Arranca el Trofeo RACE Féminas 50 Aniversario

¿Por qué resistirte a correr una carrera de club? ¿Por ser mujer? ¡Decídete! Puede ser la experiencia más alucinante de tu vida...

Bego Calvo | Fotos: Rocío Ruiz, Carlos Sanz, Naya

Arranca el Trofeo RACE Féminas 50 Aniversario
Arranca el Trofeo RACE Féminas 50 Aniversario

Después de un largo invierno en el que lo único que se te pasa por la cabeza es entrenar para llegar preparada a la primera carrera del Trofeo RACE Féminas en su 50 Aniversario, sólo me quedaba una duda, ¿serían suficientes kilómetros los realizados durante las tandas de la Escuela de Pilotos Manuvi en los meses de febrero y marzo? La respuesta era evidente: no. El frío atenazaba las ganas de cualquiera para rodar con un mínimo de tranquilidad, por lo que con pocas referencias y muchas ganas de comenzar la competición nos presentamos con el equipo Manuvi Racing en nuestro box, el viernes 24, listos para pasar la verificación administrativa y técnica.

El día de la carrera no podía comenzar peor. La mañana del sábado 25 se presentaba con un frío helador que apenas dejaba subir al mercurio mucho más allá de los dos grados centígrados. ¡Cómo sería para que incluso durante el briefing no me desapareciesen las ganas de tiritar! Bien es cierto que parte de esa tiritona la provocaban los nervios, que mezclados con la emoción de salir a pista formaban un amasijo de sensaciones difíciles de expresar. Como diría nuestro Director Deportivo, Oscar Pena, “en las carreras resulta complicado contener las emociones, pero es parte del trabajo de un piloto”. Ya lo creo que sí, y tuve la oportunidad de comprobarlo a medida que se aproximaba el momento de salir a pista.

HORA CERO

Apenas quedaban 20 minutos para que diera comienzo el primer entrenamiento oficial cronometrado de mi categoría, Supersport, y la temperatura no parecía querer subir. Entonces pensé que lo más sensato sería “dejar hacer” a los demás y que me contaran cómo estaba la pista antes de ponerme incluso el mono. Los compañeros de equipo que participaban en Extreme me lo confirmaron: no era crítico, pero el frío no dejaba trabajar a las gomas como debieran. ¡Lo que me faltaba! Además, y para más inri, resulta que mis compuestos no eran los adecuados para las temperaturas del día… ¡Quién nos iba a decir, solo una semana antes mientras entrenábamos a 23 grados, que el frío se haría fuerte en el Jarama justo el día de la carrera!

Pero no había otra, la decisión estaba tomada y había que participar con lo que teníamos, que no es otra cosa que una moto prácticamente de serie con gomas inadecuadas para el infierno que se cernía sobre la pista. De acuerdo, podría haber sido peor si además nos hubiera visitado la lluvia, pero supongo que tanta mala suerte no se puede acumular en apenas unas horas…

La decisión estaba tomada. Había que correr con lo que teníamos

Era momento de ser cautos y esperar. Los primeros entrenamientos fueron pasando, lentos pero productivos para los pilotos que salieron a pista, aunque la situación era evidente: apretar el ritmo no servía de nada productivo. Apenas tuvo valor, a modo de toma de contacto sobre el terreno, para verificar que los escasos regueros de agua en puntos críticos iban desapareciendo con el paso de las tandas libres de primeras horas de la mañana. Hay ocasiones en las que “ver los toros desde la barrera” ofrece una perspectiva vital para hacerse una composición de lugar, y así fue en mi caso. Aquellos primeros 20 minutos de la categoría Supersport, la mía, contemplados desde la valla justo enfrente del box, me sirvieron para darme cuenta de que debía salir a la segunda tanda con más precaución de la que tenía prevista… y lo hice, o eso pretendí. Nada más quitar los calentadores y enfilar el pit, las sensaciones eran extrañas, pero poco a poco la CBR600RR, las gomas y quien esto escribe fuimos entrando en temperatura, cada vez con más confianza, con más decisión en cada frenada y cada aceleración hasta que a la entrada del “siete”, abriendo gas hacia Farina, donde en la vuelta anterior tenía agarre, dejé de sentirlo. Mi Honda y yo por los suelos mediada la tanda cronometrada definitiva, única y definitiva en mi caso. Los comisarios de pista, por fortuna, debieron encontrar sangre en mis ojos y aunque no me quité el casco, daba a entender lo que de verdad sentía en mi interior: por favor, quiero volver al box cuanto antes para reparar la moto… ¡Por favor! Yo estoy bien”. Lo entendieron sin necesidad de dar muchas explicaciones, de modo que aparecimos poco después con el equipo esperando a adecentar la moto para la carrera. Solo disponían de 20 minutos para hacerlo.

TESÓN Y ESPERANZA

Lo cierto es que cuando te rodeas de un equipo humano de primer nivel, la esperanza es lo último que pierdes. Joaquín Valencia se puso manos a la obra, siempre con la asistencia de Agus por si necesitábamos una mano extra y con Luigi apartando a los visitantes del box que, sin darse cuenta, ocupaban parte del “espacio vital” necesario para desmontar, limpiar, enderezar, fijar y ajustarlo todo para que la CBR600RR volviese a arrancar apenas 18 minutos después. Con el semáforo a punto de cerrarse, salgo del pit lane apresuradamente intentando no perder la concentración. Todo estaba en su lugar. Las manetas correctamente colocadas y el puño de gas libre de giro en su recorrido; antes ni lo uno ni lo otro funcionaba.

Solo disponíamos de 20 minutos para reparar. ¿Daría tiempo?

Mientras tanto, Joaquín y Luigi corren con los caballetes y calentadores en sentido contrario del pit para acercarse a la parrilla y ofrecerme la asistencia necesaria; un trabajo en parte baldío, ya que apenas quedaban 3 minutos para darse la salida, por lo que los calentadores no pudieron montarse… ¡con el frío que hacía y yo esperando la salida sobre los caballetes y los neumáticos “al aire”!

Por fin llega el momento tan deseado: todos se retiran y salimos línea a línea para la vuelta de calentamiento. Intento hacer eso mismo, calentarme yo misma y hacer lo propio con los neumáticos, acelerando y frenando más de la cuenta en busca del punto exacto antes de formar de nuevo parrilla y concentrarme para la salida. En este momento parece que el mundo se ha detenido. Oyes el resto de motores rugir, pero solo el tuyo es el que importa. Doy golpes de gas justo con el semáforo en rojo y, cuando se apaga, abro gas con ganas mientras controlo el tacto del embrague. ¿El resultado? ¡He ganado dos filas! Pero en ese momento comienzo a pensar en los consejos de Luigi: “acuérdate de cómo estaba la pista cuando te resbaló de atrás, porque en carrera no habrá mucha diferencia”

Tal vez por ello, el final de recta lo hice frenando de forma conservadora, y más todavía la rápida de Varzi hasta llegar al “siete”, donde el lugar de la caída me hizo frenar más de la cuenta y, con ello, perder las posiciones ganadas en la salida. El resto de la carrera fue un “run run” continuo en la cabeza pensando en lo principal, que no era otra cosa que acabar “a pesar de todo”, de la falta de grip, del carenado sujeto como pudieron en el box, del frío que hacía que se te helaban hasta las ideas, del revolcón que todavía me dolía aunque hubiera sucedido apenas media hora antes… En fin, que había que terminar y eso hice, rodar muy lejos de mis tiempos para acabar, en definitiva, tercera en la clasificación de Féminas.

OBJETIVO CUMPLIDO

Cuando las condiciones resultan ser tan adversas, lo que deseas es que se acabe el calvario cuanto antes. Así no es de extrañar que me resultara tan larga la carrera. Pero con el banderazo a cuadros ya a mis espaldas, solo pude hacer dos cosas: respirar tranquila y lanzar besos a mis compañeros de equipo que me estuvieron marcando con la pizarra y animando desde el muro durante todas y cada una de las vueltas. ¡Para ellos mi agradecimiento!

Y para todo el equipo Manuvi Racing, con Manu a la cabeza de un grupo de personas todas ellas encantadoras, sin las cuales resulta complicado entender un día de carreras en el Trofeo RACE. Pronto aprendes que el triunfo no es de una sola persona, sino de la labor de todo un equipo que te arropa y te lleva en volandas hasta ese tercer peldaño del podio. Algo que no hubiera sido posible si no es por la contribución de Joaquín y Luigi, mis dos “ángeles de la guarda” y auténticos guías de mis pasos en competición. Desde ya mismo, es momento de pensar en la siguiente cita, la segunda del campeonato, el 20 de mayo. Otro sábado donde habrá que esperar un clima más benigno… ¡por favor!