Nos hemos acostumbrado a verlas en prácticamente cualquier parte y a todas horas y, quizás por esa misma razón, hayamos perdido un poco la perspectiva. Pero lo cierto es que la calidad que ofrecen las cámaras a bordo de las actuales MotoGP es sencillamente impresionante, lo que junto a la tecnología de los televisores actuales produce una experiencia sin igual. Eso sí, ¿no os habéis preguntado de dónde vienen?
Estos pequeños prodigios de la tecnología nos permiten hoy, incluyendo hasta el más ínfimo detalle, ver a un piloto de MotoGP llevar al límite una de las máquinas más rápidas y avanzadas del mundo. Sirva como ejemplo y para disfrute y salud de nuestros sentidos, la vuelta on board de la pole position que os dejamos a continuación. Sin colorantes, ni música, ni historias… puro MotoGP.
1,3 kg en 1985. 78 gramos en 2015. Foto | MotoGP.com
¿Dónde y cómo surgen?
La cámara “on board”, tal y como la conocemos ahora y no como una simple cámara acoplada al vehículo de la que más tarde se recoge la cinta, fue ideada por los empleados de Channel 7, Geoff Healy y John Porter, en los años 70 en Australia. Idearon, con transmisores de microondas y relés de helicóptero por medio, el primer prototipo de una tecnología hoy imprescindible.
El primero en utilizarla, en vivo y en directo, fue el piloto aussie, Peter Williamson, al volante de un Toyota Celica que rodaba por el mareante trazado de Bathurst. Peter montó la primera vuelta a bordo con comentarios de la historia. Para ver algo así en el viejo continente, hubo que esperar hasta el 1985 para ver una cámara transmitiendo vídeo en directo en F1 o GP500 (MotoGP). En F1, el honor cayó sobre la figura del piloto galo, François Hesnault, y su Renault durante el Gran Premio de Alemania y se vio más o menos así:
En GP500 fue Randy Mamola quién rodó por el Assen más histórico recogiendo un documento audiovisual hasta entonces nunca visto, o imaginado. Tras el experimento, Dorna invirtió en el desarrollo de estas cámaras y para la temporada de 1998, de acuerdo con la MSMA, se estableció que las motos las incorporaran como equipamiento básico. Desde entonces, el salto ha sido gigante.
El cambio no se da sólo en cuanto a calidad de imagen, resolución y números de imágenes por segundo se refiere, sino también respecto al tamaño que ocupan y la tecnología que utilizan para, por ejemplo, hacer notar el ángulo de inclinación (giroscopio) o recoger vídeo a 360º.
El primero corresponde al Gran Premio de Cataluña de 2010, con Lorenzo y Dovizioso al frente de la prueba. En el segundo caso, viajamos otras dos décadas para ver el puño de Eddie Lawson en su Cagiva 500.
Además, las cámaras trabajan sincronizadas con la telemetría de forma que pueden mostrar en tiempo real diversos aspectos de la moto: velocidad, marcha, fuerzas G… Todo lo que cualquier loco por la competición podría desear.
¿Cuál es el siguiente paso?
Habiendo llegado ya a la posibilidad de ver la carrera en directo desde la cámara que deseemos y con la tecnología de 360º cada vez disponible en más motos, el primer paso lógico es que éstas últimas se expandan a lo largo y ancho de la parrilla de MotoGP, Moto2 y Moto3. Una vez se hayan convertido en un estándar indispensable, podríamos empezar a pensar en una experiencia aun más inmersiva: la realidad virtual.
Es decir, que utilizando la emisión en directo pudiéramos conectar con nuestros smartphones y dispositivos VR. De esta forma, podríamos vivir acciones como el “Sepangate" o los adelantamientos en el sacacorchos de Laguna Seca desde el colín de Valentino Rossi, Casey Stoner o Marc Márquez.
La realidad virtual aun tiene un largo camino que correr para terminar de pulir todos esos detalles que aun la hacen “imperfecta" (mareos tras varios minutos de exposición, resolución etc…).
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? No en este caso.