Custom

Harley-Davidson Sportster Seventy Two y Softail Slim

Harley-Davidson lanza la Seventy Two y la Softail Slim con la intención de volver a dar vida a este concepto de motos custom de la "vieja escuela".

Andrés G. Dorado. Fotos: Paloma Soria

4 minutos

Harley-Davidson Sportster Seventy Two y Softail Slim

Harley-Davidson cierra el capítulo de novedades 2012 con la presentación de dos motos con un marcado carácter retro, pero como en la actualidad a cualquier cosa se la llama «retro», hay que profundizar un poco más para desgranar y delimitar cada estilo.

Por un lado, la Seventy Two ahonda en el concepto chopper de los 70, una época donde las customizaciones trascendieron al convertirse en algo más que un oficio, con ella Harley ofrece de serie una moto que encarna la esencia de aquella época con componentes añejos entremezclados con tecnología actual. Una Sportster diferente, muy estilizada donde la purpurina y los cromados brillan con luz propia.

Por otro lado, con la Slim nos remontamos a una época anterior, hace un claro guiño a las míticas bobbers de los 50 y para ello basa sus líneas en la sencillez y el minimalismo, lo que hace adelgazar aspectos clave de la moto, como la rueda trasera, y evita cualquier elemento decorativo superfluo para que el motor luzca en todo su esplendor asumiendo todo el protagonismo. Como ves, dos estilos y dos épocas diferentes pero con un denominador común: el retorno de los clásicos.

Empezaré por la 72, una apuesta segura de Harley-Davidson y un recurso con el que quieren dar un empujón a las Sportster «grandes» 1200, el objetivo es que a corto plazo el número de unidades vendidas llegue a igualarse a las de las 883.

Cuando la ves «en persona» la Seventy Two marca aún más sus estilizadas líneas a base de minimizar componentes esenciales como el depósito, el asiento o la aleta trasera y maximizar otros: manillar mini ape alto, casi «cuelga monos», y un neumático delantero de 21 pulgadas y perfil bajo. En otros modelos esta combinación de elementos podría influir negativamente en la ergonomía, pero en éste casi no es así.

En marcha los brazos quedan prácticamente en ángulo recto con el cuerpo y los estribos no están exageradamente adelantados, con lo que la espalda no sufre al estar en una posición bastante natural. Además puedes echar el manillar hacia delante o hacia atrás en función de la talla del conductor. El asiento sí que resulta demasiado pequeño, además no recoge lo suficiente en la parte posterior y al acelerar o con baches muy marcados, te escurres hacia atrás.

Damos vida al motor Evolution con esa inconfundible y sonora arrancada al más puro estilo Sportster, el accionamiento de ambas manetas es sorprendentemente agradable, como también lo es lo rápido que sube de vueltas al enroscar el puño derecho.

La ligereza que transmite visualmente se traslada al terreno dinámico, donde se muestra realmente ágil, además te permite un buen ángulo de inclinación al tumbar en las curvas al tener los estribos elevados, lo que te permite ir deprisa sin arrastrar los avisadores contra el asfalto.

El límite quizá lo ponga la horquilla, en curvas rápidas hace que la moto se mueva de delante, aunque cierto es que en unas unidades es más perceptible que en otras. Más que recomendable es pagar los algo más de 300 euros que cuesta la versión con pintura Metal Flake, uno de los rasgos estéticos más personales de la 72 junto a la nueva tapa del filtro de aire esférica -no ovalada como casi todas-.

La dieta que han seguido en Harley-Davidson para hacer adelgazar a una Softail se basa fundamentalmente en la sencillez, y eso solo se consigue eliminando elementos decorativos para llegar a la esencia pura.

Otra clave es haber utilizado un neumático trasero mucho más pequeño, tanto que prácticamente tiene la misma medida que el delantero, la anchura es de 144 y 140 mm respectivamente (la Fat Boy calza un 200 detrás). Además, el asiento monoplaza -a tan solo 650 mm del suelo- y la aleta trasera se reducen a la mínima expresión, lo que hace destacar el motor sobre todo el conjunto.

Hablamos del poderoso Twin Cam 103B montado mediante fijación rígida al bastidor pero con eje de balance para moderar las vibraciones. En marcha ofrece unos excelentes
medios, un tacto rudo y una entrega de potencia muy progresiva con marchas largas y una sexta de tipo overdrive aún más larga en la que el motor gira muy bajo de vueltas, pensada sobre todo en su uso en viajes y largas distancias por autopista.

A los mandos se adopta una postura muy natural y auténtica, el manillar Hollywood con refuerzo central, que tradicionalmente se ha montado en horquillas de muelles Springer, hace separar los brazos pero no de forma exagerada; las plataformas reposapiés ofrecen comodidad al estar en una posición baja en la que la pierna viaja relajada. El asiento, a pesar de ser monoplaza, tiene una superficie lo suficientemente amplia y un mullido agradable que permite hacer kilómetros sin acusar fatiga.

Lo estrecho de su neumático trasero se deja notar en marcha, hace que la moto sea más ágil en los cambios de dirección sin prácticamente restar adherencia. Eso sí, los más puristas tendrán que acostumbrarse a que la vista trasera sea mucho más delgada de lo que las Softail nos tienen acostumbrados, pero con la Slim hay que cambiar el chip.

Como todas las Softail, viene de serie con ABS, un sistema no demasiado intrusivo que al entrar en funcionamiento tiene los pulsos bastante espaciados, con lo que deja correr la moto demasiado para mi gusto. También equipa llave de proximidad que te reconoce solo con acercarte. El velocímetro, instalado sobre el depósito de combustible, cuenta
con una pantalla digital que tiene, entre otras funciones, tacómetro e indicador de marcha engranada. Su ubicación no queda dentro del campo visual cuando miras al frente, hay que bajar la cabeza para poder leerlo.

Al igual que pasa en la 72, viene de serie homologada para una persona pero puede instalarse un kit, compuesto de asiento y estriberas, para poder llevar acompañante. Un accesorio al que según nos comentan los responsables de la marca, recurren el 90% de los usuarios. Una vez puesto hay que pasar por una ITV para hacer legal el cambio.

Nuestras dos protagonistas contribuyen a diversifi car la oferta, cada una en su correspondiente gama, y lo hacen con precios que no desentonan con el resto de los miembros de sus familias. A pesar de ello, la Seventy-Two con 11.750 euros pasa a ser la Sportster más cara, también la más exclusiva.

Por el contrario, con 21.000 euros la Slim se posiciona como una de las Softail más baratas. Ni que decir tiene que ambas cuentan con amplísimo catálogo de accesorios opcionales para poder personalizarlas.