Cuando Ducati decidió que la quinta versión GP22 de la Desmosedici sería para Luca Marini en el VR46, sabían que estaban cometiendo una injusticia con Enea Bastianini. Lo que seguramente no sabían es que, al mismo tiempo, estaban firmando una póliza de seguros que les protegía en caso de error en el desarrollo.
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Dicho de una forma más castiza: estaban evitando poner todos los huevos en la misma cesta. Si algo salía mal con la GP22, tendrían un piloto joven, rápido y en clara inercia ascendente sobre la moto que terminó el curso 2021 como un auténtico avión. Sobre todo con las dudas generadas por la decisión de las Ducati oficiales de no usar la última versión del nuevo motor que sí llevarán las del Pramac y la del VR46.
Por su parte, desde que llegó a MotoGP a comienzos del pasado curso con la vetusta GP19 en las filas del Esponsorama, Bastianini se ha dedicado a mandar mensajes a la marca de Borgo Panigale: mientras murmuraba ante los micrófonos que merecía una pata negra para este curso, sus actuaciones en pista lo gritaban bien fuerte.
Resignado tras ver que ninguna de las cinco versiones de 2022 era para él, cambió levemente el contenido del mensaje con la vista puesta en 2023: quiere vestirse de rojo como compañero del ya renovado Pecco Bagnaia, y considera -seguramente con gran acierto- que su gran rival en esa suerte de batalla interna es el español Jorge Martín.
Bendito problema, suele decirse. Ducati es la marca con más motos en parrilla (ocho) y con más versiones de la moto 2022 en pista (cinco), por lo que puede hacer encaje de bolillos con los pilotos que tiene en nómina, sobre todo en un contexto donde estar en un equipo como el Pramac te brinda la oportunidad de aspirar al título mundial, algo hasta hace poco reservado a los equipos oficiales. Aun así, todos quieren ese estatus.
La reciente política de Ducati invita a descartar, por edad, la continuidad de Jack Miller o la llegada de Johann Zarco. Así que sí, el duelo Martín-Bastianini parece estar servido. Los dos lo saben y en Qatar fueron protagonistas: Jorge Martín fue el más rápido a una vuelta el sábado con la GP22, Enea Bastianini fue el más rápido el domingo con la GP21… irónicamente a 22 vueltas.
El año pasado, sin experiencia en la categoría y con la Ducati más vieja de todas, avisó con dos podios en Misano, su circuito predilecto. En su segunda temporada se preveía un salto hacia delante importante, pero era prácticamente imposible pronosticar su triunfo en Qatar.
Ahora conviene no cargarle de presión con cantos de sirena sobre el título. En primer lugar, porque la temporada es larguísima. En segundo, porque muchas veces Qatar no es un baremo fiable, y seguro que pilotos que sufrieron en la primera carrera tendrán muchísimo que decir en las 20 restantes.
En tercer lugar y más importante, porque según pasen las carreras lo tendrá más difícil a nivel mecánico. Con la escasa pretemporada, el inicio de 2022 es casi una continuación del final de 2021, donde la GP21 dominaba con autoridad. En Losail, Bastianini aprovechó esa inercia mientras Ducati y el resto de marcas bregaban con los problemas de bisoñez de sus máquinas para 2022, que a buen seguro irán corrigiendo a medida que avancen los grandes premios. En resumen: las motos de los demás tienen un margen de mejora que la suya no.
Por eso, la Bestia sabía que estaba ante una ocasión inmejorable de salvar a Ducati a lo grande y postularse a la segunda Desmosedici GP23 oficial. De momento, entre todas las dudas del cesto que contiene las versiones 2022, la certeza estuvo en la Desmosedici GP con el número 23.