Relajación oriental

GP de China. Dirario de un GP. III. Circuitos como el de Shanghai, con sus diferencias, permite a los pilotos disfrutar de un Gran Premio más relajado que en otras carreras, pero esto no quiere decir que haya ausencia de tensión.

Relajación oriental
Relajación oriental

Cuando me propusieron escribir un diario con las experiencias que se viven en un Gran Premio, pensé que lo más interesante sería transmitir las sensaciones que percibía durante el fin de semana de carreras, tanto dentro como fuera de la pista. Quizás algunos prefiráis referencias más directas sobre lo que pasa en el circuito, los entresijos de los entrenamientos y situaciones que no suelen reflejarse en la revista, pero tanto aquí como en Estambul, dos lugares sugerentes, distintos a todo lo que podemos ver habitualmente por Europa, hay mucho más atractivo fuera que dentro del circuito.

Hoy lo más comentado, lo más sobrecogedor, ha sido el accidente del chino Huang, que en plena recta ha chocado con De Angelis y se ha estrellado violentamente contra el muro. El accidente ha sido terrible. Huang ha sido evacuado rápidamente al hospital donde se le ha diagnosticado la rotura de una vértebra lumbar.

Fueron unos minutos tensos y frenéticos. Tensos para los pilotos que aguardaban pacientemente en “boxes”, mientras que los comisarios limpiaban a toda prisa el escenario del accidente, plagado de piezas pulverizadas por el impacto contra el muro, para poder reemprender la sesión. Fueron no pocos los pilotos que tuvieron que pasar ante el herido y el destrozo originado. ¿Qué pasa por la cabeza de un piloto ante una escena así? Siempre se dice que esta gente está hecha de otra pasta. Puede que sea cierto, pero creo que no son más que seres de carne y hueso, como cualquiera de nosotros, que tienen un cometido que cumplir. Y como todos –la mayoría- sufren y lamentan el mal ajeno, pero saben que tienen una responsabilidad. No es un síntoma de frialdad.

Carreras como la de China, las que se disputan fuera de Europa, permiten disfrutar a los pilotos de cierto relajamiento, de mayor tranquilidad en el “paddock”. Incluso el ambiente dentro del circuito es distinto porque no hay “motorhomes”, se vive de otra manera. En Shanghai el espacio que tendrían que ocupar los camiones y los “hospitalies” se parece a una de esas gigantescas plazas que adornan la ciudad. Es un espacio abierto con grandes macetones de madera, con plantas en flor y bancos, donde los chinos sestean con esa facilidad innata que tienen para quedarse traspuestos en cualquier sitio. Los equipos disponen de unas prácticas oficinas, como palafitos, situadas sobre un estanque, que se comunican entre si por pasarelas de madera. Para matar el tiempo, algunos aprovechan el estanque para probar sus pequeñas motoras teledirigidas recién compradas en el mercadillo, aunque no pocas naufragan al chocar contra los pilares de las oficinas… Como vemos, la vida en este circuito es mucho más relajada.

Y ya que hablamos del circuito, éste se merece un comentario aparte, porque no hemos dicho nada sobre él. Desde que el Mundial llegó a Shanghai en 2005 ya pudimos comprobar la grandiosidad de esta obra, aunque por más que se explique, por más que se vean fotos o una retransmisión televisiva, las imágenes no hacen justicia a esta instalación. El Circuito de Shanghai es la obra más impresionante que he visto hasta la fecha en este tipo de construcciones. Como la mayoría de los últimos circuitos incorporados al Mundial, es obra del mismo ingeniero, el alemán Hermann Tilke, que tiene una larga trayectoria en este terreno: A-1 Ring, Sepang, las remodelaciones de Sachsenring y Hockenheim, las nuevas instalaciones de Nürburgring, la tribuna cubierta del Circuit de Catalunya, y los novísimos circuitos de Bahrein y Estambul son obras suyas. Tilke se ha convertido en el Eiffel contemporáneo.

Me da la impresión de que el circuito es el reflejo de la nueva sociedad china. Todo está impoluto y reluciente. Incluso los policías del circuito parecen lucir el uniforme con mayor gallardía que sus compañeros de la ciudad. Es otra metáfora. Todo está pensado para que el extranjero traslade al exterior una opinión del país en función de su contacto directo. Por eso todo debe estar impecable. No he visto unos servicios más limpios y relucientes que los del circuito de Shanghai, que son continuamente limpiados y desinfectados. Por el contrario, la ciudad está sucia y falta mantenimiento en cosas tan esenciales como aceras, semáforos, mobiliario urbano… Las áreas turísticas están cuidadas, pero en el momento que se abandona la zona metropolitana, Shanghai es una ciudad fea y abandonada. Y la mala fama de los chinos, por sus malos hábitos, como escupir en la calle o eructar sin el menor pudor, no se puede ocultar ni controlar.

El extremo opuesto lo encontramos en el Bund, donde se contempla la ciudad desde los jardines que bordean el río. La vista nocturna del Shanghai moderno es espectacular, y los grandes edificios resaltan aún más con su puesta en escena nocturna. El Bund es una zona muy turística, y los vendedores callejeros caen como una manada de lobos a la caza de una presa. Ofrecen cometas, discretas imitaciones de relojes, plumas, colonia, bisutería… Son baratijas comparadas con todo lo que se llega a encontrar en los mercadillos.

El Bund cuenta con varias manzanas de edificios levantados a principios del siglo pasado. Son elegantes construcciones modernistas que en otro tiempo albergaron sedes bancarias y oficinas comerciales. Ahora abundan los restaurantes caros, en especial los de cocina francesa. Es en estos sitios donde se marcan claramente las diferencias en la sociedad china. Aquí la clientela es mayoritariamente occidental, y los únicos chinos que descubrimos son atractivas muchachas en compañía de hombres maduros…

Las modernas discotecas abundan en la ciudad. Son como cualquier garito de moda en cualquier otra ciudad del mundo, pero resulta paradójico contemplar determinadas escenas. En la novena planta de uno de los emblemáticos edificios del Bund hay un local muy popular. En su terraza, con la silueta del Shanghai modernista de fondo y rodeados, de nuevo, de gente occidental y atractivas muchachas chinas que se contonean y bailan al son de la música capitalista, el viento agita unas gigantescas banderas de la República Popular China que penden de altísimos mástiles. ¡Ay, si Mao levantara la cabeza!