El éxito en el deporte siempre es un arma de doble filo. Un filo que se vuelve afiladísimo cuando el éxito llega de forma abrumadora y precoz, y que corta con mirarlo cuando, además, aparece de forma un tanto inesperada. En este siglo, da igual la modalidad, pocos títulos mundiales han sido tan inesperados como el que logró Romain Febvre en MXGP 2015.
En primer lugar, porque era rookie y porque, desde que conquistó el Europeo de EMX250 en 2011, había necesitado tres temporadas para brillar en MX2, donde terminó tercero en 2014. Sin duda, el galo era una interesante apuesta de futuro, pero ni la tercera posición lograda en la primera manga de la segunda ronda en Tailandia podía anticipar lo que iba a suceder.
Todo estaba servido para el noveno título de Tony Cairoli, que había ganado los últimos seis y no parecía tener relevo. Sin embargo, una lesión abrió las puertas del título a los pilotos que vivían a su sombra como Clement Desalle, Max Nagl, Jeremy Van Horebeek o Gautier Paulin. Sin embargo, el que la cruzó fue aquel debutante galo de 23 años.
Con Desalle y Nagl también lesionados, Febvre se lo creyó y no solo se hizo con el título mundial, sino que dominó a su antojo la segunda mitad de temporada para convertirse en el primer campeón francés de la categoría reina y devolver el título a las vitrinas de Yamaha seis años después del logrado por Cairoli antes de irse a KTM.
Campeón del mundo como rookie, no se podía pedir más. O sí, claro. A partir de ahí, solo le iban a pedir un título detrás de otro, empezando por Yamaha. Pero todo fue al revés: tras empezar bien 2016 -donde acabó cuarto-, fue en picado: sexto, sexto y noveno. Necesitaba cambiar algo y, de cara a 2020, puso rumbo a Kawasaki.
Color esperanza y muy poca presión, ya que nunca habían ganado en clase reina. Con el talento intacto y cada vez más maduro, fue recuperando la confianza. El nuevo problema es que, entre tanto, los Tim Gajser, Jeff Herlings y Jorge Prado le habían ido adelantando por la derecha para situarse por delante en el nuevo orden mundial del MX.
Subcampeón en 2021 tras Herlings y en 2023 tras Prado, pasaban los años y el verde esperanza se iba oxidando. Lo que pasa es que, como bien dijo el Tote, “tiene sus ventajas no petarlo tan fuerte y es que te deja una experiencia de cuarenta con hambre de veinte”. Y, si había dos cosas de las que iba sobradísimo, eran hambre y experiencia.
Por eso, cuando la baja de Gajser se unió a las de Prado y Herlings, supo que era su momento. El rookie Lucas Coenen intentó aguarle la fiesta, pero Romain Febvre tiró de hambre y experiencia para ganar cuando se podía y sumar cuando no hasta conseguir un título histórico: el primero de Kawasaki y el primero de un piloto tras nueve años esperando. Merecidísimo.