Anoche, lo digo sin remordimiento, volvimos a acostarnos tarde, porque Estambul es irresistible. Esta vez nos dirigimos a otra zona, Ortokoy, en la margen europea del Bósforo, casi al pie del Bogacizi Koprosu. Si te gusta el pescado, podrás disfrutar de un buen plato, y también hay mucha artesanía por las callejuelas. Ortokoy está muy próximo a Besiktas, otro populoso barrio, famoso por su equipo de fútbol, uno de los más conocidos de Turquía junto al Galatasaray y el Fenerbahçe. Hoy va a ser otra historia. Nuestro cierre será bastante apretado, porque además empezamos con una hora de retraso respecto al horario habitual, así que esta noche toda hincar los codos, como en los tiempos de estudiante, y escribir algunos textos por la noche si es que queremos que a nuestra gente en Madrid no le de un infarto el domingo por la noche…
Los ecos del «paddock» -que en Estambul resuenan con más fuerza por lo vacío que está- dicen que ésta va a ser la última vez que el Mundial recale en estas tierras. Lástima. Afortunadamente, seguirán quedando lugares atractivos en donde perderse al salir del circuito: que no nos quiten Portugal (por Lisboa, Sintra, Cascais, Estoril…), que nos quite Italia (por la bellísima Florencia), ni la República Checa (¡viva Praga¡), ni tan siquiera Malasia (donde hay mucho más que el Chinatown de Kuala Lumpur)… Tampoco querríamos que desapareciera Turquía, pero hay que hacer carreras allá donde haya interés por hacer carreras. Eso me lo dijo Carmelo Ezpeleta en una ocasión. Y no se refería sólo a llenar un circuito, algo que, inevitablemente, no se puede conseguir en Qatar, pero es que, al menos, los qataríes tienen interés por cuidar su carrera, la miman, no se olvidan un detalle, aunque sólo vayan 5.000 espectadores. Aquí, en Turquía, hay de-si-dia. (Con esta palabra hacemos una vieja broma en la redacción). Es difícil imaginar lo desconocido que resulta el campeonato para los turcos. Nuestro amigo Jakob, el jugador de backgammon, no tenía ni idea de que se disputara un Gran Premio, y fue incapaz de decirnos el nombre de un piloto. ¿Sabéis quien aparecía en los pocos carteles anunciadores de la carrera? ¡Troy Corser y su Suzuki! Eso lo dice todo. El sábado por la mañana me di un paseo por la pista durante la sesión cronometrada de MotoGP. Es necesario andar y estirar las piernas, y despejarse con el fresco aire de la mañana. Las preciosas gradas del circuito, vivamente decoradas, lucían vacías y tristes. Como si de un entrenamiento se tratara. En la frenada de la «chicane» de meta, una de las zonas más espectaculares, donde Elías regalaba una y otra vez sus cruzadas, sólo había 45 personas. De verdad, 45 contadas una a una. La tribuna de meta tenía alguna más, pero no mucho más.
Dicen que no es casual este desinterés del promotor. Dicen que Ecclestone, prácticamente ya propietario de la pista, ha elogiado la gestión de FGSport. Puede que con Kenan Sofuoglu, bien encaminado hacia el título de Supersport, y por ende, poniendo su destino hacia SBK, consigan llenar la pista, algo que no ha conseguido en tres años el «glamour» y la magia de MotoGP.