Álvaro Bautista y su Ducati aburren. Es el sentir casi generalizado de la afición al Mundial de Superbike, utilizando en este caso el verbo ‘aburrir’ en forma de sinónimo de otros como arrasar, dominar, someter, avasallar, tiranizar, subyugar, oprimir y todos aquellos que impliquen un superlativo -lo más grandilocuente que sea posible- para expresar lo autoritarias que resultan sus victorias.
Un dominio que en Catalunya alcanzó su cénit, precisamente después de anunciarse la reducción de 250 revoluciones por minuto a la Ducati Panigale V4R. Simples cosquillas en el costado del binomio que forman el piloto español y la máquina italiana, que encuentra en el Circuit de Barcelona-Catalunya el terreno ideal para sacarse su propio apartado de correos y esperar al resto en meta.
Ocurre que el aburrimiento es subjetivo. Por más que la práctica totalidad de la afición motera vibre más alto que nunca con un adelantamiento de última curva, es innegable el deleite visual que supone ver a un piloto extraordinario llevar al límite una máquina perfecta una vuelta tras otra con una precisión quirúrgica, minimizando los errores hasta acariciar cual asíntota el límite del cero.
Álvaro Bautista aburre tal y como aburrió Jonathan Rea en la segunda mitad de 2018, como Marc Márquez a comienzos de 2014, Valentino Rossi en 2002, Mick Doohan en 1997… como aburrían el Barça de Pep Guardiola, el Dream Team del 92, Serena Williams, Rafa Nadal en Roland Garros, Miguel Indurain en el Tour o como aburre actualmente Max Verstappen en la F1.

Es uno de los riesgos inherentes al propio deporte: cuando alguien roza la perfección el resto se ve condenado a luchar por la segunda posición. En el motorsport esa perfección tiene que ser lograda en simbiosis entre humano y máquina. Y el resto, humanos y máquinas, tiene la obligación de intentar acercarse a esa perfección para acabar con ese ‘aburrimiento’.
En Catalunya aburrió como nunca, logrando el triplete con una facilidad insultante, aumentando más la renta sobre un Toprak Razgatlioglu que parece el Rea de 2019: once podios en doce carreras, con una victoria (la única que se le escapó a Bauti), seis segundos puestos (incluyendo los últimos cuatro) y tres terceros. Su problema es que Bauti ya no es el de 2019.
El tercer puesto se lo repartieron Jonathan Rea, Andrea Locatelli y Michael Rinaldi, que volvió a demostrar que está demasiado lejos del nivel de su moto, añadiendo además un enfrentamiento con Axel Bassani que no beneficia a ninguno. Se relame Nicolò Bulega, que sumó una nueva victoria en Supersport al imponerse a las MV Agusta de Marcel Schrotter y Bahattin Sofuoglu.
Un Sofuoglu que estrenó su palmarés en la segunda carrera con doblete de MV y podio de Stefano Manzi; mientras su antiguo rival, Jeffrey Buis, se reencontraba con la victoria en SSP300 batiendo a Samuel Di Sora y Mirko Gennai, que ganó la segunda ante Matteo Vannucci y Buis. Todo en una categoría que ojalá fuese más aburrida, porque lo que sigue siendo es demasiado peligrosa.