Una vez más, lo que tenía que haber sido una fiesta del motociclismo terminó en varios y entrelazados debates sobre lo humano y lo divino, sobre lo que es justo y lo que no; que en muchas ocasiones parecía reducirse a lo absurdo de establecer una dicotomía entre blanco y negro, olvidando la amplísima escala de grises que conforma el espectro de la justicia.
La justicia divina hizo su inoportuna aparición en la fase de desenlace de la lucha por el título de MotoGP; donde el azar de los neumáticos hizo de las suyas. Teniendo claro que los lotes de gomas se reparten los jueves-lo cual tira por tierra cualquier conspiranoia absurda-, resulta indiscutible que acabaron teniendo un impacto capital en la penúltima cita del curso.
El sábado perjudicaron a Pecco Bagnaia, que no pudo luchar por el podio de una Sprint ganada por Jorge Martín, que dejaba en siete puntos la distancia con 62 en juego, garantizando que no habría campeón hasta Valencia. Una alegría que le duró menos de 24 horas: las que tardó en patinarle el neumático en la salida de la carrera.
Fue solo un preludio de una carrera desastrosa en la que vio cómo le superaban los pilotos por todas partes hasta acabar décimo. Por lo menos, su antiguo compañero Fabio Di Giannantonio -al que había batido el sábado- le echaba un cable batiendo a Bagnaia y quitándole cinco puntos, con Luca Marini completando un podio histórico totalmente italiano en pilotos, equipos y motos.
La balanza de la justicia se tornaba en un péndulo entre quienes afirman que le han robado el mundial a Martín y quienes aseguran que no tiene motivos para quejarse, hay un espectro de grises sobre la injusticia sufrida por el español el domingo, similar a la que le tocó al italiano el sábado… pero con consecuencias diametralmente opuestas en términos clasificatorios.
Antes, Fermín Aldeguer había dado otra lección magistral de pilotaje para volver a decantar la balanza encargada de pesar si es justo que dé el salto a MotoGP. Tras un mal comienzo, remontó de forma magistral para llevarse la victoria por delante de Manu González, que se estrenó en el cajón dándose el gustazo de batir al inquilino más habitual del mismo, Arón Canet.
Todo ello en un día que empezó con la mayor polémica: la justicia humana. Jaume Masià se proclamaba campeón del mundo y, en lugar de enhorabuenas, las redes se llenaban de críticas por su actitud en pista, donde tanto él como su compañero de equipo se dedicaron a echar de pista a su gran rival, Ayumu Sasaki. La táctica funcionó a la perfección.
Funcionó porque solo recibió un aviso, algo insuficiente para la mayoría de la afición mundialista. Es difícil decir si mereció una sanción mayor, pero lo cierto es que un título no dejaba un regusto tan extraño desde 1999. La justicia ya importa poco: Masià ganó ante David Alonso y Deniz Oncu y el título ya nadie se lo va a quitar.