No es precisamente el motociclismo el más justo de los deportes en lo que se refiere a las oportunidades, especialmente cuando se trata de niños y adolescentes. Por mucho que el cronómetro sea siempre el juez último a la hora de determinar las victorias, los podios y los títulos, el cribado previo que hace el dinero es capital, valga la redundancia.
Por suerte, a lo largo de los últimos años han ido apareciendo proyectos como la bLU cRU de Yamaha, donde los pilotos pueden mostrar su talento y hacerse un hueco por caminos alternativos. Tal es el caso de Álvaro Díaz, que en apenas un lustro ha pasado de tener un futuro incierto a proclamarse campeón nacional y mundial en dos temporadas consecutivas.
Aunque su nombre ha empezado a resonar para el gran público en este 2022, Díaz empezó a destacar a nivel nacional en 2015, cuando concluyó tercero en Challenge80 por detrás de Sergio García y Álex Escrig. Desde ahí, tras un año en PreMoto3, se apuntó a la nueva categoría de Supersport 300, que vio la luz en el curso 2017 casi a modo de prueba.
Si ese fue el año en el que descubrió la categoría que le ha terminado por catapultar, en el siguiente encontraría el equipo: el Arco Motor University Team de la UPV (Universitat Politècnica de València), donde después de un primer año algo más discreto fue dejando pinceladas de su talento ya en 2019, cuando logró sus dos primeros podios en el ESBK.
Le llegó entonces la oportunidad de saltar al Mundial de Supersport 300 con el Motoxracing, donde debutó con un prometedor octavo puesto en Jerez que no pudo mejorar en todo el curso. Sin sitio para el curso 2021, volvió al nacional -donde había seguido sumando podios el año anterior- buscando que ese pasito atrás se transformase en un salto de calidad.
No pudo ser más certero. Se proclamó campeón de España de forma apabullante, logrando seis victorias y diez podios en 14 carreras. Además, hizo dos wild card en el Mundial de Supersport 300 y logró un podio y dos quintos puestos en cuatro carreras. Había llegado la hora de volver, pero esta vez de la mano del Arco Motor. Dar el salto de calidad definitivo.
Arrancó con un segundo puesto y una victoria en Aragón, lo que confirmaba su candidatura al título. Ya se sabía que era uno de los más rápidos de la parrilla, y pronto demostró que era el más sólido: en una categoría marcada por la irregularidad, subió al podio en siete carreras consecutivas, superando el récord de cinco que compartían Alfonso Coppola y Manu González.
Esos números le dispararon hacia el título, cuya celebración quedó empañada por la muerte de su rival -y póstumo subcampeón- Victor Steeman. Una tragedia que avivó las críticas a una categoría que tiene muchas cosas por mejorar, pero que si de algo ha servido es para ver cuándo un piloto destaca por encima del resto. Como ha hecho Álvaro Díaz.