Cuando la proeza de conquistar un Dakar se convierte en poco menos que una rutina anual, resulta difícil encontrar la fórmula que permita mantener la ilusión por lograr algo nuevo, por ir más allá. De alguna forma, KTM lo consigue. El triunfo de Matthias Walkner es la mejor prueba.
El piloto de Kuchl ha sido el encargado de continuar la inmaculada racha de KTM por 17º año consecutivo, pero su victoria es también la primera. Es la primera para un piloto austriaco con una moto austriaca y un patrocinador austriaco. Un triplete insólito para un país de apenas nueve millones de habitantes.
Hace ya años que KTM y Red Bull forman una exitosa dupla austriaca en diversas disciplinas del motociclismo. Un binomio ganador cuya guinda siempre portaba otra bandera. Sin ir más lejos, en el Dakar habían encumbrado la española de Marc Coma, la australiana de Toby Price y la británica de Sam Sunderland en los años anteriores.
La esperanza era Walkner. Ya había vivido las mieles del éxito a escala mundial en dos disciplinas y siempre sobre una KTM: en 2012 se proclamó Campeón del Mundo de MX3. Pese a tener un futuro brillante esperándole –y como hiciera un genio loco casi tres décadas antes-, decidió que los circuitos de MX se le quedaban cortos y optó por probar suerte en los raids.
Fue llegar y besar el santo, ya que en 2015 se convirtió en Campeón del Mundo de Rallies Cross-Country. Superó por siete puntos a su compañero Sam Sunderland gracias a la victoria en el Rally de Cerdeña y los segundos puestos en Atacama y Marruecos.
Su foco estaba claro: el Dakar.
Debutó ese mismo año mostrando de su potencial al ganar una etapa, pero no pudo acabar. Tampoco al año siguiente, donde se fue de vacío. Mientras, Coma y Price salían victoriosos con el binomio austriaco. En 2017 no falló y llegó a meta, acariciando la gloria con la punta de los dedos, ganando otra etapa y llevando por primera vez a Austria al podio del Dakar. Sin embargo, los flashes no le buscaban a él, sino al ganador: Sunderland.
Parecía haber dejado escapar una ocasión de oro, pero él sabría que tendría más. Con esa idea en mente, en este 2018 se tomó la primera semana con calma, consciente de que la carrera va haciendo su selección y que la criba estaba siendo dura. Por eso, cuando en la décima etapa las roderas de sus predecesores no señalaban el camino a Belén, fue valiente y puso otro rumbo.
Camino a Belén estaba el sueño dorado de KTM. Más: de un país como Austria cuyo primer gran mito dakariano se caracterizó por no seguir las roderas de otros y enfrentarse a la prueba más dura del mundo con una moto derivada del MX. Su nombre no es otro que Heinz Kinigadner: el bicampeón del mundo de MX 250cc y, sobre todo, el hombre que llevó el binomio Austria-KTM más allá de los circuitos de motocross y lo expandió por el desierto africano.
‘Kini’ tiene el dudoso honor de ser el piloto con más victorias de etapa en el Dakar (11) sin haberlo terminado nunca. Nunca remató la faena, pero sentó las bases de la historia más grande contada entre dunas: la de cómo el naranja KTM se fue fundiendo durante 16 años con el naranja del desierto hasta, a la 17ª, volverse dorado en la figura de Matthias Walkner.