Con el lanzamiento en 1975 del sistema cantilever de suspensión trasera por parte de Yamaha, el mundo del «off road» en su aspecto técnico dio uno de los pasos adelante más radicales de su historia. El esquema clásico de dos amortiguadores hacía ya tiempo que se había quedado obsoleto, incapaz de estar a la altura del constante aumento de la potencia de los motores. Los múltiples inventos -más propios de una «huida hacia delante» por parte de los técnicos– en los que no se cesaba de variar el anclaje de los mismos. Así se pasaron de inclinaciones de 45º (Montesa Cappra V o VG) a disposiciones totalmente verticales con el anclaje muy avanzado (Bultaco Pursang MK8), ambas con resultados muy discretos, demostraban bien a las claras que se había llegado a un callejón sin salida en este aspecto. Con la adopción por parte de Yamaha de un anclaje intermedio entre el amortiguador y el basculante, se logró el primer sistema progresivo de la historia, abriendo un enorme abanico de posibilidades que fue rápidamente seguido por el resto de marcas. Cada una desarrolló su propio diseño basado siempre en la interacción de un sistema de palancas (bieletas) que lograban dos objetivos bien definidos: por un lado, conseguir con el mismo recorrido de amortiguador un recorrido de la rueda trasera muy superior y por el otro, que la acción amortiguante del mismo fuera progresiva y no lineal como es en el caso de los amortiguadores anclados directamente. Es decir, que no se endureciera radicalmente conforme aumentaba la compresión del mismo.
Este nuevo camino en la evolución de las motos no pilló en el mejor momento a la industria española, que comenzaba su declive a nivel comercial y que al igual que en otros aspectos, como pueden ser la adopción de motores de refrigeración líquida o de componentes como los frenos de disco, tardó demasiado en reaccionar, yendo siempre a remolque de sus competidoras. Esto se acentuó aún más en el caso de las suspensiones progresivas, puesto que en aquellos primeros momentos de su evolución este avance estaba destinado en exclusiva a las motos de cross, un segmento que comercialmente tenía cada vez menos peso para las marcas españolas y por lo tanto, desaconsejaba grandes inversiones en este sentido. De hecho, de las tres «grandes» del «off road» español (Bultaco, Montesa y OSSA) solo fue Montesa la que experimentó –sin llegar nunca a la serie– de una forma más o menos seria en este sentido, con el sistema denominado P.R.S. (Progressive Rear Suspension). Primero adoptádolo en sus Cappra oficiales de cross en manos de Toni Arcarons, para pasar en una segunda fase al enduro con Carlos Mas. La premisa de este sistema fue el modificar lo mínimo la estructura original de la moto para reducir al máximo la inversión, algo poco sencillo teniendo en cuenta el gran tamaño que ocupa el sistema en una zona habitualmente ocupada por la caja de filtro. Arcarons utilizó este sistema en el GP de España de 1981, aunque su falta de puesta a punto hizo que se retrasara mucho su evolución, que finalmente y para no perjudicar a los intereses deportivos de la marca, fue destinada a pilotos de prueba y en una última fase, como ya hemos mencionado, en el enduro, sin llegar nunca a la serie. Lamentablemente no hay constancia de que ningún ejemplar original haya sobrevivido y de ahí el interés de esta cuidada réplica realizada por Miquel Tarragó, un apasionado montesista y como podéis ver, un auténtico manitas.