidad, ligereza, diseño espectacular, soluciones técnicas únicas entre las de su especie; y en definitiva, su poderosísimo instinto deportivo, por definirlo de alguna manera. Una moto nacida por y para los circuitos, que como ya comentamos en su toma de contacto en el número de La Moto 266, nace con lo mejor de dos mundos: el de Superbike y el de MotoGP. Del primero toma el poderoso bicilíndrico en V a 90º Testastretta con distribución desmodrómica llevado a su máxima expresión, y del segundo el bastidor monocasco con el propio motor haciendo las funciones de chasis. Una estructura idéntica a la que llevó a Stoner al título Mundial con la Desmosedici GP7, y que ha sido desestimada esta temporada por Valentino Rossi. Y todo ello aderezado con componentes de primera fila, de suspensiones a frenos, pasando por el cuadro de instrumentos o la esmerada calidad de todos sus acabados. Ahora bien, entre tanto «sobresaliente» para el expediente de la Panigale, también tuve la sensación, en aquella y en posteriores ocasiones más si cabe, de que no era precisamente la moto con la que me iría de excursión una agradable mañana veraniega. Y no me faltaba razón, a la vista de lo vivido en esta prueba.
La Ducati 1199 Panigale S puede convertirse en tu objeto más preciado, en la culminación de tus deseos y sueños. Mantenerla reluciente en el garaje sólo para poder admirarla ya merece la pena la fuerte inversión que haces al adquirirla. Pero también en una moto en la que, digámoslo suavemente, evitarías subirte a toda costa en determinadas ocasiones. El calor desprendido por su motor y por el enrevesado escape, que discurre justo por debajo del trasero del conductor, es exagerado cuando te mueves en ambientes urbanos, e incluso en carretera. Esto lo percibes yendo equipado con mono de cuero, así que imaginaros en vaqueros lo que se siente. La entrepierna se calienta mucho, y los “bemoles” llegan casi a su punto de cocción. Es un verdadero inconveniente, porque si un día te da por salir a tomar unas cervezas sin alcohol y a vacilar un poco de moto con los amigos, puedes llegar «quemado» en varios sentidos. Esto ya es algo que, en tiempos, oímos comentar al propio Troy Baylis cuando disputaba el Mundial de MotoGP con la Desmosedici. Quién iba a decirnos por entonces que tendríamos la posibilidad unos años después de rodar con una moto con una configuración semejante a la suya. Sea como fuere, toma nota porque si el uso que le vas a dar a la Panigale va encaminado a las carreteras, ten en cuenta que es bastante delicada en este sentido. Sobre todo en verano.
El ruido emitido por su poderoso bicilíndrico tampoco es su mejor virtud, especialmente a ralentí. Aunque supongo que va en gustos, se nos antoja bastante elevado. Aparte, sientes cómo el motor «traquetea» cuando gira a pocas revoluciones, y vas llamando la atención, a lo bestia, allá por donde vayas. Luego, a poco que incrementes el régimen, la percepción va cambiando, y de ruido pasa a melodía de seducción, llegando a transformarse en un sonido orgásmico cerca de la línea roja. La posición de conducción es otro punto a considerar. Aparentemente no es excesivamente forzada, entre otras cosas porque la moto es increíblemente compacta, corta, y estrecha. Lo cierto es que sólo te puede quedar grande si eres de talla bastante pequeña. Aún con todo, se rige bajo los parámetros habituales entre las superdeportivas: cuerpo adelantado, estribos elevados y retrasados, etc. En definitiva, ideal para rodar en circuito, pero no tanto para circular por carretera y menos para cubrir largas distancias.
En este sentido, el confort es un hándicap en la italiana, y su asiento tremendamente duro (lo hay más blando como opción) y el elevado índice de vibraciones (unido a los calores que emana mencionados anteriormente), te recuerda que del mismo modo que las buenas esencias vienen en frascos pequeños, la 1199 Panigale S ha de disfrutarse en pequeñas dosis. Sobre todo si la usas en carretera y autopista, donde además la autonomía es bastante limitada rodando a buen ritmo. Algo, por otro lado, de lo más normal teniendo en cuenta que se trata de una superbike.
Obviando estos inconvenientes, derivados de su deportiva radicalidad, la Panigale ofrece argumentos sobrados para aspirar a mito. Abandonada la autopista, se deja hacer y me permitió disfrutar en la Sierra Cebollera, entre Medinacelli y Soria. Subiendo el Puerto de Piqueras, pisando asfalto negro de elevada adherencia, sin baches a la vista y con pleno tacto sobre unos pegajosos y efectivos Pirelli Diablo Supercorsa SP, el rodar se transforma en placer, y la incomodidad, en sobresaliente efectividad. La dirección siempre apunta donde tú quieres, y si los reglajes de serie te parecen de escasa firmeza, especialmente en lo que atañe al tren delantero, con la regulación electrónica de los hidráulicos y la precarga los puedes adaptar a tu estilo de conducción con facilidad. Así, la progresividad y tacto que ofrece el equipo Öhlins es ejemplar, y en pocas o en ninguna moto de serie vas a encontrar con algo similar. También disfrutas del tacto y la potencia de una frenada única en el mercado. No hay moto en la actualidad que cuente con el poder de las pinzas Brembo M50 asistidas por una bomba radial de la misma marca, e igualmente, de altísima calidad. También es cierto que difícilmente encuentras una deportiva con este precio, que desde luego se encuentra dentro de la franja de producto muy exclusivo. Y es que el equipamiento de primera categoría, además de tener un diseño único y un comportamiento excepcional, hay que pagarlo.
Coronando el puerto de Piqueras, que tan alegremente hemos ascendido, y justo al entrar en la provincia de La Rioja, el asfalto se vuelve de bastante peor calidad, y aquí la 1199 Panigale S nos recuerda que es una moto nacida por y para los circuitos. Sin duda los baches del trazado son una pequeña tortura, y no puedes exprimir las cualidades de su parte ciclo como te gustaría porque su tremenda rigidez general (recuerda que el motor es en sí mismo parte de la estructura, y no «se traga» las susodichas irregularidades). Así que toca esperar a ambientes más propicios y sobrellevar a las vibraciones y el golpeteo constante en manos y pies lo mejor posible. Más adelante, haciendo camino hacia el circuito de Los Arcos, nos topamos, por suerte, con zonas más rápidas y con un firme más decente. Entramos en otro de sus cotos de caza. La estabilidad que manifiesta te deja perplejo, y te permite exprimir con decisión su propulsor, que por cierto tampoco da lugar a términos intermedios. No es a lo que nos tenía acostumbrados Ducati con sus grandes bicilídricos de distribución desmodrómica, ni en términos de comportamiento general, ni de potencia máxima. Y es que en medios y bajos da sensación de empujar poco, y de hecho no nos transmite sensación de verdadero poder hasta alcanzadas las 7.000-8.000 rpm.
A partir de aquí se transforma y es demoledor, obligándote a agarrarte al manillar con fuerza a la vista del inminente despegue. Así, empuja como un animal hasta el corte de encendido, alrededor de las 10.500 rpm. La franja es estrecha, y por tanto difícilmente aprovechable, tanto en carretera como en circuito, pero más en este primer ambiente. En pista, adaptas la moto a las circunstancias particulares de cada momento a través del desarrollo, y así le puedes sacar todo el partido al gran potencial de bicilíndrico en sus seis velocidades. En el punto positivo, si ruedas con el motor «al tran tran», es accesible a mayor número de pilotos, no exigiendo un altísimo nivel de conducción. Por otro lado, también favorece la conducción su exquisito cambio de marchas, asistido por un efectivo y preciso cambio semiautomático.
Dadas sus prestaciones, que alcanzan los 176 CV verificados en nuestro banco, nada menos que 10 CV más que la mejor 1198 S que haya pasado por él, y la misma, o más potencia que la mayoría de las superbike tetracilíndricas, contar con un efectivo sistema de control de tracción, amén de tres estudiadas curvas de potencia, es vital. Todo ello es, como las suspensiones (que vienen regladas de forma diferente en función del modo de motor), fácilmente ajustable desde la piña de mandos. Sólo hace falta haberse leído un par de veces el manual de instrucciones, y listo. Por cierto, el cuadro de instrumentos, una joya tanto en lo que respecta a la gran información que proporciona como a la gran cantidad de funciones que posee, ofrece unos parámetros diferentes a la vista del piloto en función de si se encuentra en el modo Race, o en el Sport o en Wet.
Por fin alcanzamos nuestro destino, el circuito de los Arcos. Y por fin liberamos a la 1199 Panigale S de sus ataduras, del miedo a cometer una infracción en cada golpe de gas, o de coger un «calentón», y no precisamente motivado por una rubia de las de quitar el hipo que pase por delante. Detenidos unos instantes en el pit line, cargamos el modo Race en la gestión electrónica. El cronómetro se erige entonces en el gran protagonista del cuadro de instrumentos, y el control de tracción lo rebajamos hasta el 2 ó el 3. Depende de tu pericia y de las ganas que tengas de forzar la máquina. El 1 lo dejamos para la competición, donde se usan neumáticos específicos de mayor agarre, ya sean rallados o slicks. Y del 4 en adelante para carretera, donde nos ayuda sobremanera a disfrutar más despreocupados de la conducción de la Panigale. Y es que recuerda que la efectividad y finura de trabajo de su control es excepcional, haciendo de los conductores normales buenos pilotos, y de los buenos, excelentes. Y todo ello aumentando notablemente la seguridad en cualquier exceso con el acelerador.
Salimos a pista, y… ¡gas! Todo cobra sentido. Ducati sabe hacer excelentes deportivas, ¡no lo dudes! Quizá no lo suficiente ahora mismo para que Rossi gane el Mundial, pero sí para que los mortales disfrutemos de una motocicleta de efectividad pasmosa. La Panigale se mueve como una bicicleta, se dirige según tus pensamientos y te transporta de una curva a otra en un abrir y cerrar de ojos. Y es que con un peso de 178 kg verificados en seco, no tiene rival en el mercado en términos de ligereza y agilidad.
El control de tracción te permite maltratar el gas como no lo harías ni en sueños de otra manera, y las suspensiones y frenos mantienen siempre constante su buen tacto y precisión, por mucho que los castigues. La Ducati 1199 Panigale S es, hablando claro, una autentica gozada en circuito. Ahora bien, no la quieras de compañera si la carretera va a ser tu campo de actuación, y menos si vas a usarla a modo de vehículo urbano por tu ciudad, porque seguro que entonces no alcanzará tus expectativas.
Rodar en circuito con una Ducati 1199 Panigale S es un placer difícilmente igualable, y sólo digno de las mejores superbike del momento. Disfrutar de sus cualidades dinámicas y ligereza no tiene parangón, por no hablar del potencial de su enorme bicilíndrico. Con una potencia inigualable entre las motos de dos cilindros, es excepcional, e impensable hace tan sólo un año, antes de que supiéramos de la aparición de esta Panigale. Ahora bien, su excepcionalidad dentro de las pistas, contrasta con sus grandes limitaciones fuera de ella. Y es que se revela como una moto realmente incómoda pensando en uso ciudadano, o en salidas de media o larga distancia en carretera. Su enorme rigidez, dureza general y vibraciones, unido al calor que desprende su motor y escape y que te alcanzan de pleno, la hacen poca amiga de estos ambientes.
El diseño juega muy a su favor, tanto en lo referente a su estética, como a las soluciones técnicas con las que cuenta. Los componentes de grandísima calidad que equipa también están de su lado. Sin embargo, el precio es un inconveniente, pues se sitúa en el límite de los 26.000 € matriculada. Obviamente, no está al alcance de todos los bolsillos.
- Los frenos Brembo son de lo mejorcito del mercado. Incluye además de una bomba radial de gran calidad, las nuevas pinzas delanteras M50 que muerden sendos discos de 330 mm de diámetro. Incorpora ABS opcional, cuyo accionamiento se configura en función del modo de motor.
- Las suspensiones son Öhlins regulables electrónicamente. Los hidráulicos de compresión y extensión se reglan a través del cuadro. Además, cabe señalar que en la horquilla una botella se encarga de la extensión y la otra la compresión. Su terminación es exquisita. El amortiguador está en posición lateral horizontal. Las bieletas del mismo tienen dos posiciones, una para rodar en circuito y otra en carretera.
- El motor es un bicilíndrico en V «supercuadrado». La refrigeración es líquida y la distribución, como viene siendo habitual en Ducati, desmodrómica. Su potencia es la más alta jamás desarrollada por una bicilíndrica salida de la factoría de Borgo Panigale.
- La gestión electrónica del motor incluye tres diferentes modos: Race (toda la potencia instantánea), Sport (toda la potencia suave) y Wet (potencia limitada a 120 CV y entrega suave). A éstos hay que sumar el control de tracción, regulable en 8 posiciones. También incorpora el Ducati Quick Shift (DQS), un sistema electrónico de gestión del cambio utilizado en las competiciones, que permite engranar las marchas en aceleración sin el uso del embrague y manteniendo abierto el mando del gas.
- Otro elemento electrónico muy interesantes es el sistema para el control del freno motor (EBC) que trabaja en conjunto con el embrague antirrebote para evitar y controlar el bloqueo de la rueda trasera durante las deceleraciones más bruscas
- El chasis utiliza el propio motor. Esto proporciona muchísima rigidez al conjunto, además de una enorme ligereza. El basculante es de tipo monobrazo, y está fabricado en aluminio.
- La iluminación de la 1199 Panigale S es confiada íntegramente a faros de LED, anto en lo que atañe al delantero como a las ópticas traseras.