Durante el fin de semana, la peregrinación a Tavullia es una cita casi obligatoria y que merece la pena, todo hay que decirlo, al margen de las simpatías que tengas hacia Valentino Rossi. El pueblo se tiñe de amarillo y se convierte en un parque temático VR46. El Fan Club prepara una serie de actividades lúdico-festivas para todos los aficionados, sin importar la camiseta que lleven y te acoge con una hospitalidad exquisita.
En el Misano World Circuit Marco Simoncelli, ese mismo amarillo está omnipresente en cada rincón, aunque eso no es exclusivo de este GP de San Marino y allí donde va el Mundial los aficionados de Rossi son mayoría abrumadora. Sólo en los cuatro GG.PP españoles se ve algo más de variedad cromática, aunque el amarillo sigue siendo más numeroso.
Muchas veces nos preguntamos cómo será el Mundial post Rossi y qué será de esos aficionados para los que Valentino es como una religión. Para mí no cambiará tanto, y en las gradas la mayoría seguirán vistiendo camisetas amarillas. Seguirán fieles a un color, como se es fiel a un equipo de fútbol.
El fenómeno VR46 ha dado otra dimensión al motociclismo como deporte. Muchos aficionados son de Rossi como pueden ser del Madrid, del Barça o del Atleti. La rivalidad con Márquez o con Lorenzo existe, pero la masa social de los españoles no se acerca ni de largo a la que tiene Valentino.
Motociclismo no es fútbol
En MotoGP también se puede ser de un piloto, y eso no te convierte en peor aficionado a las motos. ¡Qué no te vendan la burra! Es lo más normal del mundo que un seguidor de Rossi celebre los éxitos de su piloto, y al mismo tiempo se alegre cuando a sus rivales le van mal dadas. El problema de la ‘futbolización’ del motociclismo es llevar al extremo una rivalidad mal entendida. Se puede ser fan sin tener que ser ultra.
Por ejemplo, jamás se debe aplaudir la caída de un piloto, que es un deportista que se está jugando la vida. Y eso es así en Italia, en España y en la Conchinchina. En el motociclismo existe un riesgo inherente a la profesión, y cualquier caída, por muy tonta que sea, puede suponer una lesión.
En los últimos tiempos hemos visto cómo prolifera ese seguidor irrespetuoso que ya no solo pita a su rival en el podio, sino que celebra sus caídas con fervor. Lo vivimos este año en Mugello, cuando Marc Márquez se fue al suelo en carrera, y aquí mismo en 2017 con una caída en el warm up que fue jaleada y respondida por el de Cervera lanzando besos desde el vial.
Es lo mínimo que se merecen, porque los ‘aplaudidores’ de caídas no dejan de ser los ultras de un equipo, que están mejor fuera del circuito que haciendo ruido en pista.