La Moto

"Ciudad moto"

El Museo de la Moto de Barcelona ha cerrado sus puertas. ¿Es esto lo que merece nuestra historia?

Luis López Lozano

3 minutos

"Ciudad moto"

El local situado en el corazón de Barcelona, la calle de la Palla, no volverá a albergar ninguna colección de motos clásicas, ni modelos exclusivos, ni curiosos visitantes ávidos por conocer un poco mejor el germen de nuestro apasionante mundillo. Nada. La razón es bien sencilla: no hay suficientes ingresos para mantener la sede… a lo que posiblemente habría que añadir que tampoco debe haber suficiente interés por parte de las autoridades locales en mantener viva una parte de nuestro pasado.

No hay ingresos suficientes para mantener el Museo de la Moto de Barcelona

Desde siempre, o si somos más rigurosos, desde que el maestro Nieto decidió llamar al piloto volcado en la competición “hombre moto”, la Ciudad Condal se ha distinguido por ser una parte esencial del motociclismo nacional, por lo que haciendo un guiño al Maestro, Barcelona sería una verdadera “ciudad moto”. Sin embargo, desde el pasado 30 de octubre, las puertas del Museo de la Moto de Barcelona permanecen cerradas al público. Una noticia tan impactante como sorprendente. ¿Y su colección? Guardada a buen recaudo, replegada en la “base de operaciones” que ha supuesto, desde su nacimiento a principios de la pasada década, el Museo de la Moto de Bassella, auténtico templo de devoción para cualquier motociclista que se precie de serlo. Un lugar de obligada peregrinación que tenía, hasta aquél día de octubre, una sede más “cercana” a una gran masa potencial de público potencial que pasea por los aledaños de la famosa Catedral de Gaudí.

Al menos nos quedará el Museo de la Moto de Bassella, lugar de obligada peregrinación del motorista

De poco ha servido tener abierto al público un lugar tan cargado de pasado, tan minúsculo físicamente pero enorme de espíritu motociclista, tan intenso como atractivo y didáctico. Del “todo” hemos pasado a la “nada” de un día para otro, aunque habría que decir que no ha sido exactamente así; en realidad, el paso de los días, las semanas, los meses, ha evidenciado precisamente un interés escaso no solo por las altas esferas encargadas de conservar nuestra memoria histórica, sino también por los propios aficionados que, o bien han menguado en número, o la verdad es que cada vez se sienten menos atraídos por lo que fuimos, por saber de dónde venimos… porque tal vez ni siquiera saben hacia dónde van.

Esta imagen no volverá a repetirse, en pleno centro de Barcelona.

Esta imagen no volverá a repetirse, en pleno centro de Barcelona.

La realidad es esta, aunque razones e interpretaciones habrá, y muchas. Al menos en eso sí que somos ricos. En cambio, en cultura motociclista sudamos para rozar el aprobado, en caso de conseguirlo. De acuerdo, vivir del pasado no suele ser algo fructuoso, pero sí debería ser obligatorio conocerlo, tenerlo presente no solo por enriquecimiento personal sino también, aunque sea, para no repetir los errores que obligaron a doblegar nuestra voluntad a favor de un proteccionismo inútil. Porque vivimos tiempos duros y muy difíciles, sí, pero el pasado fue todavía más penoso si cabe.

Damos pie a repetir lo más penoso de nuestro pasado

Mientras tanto, seguimos vanagloriándonos de una ciudad como Barcelona a la que el apelativo “ciudad moto” tal vez le quede algo grande… o no, pero la ausencia de visitantes, según la Fundación que impulsaba el Museo de la Moto de Barcelona, es una muestra más de la ausencia de voluntad popular por el mundo de la moto. Una verdadera lástima.

Más allá de un mero medio de transporte ligero, barato, fácil de usar y de mantener, accesible incluso con carnet de coche, la moto ha quedado relegada a eso mismo, ¿y poco más? Bien es cierto que todavía sigue siendo el centro neurálgico, tal y como lo fue en la época del campeonísimo Nieto. Una apreciación que deja en no muy buen lugar al resto de capitales de nuestra querida piel de toro…

¿Estamos destruyendo nuestra historia? Al parecer, sí. Ahora nos empeñamos en repetir el pasado, dejando a la industria motociclista en un segundo plano, vaya usted a saber por qué razón. Mejor dejarlo ahí. Triste ignorancia la nuestra.