El hilo de MotoGP y un nudo en la garganta

'Iba todo bien hasta que han empezado a suceder cosas raras…'

Nacho González

El hilo de MotoGP y un nudo en la garganta
El hilo de MotoGP y un nudo en la garganta

‘Se ha producido un giro dramático en los acontecimientos’. La frase se podía leer en las redes sociales cuando, llegado el último tercio de la carrera de Silverstone, el motor de la Honda número 93 se paraba, propiciando el abandono de Marc Márquez y, subsecuentemente, la apertura de par en par del liderato, que acabaría en manos de Andrea Dovizioso, victoria mediante.

No es ni el primer ni el segundo giro dramático de guion de la temporada. MotoGP 2017 está siendo como una historia de suspense, cargada de emoción y con tantos giros argumentales como curvas tiene cada circuito. Como un hilo de Twitter seguido por cientos de miles de personas donde no sabes qué pasará o cuándo. Pero sabes que pasará algo. Y que quizás no tenga mucho sentido, pero pasará y te lo tienes que creer.

Este fin de semana, donde la Fórmula 1 y MotoGP coincidían, Honda se encontró con su doble malvado de las cuatro ruedas, el que rompe motores a pares para desasosiego de Fernando Alonso. Esta vez, fue el irreductible motor de la RC213V el que falló, por primera vez desde que Márquez llegó a la categoría reina. ‘Iba todo bien hasta que han empezado a suceder cosas raras’, debió pensar Marc.

Sin él, Andrea Dovizioso se vio entre las Yamaha. Como en Qatar. Un espejo en el que todo era igual, pero a la vez era distinto. Se vio a sí mismo entrando en un bucle, con dos M1 pilotadas por Maverick Viñales y Valentino Rossi que parecían las de principios de año, pero que a la vez no eran las mismas, sino una especie de clones. Como si Silverstone fuese un espejo de Losail, donde todo parecía igual pero está justo al revés.

Como estaba al revés, sucedió lo contrario. En Qatar perdió ante Viñales, en Silverstone le ganó. Como hizo con Márquez en Austria. También las victorias del 04 llegan clonadas. Y ya van cuatro. Sin cero a la izquierda, que es como Dovi se ha debido de sentir alguna temporada anterior.

Todas las buenas historias se componen de introducción, nudo y desenlace. En la de MotoGP 2017, la introducción comenzó con un paradisíaco idilio de Viñales con su Yamaha, pero que no tardaría en romperse. Ese fue el primer giro dramático de guion, pero vendrían más. La caída de Rossi en Le Mans fue de los más recordados. Y quizás el de más impacto… hasta el motor de Marc.

La introducción dio paso al nudo, donde los requiebros argumentales siguieron a la orden del día. Como si MotoGP fuera un rompecabezas, y las piezas fuesen trocitos de papel higiénico con los nombres de los pilotos escritos con un lápiz negro y desordenados en el suelo. Trocitos que algún guionista loco reordena en cada circuito con la inquietante línea que separa la ficción de la verosimilitud que sólo puede alcanzar quien ya sabe el desenlace. O quien no quiere saberlo ni necesita saberlo.

Una mente perversa que disfruta del nudo, estrujando el guion con el único propósito de dejar a los espectadores con las ganas de más. Expectantes por la siguiente carrera. Que, aun sabiendo que es posible que no pase nada nuevo o relevante, la posibilidad de un nuevo giro argumental les haga estar alerta, no despegarse de la pantalla. Que, aun sabiendo que es posible que estén jugando con ellos y sea todo mentira, están totalmente enganchados a la historia.

Que el nudo ha traspasado la pantalla de su dispositivo y se ha cerrado sobre sus gargantas.

Lo mejor de una historia es cuando ya no importa el desenlace. Cuando no importa si Dovizioso, acabará mirando una piscina desde la habitación de un hotel, si las Yamaha de Viñales o Rossi son las de antes o son unos clones o si el motor de Honda es un doble malvado.

Lo importante es disfrutar la historia. Seguir el hilo. Zambullirse entre los protagonistas y reír con ellos, sufrir con ellos. No importa si la trama narrativa de MotoGP 2017 se va construyendo aleatoriamente sobre la marcha o si ha salido de la mente de un Manuel Bartual cualquiera. Si es ‘real life’ o todo es un ‘invent’.

No importa qué hay al otro lado de la puerta de la habitación 328 que da paso a la siguiente carrera. No importa porque la historia en sí es maravillosa. Porque la imprevisibilidad de cada viernes se torna en incredulidad cada domingo. ‘No me lo creo’, se repite el espectador. Pero quiere más.

Porque está entrando en el desenlace y cada vez hay más dudas que certezas. Porque, cada vez que parece que se descubre algo, surge un nuevo misterio más grande e intrigante. Así es como se construyen las grandes obras. Los hilos que pasan a la historia.

Cuando acabe, no será muy relevante el desenlace. Porque el nudo seguirá durante mucho tiempo en las gargantas. Y dará igual quién gane.

Todo está bien.