MotoGP

La ley innata de Marc Márquez

Existe una ley no escrita, sino innata (…) para la que no hemos sido educados, sino hechos.

Swinxy

9 minutos

La ley innata de Marc Márquez

«Existe, de hecho, jueces, una ley no escrita, sino innata, la cual no hemos aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la hemos agarrado, exprimido, apurado, ley para la que no hemos sido educados, sino hechos; y en la que no hemos sido instruidos, sino empapados».

Esta frase, atribuida al filósofo romano Cicerón -y popularizada con la publicación en 2008 del disco ‘La ley innata’ por parte de Extremoduro-, expresa con gran belleza y precisión cómo la ética y la moral de cada persona se van cincelando a lo largo de su vida, siempre partiendo de algo innato que se moldea en las experiencias vividas.

Una ley que, en nuestro interior, prevalece sobre aquellas que nos han sido dictadas e impuestas.

Para Marc Márquez, esa ley innata tiene como únicos jueces el cronómetro y la bandera a cuadros.

En 2013, llegó a MotoGP a ritmo de rock transgresivo, lanzándose a una selva de animales y, al ir apurando ‘del tó ya’ sus posibilidades en cada carrera, quizás tuvo que preguntarse más de una vez dónde estaban sus amigos tras haber lanzado alguna que otra pedrá al aire.

Pero él siguió fiel a su ley innata, con el agila (date prisa en castúo) como mantra, componiendo canciones prohibidas sobre los pianos de todo el mundo hasta verse en minoría absoluta más de una vez.

Todo aquello le salía solo. La calidad lírica de su pilotaje resultaba incuestionable y sus melodías iban sonando cada vez mejor, lo que le permitía ir coleccionando muchos más éxitos que fracasos en su carrera deportiva. Sin embargo, cuando estaba en la cima del mundo, su carrera se quedó en ‘Standby’ aquel fatídico 19 de julio de 2020 en Jerez.

Allí empezó un viaje, largo, tortuoso y que muchas veces le hizo pensar en claudicar y no volver a los escenarios.

Lo que pasa es que existe una ley innata que nos mueve mucho más allá de lógicas, razones e incluso de los consejos de nuestros seres queridos.

Y, lo que podía haber sido un final amargo y doloroso, acabó siendo el principio de su mejor obra.

Una larga y única canción dividida en diversos movimientos, cincelada en largos periodos de dolor y angustia que, inevitablemente, irían marcando el devenir de su existencia y erosionando su alma para pulir su carácter y convertirle en una mejor versión de sí mismo hasta, unido a Ducati, alcanzar una simbiosis perfecta entre letra y música.

Un viaje de 1.897 días que culminó el 28 de septiembre de 2025 en Japón, con la publicación de su mejor obra: La ley innata.

Marc Márquez cruza la meta y se convierte en campeón de MotoGP 2025

DULCE INTRODUCCIÓN AL CAOS

Marc Márquez era un hombre feliz. A sus 27 años, estaba en la cima del mundo del motociclismo, su gran amor. Venía de haber conquistado su octavo título mundial, el sexto en MotoGP y el cuarto consecutivo.

Y así andaba, en aquel extraño inicio de temporada 2020, pospuesto por el covid-19, tarareando “la canción de que el tiempo no pasara”, deseando vivir instalado en esa sensación de felicidad y que “el viento se parara”.

De repente, el caos.

Mientras tanto pasan las horas,

sueño que despierto a su vera.

Me pregunto si estará sola

y ardo dentro de una hoguera.

Salvada, remontada, caída, fractura, quirófano. Horas interminables, soñando con despertar a la vera de su Honda RC213V y ardiendo en deseos de volver cuanto antes a reunirse con ella.

Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas.

Se paró el aguacero, ahora somos, flotando, dos gotas.

Agarrado un momento a la cola del viento me siento mejor.

Me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor.

Tres días después, recibe el apto para volver a correr en Jerez.

Se rompió la cadena que ataba el reloj a las horas y se olvidó de que los huesos necesitan tiempo para soldar. Así, como si el tiempo se hubiera detenido y nada hubiera pasado, el aguacero paró y se presentó en el Ángel Nieto para reencontrarse con su amada máquina.

Y claro, se sintió mejor. Desconectado de la realidad, sin los pies en el suelo, solo quería flotar por el trazado andaluz agarrado a la cola del viento. El huracán había parado y una suave brisa le acariciaba la cara en aquel FP3.

Marc Márquez en el GP de Andalucía 2020

PRIMER MOVIMIENTO: EL SUEÑO

La brisa duró poco. En el FP4 fue “cayendo en picado” al notar que su brazo perdía fuerza, sensaciones que, durante la Q1, se reprodujeron “igual que un mal sueño”. Una pesadilla que solo acababa de empezar.

La vida es roja si te vas”, pensaban desde fuera al intuir el dominio de Ducati en su ausencia. No podían saber cómo girarían los acontecimientos años después. Mientras tanto, Marc volvía al quirófano y los plazos se iban ampliando.

Si no te vuelvo a ver,

no quiero despertar,

la realidad no me abandona.

Busco un mundo mejor

y escarbo en un cajón,

por si aparece entre mis cosas.

Su nueva realidad se apoderó de su mente, tratando de opacar su proverbial optimismo con una agónica espera que se iba prolongando durante meses. Por mucho que escarbase dentro de sí mismo en busca de un mundo mejor, no había nada a lo que aferrarse en el cajón.

Al final, todo terminó en una tercera operación, ya a finales de 2020 y con la temporada terminada. Ocho horas de intervención porque el húmero no cicatrizaba bien. Definitivamente, la realidad no le abandonaba.

Buscando mi destino,

viviendo en diferido.

¡Sin ser, ni oír, ni dar!

Guiado por su propia ley innata, sabía que debía seguir buscando su destino: volver a ser campeón de MotoGP.

Fue ahí cuando, agotadas las estériles búsquedas de algo mejor en el cajón sin nada positivo que rascar del presente, empezó a vivir en diferido: de la posibilidad de replicar su exitoso pasado en un futuro, a poder ser no demasiado lejano.

Marc Márquez fue operado por tercera vez

SEGUNDO MOVIMIENTO: LO DE FUERA

Así, poco a poco, se fue atisbando la luz al final del túnel. Regresó casi un año después, en la tercera cita de la temporada 2021.

Y a cobro revertido

quisiera hablar contigo

y así sintonizar.

El delirio llegó en Sachsenring. Apenas seis carreras fueron las que necesitó para volver a ganar. Fue como llamar a cobro revertido al Marc de unos meses antes para hablar con él y decirle que todo había merecido la pena. Que todo se había vuelto a sintonizar.

Desde luego, lo parecía, y los triunfos en COTA y Misano lo refrendaron. Pero los problemas no habían terminado.

Que intento ser feliz,

y desde entonces de esta cárcel no me dejan salir.

A falta de húmero, apareció la diplopía para recordarle que, por mucho que buscase la felicidad de forma incesante, al fin y al cabo, seguía siendo “de carne y hueso” y que su cuerpo podía convertirse en una cárcel en cualquier momento.

Pero ahora el viento corre alrededor.

Por mis pecados, sigo preso.

El mundo seguía girando, MotoGP seguía su curso y él estaba en parrilla. El viento corría alrededor, pero algo no iba bien. Dos años después de aquel pecado, seguía preso de su propio brazo.

Y ahora estoy en guerra contra mí alrededor.

No me hace falta ningún motivo,

y es que soy

maestro de la contradicción

y experto de romper lo prohibido.

La bomba llegó en Mugello: tenía que volver a operarse. Había vivido meses instalado en la contradicción de seguir compitiendo mientras se sentía cada vez peor.

Se puso incluso en ‘guerra’ contra su alrededor. No fueron pocos los que le pidieron que se retirara, que acabase con tanto sufrimiento. Pero él no podía. No podía claudicar sin darse otra oportunidad: se lo impedía esa ley innata.

Que intento ser feliz

y abocado, a los tejados,

me he mudado a vivir.

Por desobedecer,

por ver al sol salir,

por sacar la cabeza fuera.

Entre tanto, se había mudado a Madrid y había hecho más cambios, siempre por ver al sol salir y sacar la cabeza fuera. Siempre siguiendo su instinto.

Marc Márquez ha sido operado con éxito en la clínica Mayo de Minnesota

TERCER MOVIMIENTO: LO DE DENTRO

La operación funcionó y volvió tras perderse seis carreras. Tuvo tiempo de volver al podio antes de acabar ese 2022, por lo que empezaba 2023 con energías renovadas.

Tiempo, devuélveme el momento,

quiero pasar las horas

nadando mar adentro.

Y revolcarme por el suelo,

para empezar todo de cero.

Como el tiempo no se había parado en su ausencia, tenía prisa por recuperar el momento. Por nadar mar adentro, revolcarse por el suelo y disfrutar. Disfrutar como un niño, como antes. Empezar de cero. Y en Portimao lo hizo con una pole increíble… pero volvió a lesionarse.

¿Y qué voy a hacer, si vivo a cada hora,

esclavo de la intensidad?

Vivo de la necesidad.

Esclavo de la intensidad, quiso recuperar el tiempo demasiado rápido y volvió a estrellarse. Esta vez, fue el metacarpiano el que le dejó varias carreras en casa. Pero la nueva herida no estaba en su cuerpo, sino en su vieja amada. Ya no la sentía suya.

Se volvió a gusano, mariposa,

cansada de volar y no poder.

arrastrarse al fondo de las cosas,

a ver si dentro puede comprender.

Algo se quebró en Sachsenring. El escenario donde siempre había volado, ahora le veía arrastrarse. En la moto y fuera de ella. Hundido, sin comprender qué estaba sucediendo.

En algún momento, comprendió que así no iba a poder volver a volar. Que necesitaba volver a la crisálida, hacerse fuerte y salir con otros colores. Volver a lo de dentro. A la familia.

Marc Márquez trata de levantar la Honda en Sachsenring

CUARTO MOVIMIENTO: LA REALIDAD

Fue ahí cuando entró en escena Nadia Padovani para abrirle las puertas de la familia Gresini, que un año antes había acogido a su hermano Álex.

Acostumbrado a escapar de la realidad,

perdí el sentido del camino,

y envejecí cien años más de tanto andar

perdido.

La idea era clara: dejar de huir de la realidad y abrazarla de una vez por todas. Dejar de perder cien años intentando seguir por un camino que ya no existía. Aceptar que la realidad había cambiado y encontrar su sitio dentro de ella.

Y me busco en la memoria el rincón

donde perdí la razón.

Y la encuentro donde se me perdió,

cuando dijiste que no.

No era una tarea sencilla, claro. Todo lo contrario: era la más difícil de todas. Encontrar dentro de sí mismo el rincón en el que perdió la razón. Quizás fue cuando su brazo le dijo que no tratando de abrir una ventana. Y perdonarse.

Sin la necesidad de preguntarse,

si vengativos dioses nos condenarán.

Si, por Tutatis,

el cielo sobre nuestras cabezas caerá.

Perdonarse y respirar. Seguir buscando su destino. Abstraerse de pensar en castigos divinos y “vivir como animal que no se altera”. Así, sin dejar nunca de andar, se fue volviendo “duro como una roca” hasta que los resultados llegaron. “Y así, sintonizar”.

Marc Márquez logró en Aragón su primera victoria en MotoGP 2024

CODA FLAMENCA (OTRA REALIDAD)

Volvió el cielo a ser azul Gresini y la crisálida se rompió, dando paso a una mariposa muy diferente, lo que necesitaba para enfrentarse a esta otra realidad.

Agarrados del aire, viviremos,

no me importa adónde vamos.

Apriétame bien la mano, que un lucero

se me escapa entre los dedos.

Había recuperado la confianza y había vuelto a ganar. Un lucero se había llevado toda la oscuridad y era hora de emprender un nuevo vuelo, sin importar adónde ir.

Arráncate a cantar y dame algún motivo

para decirle al Sol que sigo estando vivo.

¡Ay del desánimo! Que no puede conmigo.

¡Ay del destino! Que no juegue conmigo.

Hay un brillo mágico que alumbra mi camino.

Lo apostó todo al rojo, el color del sol naciente. Desde entonces, todo ha sido coser y cantar. Ni el desánimo de alguna caída que no tocaba pudo con él, ni el destino ha vuelto a jugar con su futuro como hiciera hace cinco años en Jerez. Su camino volvía a brillar, volvía a hacer magia sobre la moto.

Y el fuego del infierno ya es solo humo,

y ahora el fuego ya es solo humo.

Después de arder el fuego ya es solo humo.

El infierno ya es solo humo.

El 28 de septiembre, Marc Márquez certificó matemáticamente el título mundial de MotoGP 2025 cruzando la meta del circuito de Motegi.

Y estalló.

Gritos, lágrimas, abrazos, sonrisas.

Un cúmulo de emociones se encontraron dentro de su cuerpo.

Porque el infierno había terminado. Aquel fuego, que encendió tratando de volver demasiado rápido en Jerez -y que estuvo muy cerca de consumirle-, se había extinguido por completo y ya solo quedaba el humo.

Estaba en paz. Con su pasado y con sus propios demonios internos. Todo había valido la pena.

Canta la de que el tiempo no pasara,

canta la de que el viento se parara,

canta la de que el tiempo no pasara,

donde nunca pasa nada.

De alguna forma fue como si, en los 2.184 días desde que conquistó el octavo título, el tiempo no hubiera pasado.

Como si el viento se hubiera parado.

Como si nada hubiera pasado.

Aunque hubiera pasado.

Porque todo es circular. Todo gira y todo vuelve.

Y el viaje de Marc Márquez no se detiene.

'Seguimos esta historia', decía su pizarra cuando cruzó la línea de meta.

Porque es su ley innata.

Su bendición y maldición a la vez.

Marc Márquez es un Sísifo moderno. Condenado a la eterna búsqueda de la victoria y los títulos.

Marc acaba de llevar la piedra a la cima de la montaña por novena vez, pero cuando vuelva a bajar, la piedra le estará esperando abajo.

Y él -movido por una ley no no escrita, sino innata, la cual no ha aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la ha agarrado, exprimido, apurado, ley para la que no ha sido educado, sino hecho; y en la que no ha sido instruido, sino empapado-, se pondrá a empujarla.

Marc Márquez enseña con los dedos los nueve títulos mundiales que suma

Nota: Los fragmentos centrados y en cursiva son del disco 'La ley innata', de Extremduro.

 

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