Todo estaba servido en el Circuit of the Americas para una nueva victoria de Marc Márquez. El octacampeón mundial apenas había dejado un par de migajas en forma de entrenamientos libres desde que se vistió de rojo Ducati, logrando la pole, ganando el Sprint y conquistando el Gran Premio (lo que hasta 2024 se llamaba carrera) con la vuelta rápida incluida tanto en Tailandia como en Argentina.
Con esa carta de presentación llegaba a Texas, donde una pequeña caída en las complicadas condiciones del primer libre quedó olvidada rápidamente cuando empezó a dominar con relativa facilidad las demás sesiones, añadiendo un nuevo récord histórico a su particular libro Guinness al convertirse en el primer piloto de la historia en conseguir ocho poles en un mismo circuito en categoría reina, superando las siete de Valentino Rossi en Mugello y las siete que también tiene el propio Marc en Sachsenring.
El guion seguía su curso con el triunfo en el Sprint, donde una vez más el segundo puesto fue para su hermano Álex Márquez, con Pecco Bagnaia teniendo que conformarse con el tercer puesto. Aun así, el piloto italiano -bastante desdibujado en los dos primeros grandes premios del curso- se mostraba optimista de cara a carrera… al menos para batir a Álex.
La situación no estaba resultando nada sencilla para el turinés. Después de un primer test de pretemporada fantástico en Sepang, las sensaciones no fueron las mismas en Buriram y tampoco consiguió recuperarlas durante el Gran Premio de Tailandia. Para colmo, en la carrera de Termas de Río Hondo se le coló delante Franco Morbidelli y se quedó fuera del podio.
Y claro, todo eso mientras su compañero coleccionaba victorias, récords y elogios.
Por primera vez desde que llegó al Ducati Lenovo, Pecco se veía relegado a un segundo plano en las celebraciones del equipo. Como si se tratase de un hermano mayor ante la llegada de un recién nacido a la familia, sonreía desde la penumbra contemplando la felicidad del resto de la familia sin poder sentir lo mismo.
De ser la estrella absoluta a sentirse solo, aun estando rodeado de gente. De su gente.
Para la estrella solitaria todo cambió en el día y el sitio menos pensados. En 'El Estado de la Estrella Solitaria', llegó el fallo de Marc Márquez. En la novena vuelta y cuando ya había amasado una renta de más de dos segundos, el español cometía un error y se iba por los suelos.
Y ahí estaba Pecco Bagnaia. A diferencia de los tres sprint y las dos carreras anteriores, estaba siendo más rápido que Álex Márquez; al que había rebasado en la cuarta vuelta para ir soltándole poco a poco. Cuando heredó el liderato contaba con una ventaja de 1,3 segundos que iría elevando hasta llevarla por encima de los tres para tener un final de carrera tranquilo.
Cuando por fin cruzó la línea de meta como ganador, se llevó las manos a los ojos formando unos prismáticos.
Después, confirmó que la celebración iba dedicada a algunos antiguos pilotos y personas que han trabajado en MotoGP que habían hecho ciertos comentarios tras lo sucedido en Tailandia y Argentina.
El motociclismo es un mundo cruel y, a menudo, demasiado olvidadizo. Capaz de ensalzar y enterrar héroes a la misma velocidad que ellos surcan el asfalto. Bagnaia lo sabe y por eso sacó los prismáticos: para recordar a todo el mundo que lleva 30 victorias en MotoGP, logradas en 17 circuitos distintos. Números de auténtica estrella.