Hasta finales de los años ochenta, la velocidad nacional se sostenía gracias a infinidad de carreras urbanas ante la perenne escasez de circuitos permanentes.
Llegó del esquí acuático y se entregó de lleno a las grandes cilindradas, allí donde los pilotos españoles nunca se atrevieron o no pudieron correr. Así fue Víctor Palomo.
El ancestro del Mundial de MotoGP fue el Gran Premio de Europa, prueba de carácter anual y ambulante, en la que se otorgaba el primer título absoluto de la velocidad.
Para cualquier piloto nunca es sencillo decir adiós, y menos para los grandes campeones, para quienes ya resulta difícil tener que renunciar a la victoria, así que imagínate lo duro que será dejar de competir.
Estaba a punto de cumplir 35 años y había ganado ya diez títulos mundiales, y un día Ángel Nieto se ilusionó con la idea de correr el Mundial de 500. Casi lo consigue.
En 1971 el circuito del Jarama acogió por segunda vez el Gran Premio de España, y se puede decir que ese momento marcó el inicio del motociclismo como fenómeno de masas en España.