Maverick Viñales, el éter de MotoGP

El paradigma de MotoGP se enfrenta a un nuevo y desconocido elemento.

Nacho González

Maverick Viñales, el éter de MotoGP
Maverick Viñales, el éter de MotoGP

Decenas de siglos atrás, mucho antes de que Grecia se convirtiera en una amalgama de tensiones políticas y destino vacacional de turistas curiosos y estudiantes fiesteros, sus filósofos trataban de tejer los entresijos de la razón entrelazando con sus brillantes intelectos los enmarañados hilos de la historia.

Una de las conclusiones a las que llegaron fue sobre la propia constitución del planeta en que habitamos, que consideraban compuesto por cuatro elementos vitales: la tierra, el aire, el agua y el fuego.

LA CUADRATURA DEL CÍRCULO

Durante la última década, MotoGP también se ha visto dominada por esta misma composición:

Viejo como el aire en movimiento, Valentino Rossi sigue y sigue soplando. Quizás ya no sea el huracán de antaño, cuando tumbaba de un soplido la oposición de todo el que osase cruzarse en su camino, o erigiéndose en tornado para sacudir los cimientos del paddock hasta disponer a su antojo todo lo que se hallara en derredor; pero sus rivales saben que, incluso cuando parece reinar la brisa, el italiano puede estar agazapado preparando su próxima ráfaga.

Impertérrito ante todos los reveses, Dani Pedrosa es el elemento más firme e inamovible de todos: la tierra. Otrora roca, cincelada con los títulos de las cilindradas menores, el tiempo y las lesiones han erosionado sus estructuras hasta tornarle en arena, en ocasiones movediza. Aun así, su resistencia y su capacidad de adaptarse a los cambios sin moverse del mismo sitio –siempre naranja-, hacen de él un nexo de encuentro y quietud para sus tres adversarios.

El más impredecible de los elementos es el agua. Como ya dijo Bruce Lee, puede fluir o golpear, al igual que Jorge Lorenzo. Un torrente de talento que en algunas ocasiones se ha descontrolado hasta ocasionar su propio desborde, pero que cuando logra serenarse y equilibrar su flujo en la dirección adecuada, es capaz de surcar imperturbable los circuitos haciendo parecer que el resto de sus contrincantes estén nadando contracorriente.

Cuando todavía seguían calientes las brasas de los últimos incendios provocados por Casey Stoner en el paddock, surgió la llama de Marc Márquez: un incandescente e ignífugo imberbe que venía de calcinar a todos sus rivales tanto en 125cc como en Moto2, dispuesto a ocupar su lugar como uno de los cuatro elementos: el fuego. Para ello, a su llegada no dudo en convertir a los otros tres en pasto de las llamas sin contemplaciones como demostración de poder.

Durante la última década, MotoGP también ha estado compuesta por aire, tierra, agua y fuego... hasta ahora.

EL QUINTO ELEMENTO

Pensadores griegos hubo muchos. Aristóteles sólo uno. En este punto, se podría iniciar una exposición de motivos que hicieron a Aristóteles pasar a la historia entre la multitud de filósofos, pero nos quedaremos con uno, el que nos interesa: mientras muchos daban por ciertas la teorías de sus predecesores sin apenas cuestionárselas, Aristóteles le daba vueltas a todo, contradiciendo, cuestionando o mejorando los teoremas previos.

Así sucedió con los cuatro elementos. Fue él quien postuló la existencia de un quinto elemento, que a su juicio intervenía de forma capital en el proceso de formación de los cuerpos celestes. Lo denominó éter, y la física clásica sostuvo su existencia hasta hace menos de doscientos años, cuando apareció la teoría electromagnética de Maxwell.

Ante Maverick Viñales, todo es una incógnita, como sucedía con el éter

Miles de años pasaron con la humanidad preguntándose cómo sería el éter, ese gran desconocido. Todos sabían qué era la tierra, cómo hacer fuego, de dónde salía el agua y cuáles eran los efectos del viento. El éter era una completa incógnita, y lo mismo sucede en MotoGP. Todos saben qué esperar de Dani Pedrosa, Marc Márquez, Jorge Lorenzo y Valentino Rossi y cómo funcionan las diferentes interrelaciones.

Sin embargo, ante Maverick Viñales todo es una incógnita, como sucedía con el éter. Su potencial y su talento están fuera de toda duda, y su rendimiento con la Suzuki pasó de aceptable a notable alto hasta culminar en sobresaliente. Ahora llega a Yamaha y nadie sabe bien qué esperar: se da por hecho que ganará carreras, pero… ¿luchará por el título ya en su primer año? ¿lo ganará?

Pero, sobre todo, ¿cómo serán sus relaciones con los demás elementos? Poco o nada se sabe de Maverick Viñales en ese sentido, al igual que poco o nada se supo nunca del éter. ¿Se mantendrá erguido ante el viento que soplará en su box? ¿Le afectarán las corrientes de agua, se le tragará la tierra?

Y la gran pregunta de todas, la que a buen seguro determinará su futuro en MotoGP, la que probablemente se esté haciendo incluso Aristóteles: el éter… ¿será ignífugo?