No fue un domingo cualquiera. Lo que podía haber sido el sueño de una noche de verano para Álvaro Bautista se tornó en pesadilla cuando, en una tarde para la ira, su trayectoria se cruzó con la pasión turca de Toprak Razgatliogu y del binomio de dolor y gloria solo quedó la primera. En ese ir y venir de sonrisas y lágrimas que es el motociclismo le tocó el turno de las segundas.
La gran familia española, arremolinada en torno al televisor, no daba crédito al thriller que se dibujaba a miles de kilómetros, mientras Jonathan Rea, tras haber pasado lo que parecieron 12 años de esclavitud a la sombra del de Ducati desde que comenzara su particular calvario en la isla mínima, seguía engordando la historia del Green Book de Kawasaki en un día para recordar.
Todavía queda conocer el desenlace, pero el paciente inglés (norirlandés más bien) está recogiendo los frutos de su tesón. Apoyado en una mente maravillosa que le hizo resistir cuando el nudo de la trama se cerraba en torno a su garganta, supo volver por sus fueros sin desviarse del camino de la mano de un auténtico equipo de campeones como es el Team Provec.
Con seis victorias y un segundo puesto de Rea en siete carreras, da la sensación de que el Mundial de Superbike vivió en una suerte de Matrix durante los primeros meses de este 2019 y que, de repente, ha experimentado un regreso al futuro en el que Jonathan Rea hace y deshace cuánto quiere y cómo quiere, protagonizando el día de la bestia una y otra vez, y para colmo vuelve a hacerlo con Chaz Davies como único testigo.
Como en las cuatro temporadas anteriores, la vida es bella en el box de Rea y Kawasaki, siendo ahora Bautista y Ducati quienes experimentan la amargura de los lunes al sol, sintiéndose en tierra hostil como no lo habían hecho durante la primera fase del campeonato, cuando parecían vivir la vida en rosa. Ahora todo ha cambiado, y en la grava de Laguna Seca, el manchego vivió la soledad de la derrota, llevándose la mano al hombro en el que sin duda fue el instante más oscuro de todo el año.
La gran apuesta de Ducati se había convertido, en un plot twist (giro argumental) sin precedentes, en la gran estafa americana: ni en el peor de los escenarios ficticios dibujados por su mente se iría con las manos vacías de la cita estadounidense.
Es el noveno episodio de una historia entre dos aguas, donde aunque apenas quedan cuatro capítulos, hay muchas horas de metraje por escribir y rodar. Para lograr lo imposible, Bautista tendrá que asumir el cambio de paradigma: después de un inicio en el que apenas oía tras de sí el silencio de los corderos, se ha mostrado vulnerable y ahora le quedan doce carreras en las que no tendrá otro remedio que seguir bailando con lobos.
Lejos de darlo todo por perdido, Bautista de momento espera al último baile y, si finalmente se le escapa el título y solamente puede asistir de público al discurso del rey, todo lo sucedido servirá de aprendizaje para 2020, cuando podrá mirar al box de Kawasaki y pensar: sé lo que hicisteis el último verano, y no lo vais a repetir.
Aunque el baile de la victoria está solamente entre ellos dos, Rea y Bautista no estarán solos: los otros también tendrán mucho que decir. Algunos hombres buenos que intentarán sentirse parte activa de la comunidad. Está claro que con Toprak Razgatlioglu ha nacido una estrella, y junto a otro joven como Michael van der Mark querrán cambiar la relación de fuerzas del campeonato y decirles a los actuales dominadores que el WorldSBK ya no es país para viejos, que está preparado para dar paso a la juventud.
Dos de los grandes nombres de los últimos años como Tom Sykes y Chaz Davies pugnarán por ser el renacido, mientras que Alex Lowes seguirá intentando recuperar la buena estrella de principio de temporada; con Leon Haslam entonando la que puede ser su última balada triste de trompeta en el Mundial y Marco Melandri preparando la despedida, ganada a pulso después de toda una vida dedicada al mundo del espectáculo sobre dos ruedas como uno de los protagonistas del club de la lucha por la victoria.
En cuanto a Jordi Torres, volvió a hacer maravillas con el material del que dispone y todos lo saben. El piloto de Rubí es para muchos el hombre de las mil caras, pero cuando se pone el casco se convierte en un tipo serio capaz de exprimir su Kawasaki hasta llevarla a la sexta posición en la primera manga.
Casi dos meses habrá que esperar para la siguiente escena, que tendrá como decorado Portimao, donde, como es habitual, todos los actores buscarán tener un día perfecto. A ver quién se atreve a adivinar el guion.