Opinión

Dejen a Martín lucir el número 1 en 2026. Lo merece

El madrileño necesita borrar de su cabeza un 2025 que debería considerar como un paréntesis en su vida.

Josep Lluís Merlos

3 minutos

Jorge Martín, su Aprilia con el 1 y Marc Márquez en Japón

Vale, esto tampoco va de números. ¿Seguro? Ya les hemos contado hasta la saciedad que Marc Márquez ha recuperado su título mundial 2.184 días después de haber conseguido el octavo, el anterior. También saben que ningún campeón volvió a serlo tras tres años de sequía. Que nadie ha visto transcurrir más de nueve años desde la primera vez que ganó un campeonato en MotoGP hasta, como en el caso de Cervera, seguir siéndolo; o recuperar el diploma en una década diferente a la que se le escapó por última vez.  Y como estas cifras, otras muchas más para ilustrar lo que ha conseguido este año el cuarto campeón del mundo con Ducati.

Desconozco si Marc va querer lucir el dorsal 1 en el carenado de su Desmosedici el año próximo, ejerciendo el derecho que se ha ganado por méritos propios. Aunque me extrañaría que renunciara al personalísimo 93 que le viene acompañando en su trayectoria, y en la exitosa cuenta de resultados del negocio generado a su alrededor con el merchandising.

Cuando yo era un chaval me fascinaba ver la corona de laurel que se colocaba a los vencedores cuando subían al podio de honor. No sé si por influencia de las pelis de romanos o por haber devorado las historias de Astérix, pero que las victorias se celebraran con aquellos ornamentos vegetales las elevaba a la épica de césares, gladiadores y centuriones. Y, normalmente, quien acreditaba aquel reconocimiento solía llevar el número 1 en el frontal de su moto; y por aquel entonces también en los laterales de unos carenados donde no se pugnaba ni por colocar apéndices aerodinámicos ni patrocinios que, a veces, ni existían.

Y en esta línea, por ejemplo, me encanta lo que se hace en moto-cross, donde se permite que el líder puntual de la clasificación luzca en cada momento su número sobre una placa con fondo rojo cuyo color informa a legos y letrados de quién es el piloto a batir en aquel momento de la temporada. O la tecnología con luces led que se emplea en carreras como Le Mans, que nos indican muy visualmente quien encabeza en todo momento cada categoría.

Me gusta que cada campaña empiece con alguien que luzca el número 1 en la pista; es el justo reconocimiento a los méritos conquistados el año anterior. Pero también entiendo los intereses de marketing que rigen en este negocio, más allá del deporte y de sus valores.

El mundial de MotoGP arrancó este año con el justo merecedor del dorsal 1, el campeón de 2024, Jorge Martín, en la enfermería. Y me temo que podría terminar -ojalá que no- de la misma manera en función de la evolución de la última lesión del de Aprilia.

El madrileño necesita borrar de su cabeza un 2025 que debería considerar como un paréntesis en su vida. Y el ejemplo del calvario que ha superado Márquez debería ser el espejo donde reflejarse para, como ha hecho el catalán, “estar en paz consigo mismo”.

Pecco Bagnaia reconoció el otro día que su compañero de box ha acreditado “una fuerza mental digna de admirar”.

Y estoy convencido que si Márquez ha salido de un túnel tan largo, oscuro y cabrón como el que ha atravesado, Jorge también podrá hacerlo.

¿Quién puede dudar de su velocidad, de su categoría o capacidad de sacrificio? Martín no merecía una mala suerte tan asquerosa como la que ha vivido en este año donde la miel ha sido hiel.

Por eso, y a no ser que considere que el dorsal 1 le trae mal fario o que le haya cogido manía, si Márquez no va a llevar ese número en 2026, que dejen a Jorge que lo pueda usar. Su 2024 lo merece, y su 2026 -y los que vengan, que ojalá sean muchos- todavía más.

Déjense de normas y chorradas pre-establecidas y permítanle esta concesión, y aunque estemos en una época donde parece que al confundir siete con nueve se nos haya olvidado contar, demostremos que, a veces, la cosa sí puede ir de números.

 

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