Desde este domingo sobre la una del mediodía, hora española, el nombre Pedro Acosta es el número 122 en la lista de los campeones del mundo de categorías individuales en los grandes premios, el 10º en Moto3, el 5º de KTM y el 22º español, elevando a 55 la cuenta de títulos mundiales para España.
Fríos y asépticos números que ni siquiera alcanzan a rascar la superficie de lo que ha transmitido Pedro Acosta en su primer año en el Campeonato del Mundo, donde llegó casi de rebote en las filas del Red Bull KTM Ajo, que recuperó su cuasi tradición de acoger en su seno al vigente campeón de la MotoGP Rookies Cup, como otrora hiciera con Karel Hanika, Bo Bendsneyder o Can Oncu.
“Todos los años hay un campeón, pero no siempre hay un gran campeón”. La frase se atribuye al legendario piloto brasileño Ayrton Senna, y se puede extrapolar fácilmente a cualquier deporte. En el Mundial de motociclismo todos los años hay tres campeones, pero las causas y consecuencias de cada título difieren mucho entre sí.
Lo primero que convierte en especial el título de Pedro Acosta es el camino recorrido hasta llegar a él. Segundo en la carrera inaugural, se llevó las tres carreras siguientes dejando planchados a todos sus rivales, a priori mucho más hechos que él. A la necesaria velocidad para estar delante unió un desparpajo insólito en la última vuelta que sonrojaba a los más pintados.
Los mayores empezaron a rendirse al talento del murciano, cuya capacidad para frenar mirando a dios a los ojos como su ídolo Kevin Schwanz sin dejar de meter la moto en curva conseguía marcar las diferencias en la jauría de Moto3. El diamante en bruto estaba ahí, y asustaba la facilidad y rapidez con la que empezaba a pulir sus aristas para brillar en cada circuito.
Llegaron los tiempos difíciles, claro está. Ningún gran piloto se ha cincelado surcando aguas mansas ni paseando alfombras rojas. Aparecieron las carreras duras, en las que supo arañar cada punto. Y aparecieron los rivales como Sergio García y Dennis Foggia, porque la historia se escribe en rivalidades.
Y, con todo eso, llegaron las dudas. Es imposible saber si llegaron a la cabeza del murciano, pero desde fuera se podían percibir. El gran momento de forma de Foggia empezó a reducir la ventaja que Acosta había ido gestionando con maestría, y a dos carreras del final todo parecía abrirse.
Llegaba la hora de la verdad. Acosta había mostrado tanto ser capaz de enlazar victorias cuando no tenía ninguna presión, como de manejar una renta en la general. Faltaba ver de qué pasta estaba hecho con la presión al máximo y la renta bajo mínimos, con el añadido de una mala posición de parrilla.
La respuesta fue rotunda. Tras incordiar a su rival en el warm up al más puro estilo Ángel Nieto, convirtió la carrera más importante de su vida en toda una epopeya, dejando un cuádruple adelantamiento por fuera como introducción para ir, poco a poco, cerrando el nudo sobre la garganta de su gran rival hasta que, una vez llegado el momento del desenlace, ponerse primero y no mirar atrás hasta pasar la bandera a cuadros para certificar el título ganando.
Cualquier duda quedó disipada y solamente quedó el éxtasis de haber asistido a un día histórico porque no fue una coronación cualquiera. La percepción de paddock es unánime: no fue el título de Pedro Acosta, fue el primer título de Pedro Acosta. El matiz es grande: no ha venido a ser un nombre más en la lista de campeones, ha venido a ser uno de los grandes.
Y ha llegado en un momento perfecto: siete días antes del adiós de Valentino Rossi y con Marc Márquez ya acercándose a los treinta. Como en su día sucedió con los dos pilotos más importantes del siglo XXI, Acosta ha irrumpido en la categoría ligera con ese aura reservada a los más especiales.
Si algo ha quedado claro en este 2021 es que Pedro Acosta es la nueva prímula de MotoGP.
La prímula es una flor asociada a la juventud, la pureza y el amor eterno, a la que también se llama primavera porque es la primera en florecer en invierno, anunciando su final y la llegada de la primavera.
Acosta no solamente simboliza ese amor por el motociclismo tan puro que solo se entiende por su insultante juventud; sino que viene a dejar claro que aunque Rossi ya no esté en parrilla y Márquez esté entrando en la segunda fase de su carrera deportiva, el invierno nunca llegará a MotoGP porque con Pedro Acosta ya está floreciendo una nueva primavera.