Cinco años han pasado ya desde aquel domingo en el que jamás amaneció. Mientras el cielo de Phillip Island llora cataratas, nos parapetamos en el box de la memoria evocando recuerdos, sintiendo melancolía de tantas cosas que sucedieron y, sobre todo, la más dolorosa de las nostalgias, como nos dictó Joaquín Sabina: “añorar lo que nunca jamás sucedió”.
Te echamos de menos, Marco. Echamos de menos tu sonrisa, tu mirada, tu sempiterna melena retirada de MotoGP como si fuera el 58, al que viaja adherido en la memoria con un eterno vínculo. Echamos de menos tu agresividad en pista. Echamos de menos tantas cosas que nos diste que cuesta incluso hacer memoria en un banal ejercicio de recopilación.
Pero, seguramente, lo que más echamos todos de menos es la certeza. Te fuiste tan pronto, dejaste en blanco tantas páginas del libro, que desde este valle de lágrimas sólo podemos empezar a imaginar qué hubieras escrito en ellas. Puedes jurar que lo hacemos. Me atrevería incluso a afirmar que, todos los que te vimos en pista, hemos dedicado largos y amenos ratos, tanto en soledad como en distendidas charlas moteras, a rellenar con nuestra propia inventiva los capítulos que dejaste huérfanos de tinta y goma en el libro de tu historia.
Sin una certeza a la que aferrarse, sólo queda especular. Cuántos podios hubieses logrado, cuándo hubiera llegado el primer triunfo. ¿Y el título? De nuevo, ninguna certeza. Podemos creer que lo hubieras peleado, incluso que lo hubieras ganado. ¿Y qué? Si jamás lo sabremos. Sólo podemos imaginar, soñar, volar. Créeme, lo hemos hecho muchas veces desde entonces.
Desde que te fuiste, Marc Márquez ha arrasado. Tres títulos en cuatro años, y Valentino Rossi siendo el único italiano capaz de plantarles cara a él y a Jorge Lorenzo. ¡Qué sólo se quedó el Doctor sin su mejor alumno! Quién sabe si sigue ahí sólo porque tú no estás. Si simplemente está protegiendo el testigo tricolore que llevaba tu nombre grabado, esperando un sucesor digno que pueda evitar que la era de Márquez se recuerde en la línea cronológica como la posterior a la era de Rossi. ¿Y si eras tú, Marco?
Quién no se ha preguntado alguna vez cómo hubiera sido un #MarcVsMarco, un duelo español-italiano de talentos cuya picaresca desborda bajo los pliegues de sus sonrisas. Es la misma pregunta que nos hicimos antaño con Daijiro Kato y el propio Rossi.
MotoGP te echa de menos. Italia te echa de menos. Rossi te echa de menos, y quizás por eso creó la VR46 Riders Academy. Porque tú le demostraste cuánto puede llegar a realizar a una persona la transmisión de conocimientos, el moldeado de un diamante en bruto hasta dejarlo pulido y en lo alto, para sentir esos triunfos como propios.
Y qué decir de tu padre, Paolo, que montó un equipo para no morir de pena, para buscar nuevos ‘hijos’ en los que volcar todo el amor filial que le quedaba, todo el manantial de conocimientos y todo el proceso de aprendizaje que vivió a tu lado. El año que viene, este trocito de tu legado llega al mundial. Con tu nombre, con tus colores. Estarás más vivo que nunca.
Porque, cinco años después, seguimos inmersos en un mar de dudas sobre hasta dónde hubieras podido llegar, cómo hubieras variado el sendero de la historia de las dos ruedas si aquel 23 de octubre de 2011 nunca se hubiese producido aquel terrible eclipse de vida y hubiera amanecido como cualquier otro día. La bruma de aquel día es como las dudas que dejó tu ausencia: jamás se disiparán. Nos seguiremos preguntando: ¿y si eras tú, Marco?
Eso sí, en nuestros corazones sí reina la certeza: Aquí sigues siendo tú, Marco.