Rutas

Ruta Argentina-Venezuela

Cruzar durante dos meses el camino que separa Córdoba (Argentina), de Caracas (Venezuela). Una aventura a lomos de una humilde Honda Wave de solo 100 cc.

Texto y fotos: Matías Rampón y Valeria Pereyra

7 minutos

Ruta Argentina-Venezuela

Venimos de Córdoba (Argentina), la región centro del país. Somos un matrimonio, Matías Rampón (30) y Valeria Pereyra (27) y decidimos viajar desde Córdoba hasta Caracas (Venezuela). Nuestra moto, una Honda Wave de 100 cc de cuatro marchas y cuatro tiempos. Un modelo del año 2010, que bautizamos como «Vagabunda Errante». El viaje nos llevó dos meses, diciembre 2012 y enero 2013, fueron 60 días exactos y recorrimos 20.036 km, lo que realmente supuso un gran logro para este tipo de moto. Nos aseguramos de que todo lo indispensable para el viaje estuviera en las alforjas, incluyendo repuestos para la Honda, algo de vestimenta para el frío y con gran emoción y algo de incertidumbre por ver lo que nos esperaba por delante decidimos empezar el viaje. Salimos por la ruta 9ª y nos dirigimos al norte argentino, con una lluvia torrencial en nuestro primer día de aventura atravesamos Santiago del Estero, a través de sus salinas. En las jornadas siguientes: Tucumán, Salta y Jujuy, pasando por la conocida Quebrada de Humahuaca para situarnos ya a algo más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. En tres días llegamos a la frontera con Bolivia, estábamos en la ciudad de La Quiaca (Argentina), para ingresar en Bolivia por Villazón.
Empezábamos a subir con la duda de cómo iba a responder la moto debido a la altura, al cabo de dos días de cruzar la frontera llegamos a la ciudad de Potosí (Bolivia) que se encuentra a más de 4.000 metros sobre el nivel del mar. Antiguamente fue la ciudad con la mina más grande de plata del mundo, que aún hoy registra una importante actividad minera. Debido a la elevación y a la falta de costumbre, sufrimos el llamado «mal de altura» (dolores de cabeza, pecho y hasta náuseas) además de tener que lidiar con un frío intenso. Todo ello nos empujó a llegar con rapidez a La Paz para intentar cruzar Bolivia lo más rápido posible.

Recorrimos unos 500 km de Potosí a La Paz con mucho frío. Estábamos en La Cordillera de los Andes, que iba a ser nuestra compañera durante todo el viaje. Ya en La Paz, circulamos por sus calles que son impresionantes. Lo mejor es moverse en transporte público, lo que también tiene su miga. Estábamos cerca de la frontera con el vecino país de Perú, ingresamos por Desaguadero, en la región de Puno (3.800 m), la cual nos recibió con granizo y el compañero de todos los días, el frío. Bordeando el Titicaca (el lago navegable más alto de mundo) llegamos a la ciudad que da el nombre a esta región, en donde descansamos, visitamos su mercado y degustamos su gastronomía. Nuestro rumbo se dirigía a la ciudad de Arequipa, ya en el otro lado de la Cordillera de los Andes. No fue fácil llegar, con un cruce de unos 4.900 m y un largo día de viaje, arribamos a la ciudad donde visitamos a unos amigos (Miky y Bego) quienes nos enseñaron la ciudad. Pudimos conocer lugares lindos como el Cañón del Colca.

Esta vez salíamos rumbo al Pacífico, dejaríamos por un tiempo la montaña, con lo cual el clima iba a ser más confortable para viajar, además la moto iba a ir mejor al no circular por zonas tan altas. Por la altura, y al tener carburador, el rendimiento baja considerablemente. Una vez en el Pacífico, empezamos a subir hacia el norte, entre los impresionantes paisajes desérticos peruanos, con grandes dunas de arenas y vientos arenosos cruzamos ciudades importantes como Nazca. Allí se encuentran las famosas y milenarias «líneas de Nazca» que convierte a esta ciudad en un centro importante de turismo, otras urbes interesantes son Ica o Pisco, lugares realmente interesantes hasta llegar a Lima.
Luego de la vorágine de Lima nuestro rumbo seguía hacia el norte, teniendo aún el Pacífico como compañero pasamos por la ciudad colonial de Trujillo hasta llegar a la región de Tumbes. Ecuador y su clima subtropical nos esperaba, como siempre las lentas fronteras que tiene América del Sur hizo que la noche nos encontrara en Huaquillas, primera población ecuatoriana.
Luego de cruzar la frontera, a pesar de la hora seguimos de viaje hasta Machala, 100 km al norte del paso fronterizo. A la mañana siguiente el cambio de paisaje era evidente, dejamos atrás el desértico Perú y empezábamos a rodar entre plataneras por las rutas de la provincia de El Oro. Una fruta vital en la economía ecuatoriana, además de la riqueza que aporta a su gastronomía. Una vez en Quito decidimos quedarnos unos días para conocer su ciudad y recorrer sus calles. Al ser un país pequeño no tardamos en llegar a la frontera con Colombia, Rumichaca. Una vez más, había que sacrificar tres o cuatro horas de trámites fronterizos.
Colombia nos recibió con paisajes espectaculares, verde tropical alrededor de todas sus montañas, además de su gente alegre y el sonido de la rumba por doquier. América mostraba toda su belleza y nosotros contentos de estar cerca de nuestro destino.
La moto respondía de manera perfecta, no teníamos ningún inconveniente, nada más que un par de pinchazos. En una ocasión necesitamos «hacer dedo» (autostop) y cargar la moto en una camioneta para conseguir una «llantería», «vulcanizadora» o «gomería», dependiendo del país varia su nombre, para reparar el pinchazo.
La «Vagabunda Errante» ya rodaba por suelo colombiano y no dejaba de sorprender a cuantos la veían, algunos incrédulos no daban crédito de que aquella Honda Wave de 100 cc pudiera llegar tan lejos. La observaban, esbozaban una leve sonrisa y nos deseaban buen viaje. Nuestra pasión por viajar parecía contagiar a algunos y mientras tanto seguíamos hacia nuestro destino, cruzamos ciudades como Pasto, Popayan, Ibague y la «La Línea» para llegar a Bogotá. Ya era finales de diciembre y el ambiente de festividad se reflejaba en la capital colombiana.

En Bucaramanga, ciudad al noreste, pasamos las Navidades. Las rutas desoladas debido a la época del año daban la sensación de que todo el paisaje era para nosotros. LLegamos a Cúcuta, no sin antes pasar muchísimo frío al cruzar un páramo (camino de alta montaña) que nos dejaba en dicha ciudad y a las puertas de Venezuela.
Al cruzar el puente fronterizo el aire de la Revolucion Bolivariana se ve plasmado en las paredes que se encuentran del lado venezolano, imágenes de importantes figuras como Bolívar, San Martín, Tupac Amaru, Che Guevara..., nos daban la bienvenida. ¡Ya estábamos en el extremo norte de América del Sur, nuestra gran y linda America! Venezuela es una sabana, atravesando parte de ella nos fuimos hacia Maracaibo, ciudad portuaria ubicada sobre el Mar Caribe. El calor intenso nos obligaba cada tanto a parar a un lado de la ruta a beber agua de coco. Es muy frecuente ver la venta de este producto mientras se recorren las carreteras venezolanas, difíciles de sortear por mal su estado. Lo que no nos dejaba de sorprender era lo barato que es la gasolina en ese país, que en más de una ocasión nos la regalaban. Cagua fue nuestra última parada antes de llegar a Caracas.
Con gran emoción preparamos la moto con las alforjas como siempre, y nos echamos a la ruta. Era un día especial, al cabo de unas horas de viaje. ¡Caracas! Lo habíamos logrado y, además, a lomos de nuestra «Vagabunda Errante».
Ahora quedaba pensar en la vuelta y decidimos no volver por el mismo sitio. Tuvimos que volver hasta Maracaibo, pero esta vez íbamos a seguir por la costa del Mar Caribe. Entraríamos a Colombia por Maicao, en la región de La Guajira. Ya estábamos en Colombia siguiendo con la ruta planeada, pasando algunas ciudades importantes como Santa Marta, en la cual celebramos el Año Nuevo, y disfrutamos de sus playas. Barranquilla fue otra de las ciudades que cruzamos hasta llegar a Cartagena de Indias, ahí dejamos atrás el Mar Caribe y tomando la ruta 25 llegamos a Pasto, atravesando de norte a sur toda Colombia, conociendo Medellín y Cali. A estas alturas la «Vagabunda Errante» necesitaba un neumático trasero nuevo que pudimos conseguir en Cali, además de haberle cambiado la transmisión y reparado algunos pinchazos. Llegando a Pasto tuvimos un percance con la rosca del aceite del motor que pudimos solucionar con ayuda de Hernando y Belda, que viajaban también en moto. Tuvieron el detalle de recibirnos en su casa y nos facilitaron un taller para la «Vagabunda Errante». Estábamos a 100 km de la frontera con Ecuador, y Colombia nos despedía de esta manera, con un gran gesto de solidaridad y amistad. Rumichaca sería la única frontera que repetiríamos en todo nuestro viaje. ¡Ah!, se nos olvidaba, en Colombia Matías cumplió 31 años viajando sobre dos ruedas, ¿qué más se podía pedir?

Ecuador goza de un importante crecimiento que se plasma en sus infraestructuras y en la satisfacción de su gente. Al llegar a Guayaquil, tocaba trepar nuevamente, un desafío más para la «Vagabunda Errante», que con su pequeño motor y todo el equipaje de carga se tomaba su tiempo para coronar las grandes subidas. Con esfuerzo y a una velocidad de unos 25 km/h nos llevaba siempre al destino, eso sí, la paciencia era fundamental. Dejábamos atrás Ecuador, y empezamos a desandar el gran Perú, con nuestra firme convicción de no regresar por el mismo camino. Decidimos ir por la altura, 200 km antes de llegar a Lima encaramos La Cordillera, por Sayan. Errando el camino, con mucho frío, lluvia, terreno deteriorado y una altura de casi 5.000 m llegamos a Cerro de Pasco (4.500 m), donde se encuentra la mina más alta de mundo (Mina de Tajo Abierto, donde se extrae plata, cobre, zinc, y plomo). Estábamos en plena Cordillera de los Andes, con sus paisajes impresionantes, sus ciudades y pueblos encajonados entre las grandes montañas. La «Vagabunda Errante» y nosotros cruzamos pueblos y grandes ciudades como Ayacucho y Andahuaylas y desembocamos en Cusco. El camino fue bastante complicado, mucho ripio, barro e irregularidades acompañadas de un paisaje de precipicios, pero ya estábamos en Cusco, al otro lado de La Cordillera. Esta vez no regresaríamos por Bolivia sino por Chile, había que cruzar las montañas en dirección al Pacífico. La velocidad promedio a la que viajábamos era de 50 km/h. Había que recargar combustible con frecuencia, la autonomía no superaba los 120 km. Llevábamos un recipiente de refuerzo de 3,8 litros (los mismos que tiene el depósito de la moto).

Tocaba llegar a nuestro séptimo país, Chile, la puerta de entrada era Arica, situada al norte. Una vez en suelo chileno y partiendo de Arica hacia el sur llegamos hasta Tocopilla, sería la última vez que veríamos el Océano Pacífico. Estábamos en el Desierto de Atacama, la región más seca del mundo. San Pedro de Atacama ofrece un montón de lugares interesantes y de lindos paisajes. San Pedro esta situado a 2.500 m de altura y es la última población que dejamos antes de entrar en Argentina.
¡Ya estábamos en Argentina! Echando la mirada atrás no creíamos lo que habíamos logrado. La «Vagabunda» seguía rodando como el primer día... Aún nos quedaban 1.000 km para llegar a nuestra ciudad, Córdoba. Hasta allí tardamos unos cuatro días. En Córdoba nos esperaban nuestras familias. Había mucho que contar y experiencias que compartir...