Hasta hace bien poco, hablar de motociclismo asiático era prácticamente equivalente a hablar de motociclismo japonés.
El país originario de las cuatro grandes marcas, con Honda y Yamaha a la cabeza y Suzuki y Kawasaki a su estela, comenzó a dominar la categoría reina a mediados de los 70, y desde el primer título de Yamaha en 1975 a cargo de Giacomo Agostini, las firmas niponas han conquistado 41 de los 42 títulos de la clase reina: 18 de Honda por 17 de Yamaha y seis de Suzuki.
Esto trajo consigo el desembarco masivo de pilotos japoneses en el mundial. Ya habían empezado a ganar desde 1961 de la mano de Kuninitsu Takahashi, pero durante varias décadas los triunfos nipones fueron llegando con cuentagotas, igual que el título de 350cc conquistado por Takazuki Katayama en 350cc.
Fue así hasta la década de los 90, donde arrasaron durante casi diez años, especialmente en categoría pequeña, donde entre Kazuto Sakata y Haruchika Aoki lograron cuatro títulos del octavo de litro en cinco años, siguiendo la estela ganadora iniciada por Tetsuya Harada en 250cc en 1993, que replicaría Daijiro Kato en 2001.
Después llegaría el declive, mitigado por el título del cuarto del litro de Hiroshi Aoyama en 2009, y que sería conduciría a una sequía de más de un lustro entre la victoria de Yuki Takahashi en Catalunya 2010 –la número 172 tanto de Japón como de Asia- hasta el de Takaaki Nakagami en Assen 2016.
Nakagami está considerado como la gran esperanza para el renacer del sol, junto a los pilotos de Moto3 Hiroki Ono y Tatsuki Suzuki, o las nuevas promesas como Kaito Toba o Ayumu Sasaki, flamante campeón de la Red Bull Rookies Cup. Pero ya no están solos. No en vano, la victoria de Nakagami fue la victoria número 173 de Japón, pero la 174 de Asia… que elevaría la cuenta a 175 en la siguiente carrera en Sachsenring.
El autor de esos dos triunfos, pioneros en el motociclismo asiático fuera de las fronteras de Japón, tuvieron varios puntos en común: desde las condiciones (lluvia) hasta el país (Malasia), pasando por el piloto: Khairul Idham Pawi, que remató la evolución malasia que no consiguió rubricar Zulfahmi Khairuddin, que parecía estar llamado a cambiar la historia del incipiente país asiático.
KHAIRUDDIN ABRIÓ EL GRIFO…
‘Fahmi’ fue protagonista del primer día grande de Malasia. El 2012 llegaba a su fin, y Sepang acogía la antepenúltima cita del calendario. Khairuddin estaba cuajando su mejor año sobre una KTM oficial, y había acariciado el cajón al ser cuarto en Portgual, haciéndose asiduo al top 10 durante todo el año. Pero aquel día dio un paso más, e hizo soñar a la parroquia malasia allí congregada con la victoria, pero Sandro Cortese no perdonó.
El alemán le batió en el mano a mano e impidió que sonara el himno local, pero el segundo puesto de Khairuddin supuso el primer podio mundialista en la historia de Malasia. El segundo llegaría apenas una hora después, pero en diferido: el invitado Hafizh Syahrin brillaba bajo el agua en Moto2 haciendo honor a su sobrenombre de ‘El Pescao’ que se ganó a pulso en el CEV, y cruzaba la meta en cuarta posición.
Un año después se conoció la sanción de 18 meses a Anthony West por dopaje, cuyo carácter retroactivo le despojaba del podio de Sepang y ascendía a Syahrin al mismo. Mucho antes, Khairuddin había repetido éxito en la cita final de 2012 en Valencia, donde completó el cajón tras jugarse la victoria con Danny Kent y el propio Cortese.
El despertar de Khairuddin y la aportación de Syahrin colocaban a Malasia en los libros de historia con tres podios, y la juventud de ambos invitaba a pensar en que dicho número no tardaría en crecer. Sin embargo, ‘Fahmi’ se estancó y tras tres años discretos acabó saliendo por la puerta de atrás del mundial, buscando acomodo en este 2016 en Supersport, donde ya ha subido al podio con una segunda posición. Cómo no, en Sepang.
…Y PAWI COLMÓ EL VASO
A cambio de la marcha de Khairuddin, irrumpían en el mismo dos jóvenes compatriotas: Khairul Idham Pawi y Adam Norrodin, cuyo 2016 iba enfocado claramente al aprendizaje. Pero el destino les guardaba una sorpresa líquida, traídas por las nubes argentinas.
Allí, Pawi perpetró una exhibición grandiosa de pilotaje en agua para ganar con una contundencia abrumadora y lograr la primera victoria de la historia de malasia en el mundial de motociclismo, en una actuación que eclipsó a un también magistral Norrodin, que pagó caro el precio de su ambición y perdió una opción inmejorable de subir podio al caerse en la última curva cuando intentó adelantar a Jorge Navarro en lo que hubiera sido un doblete malasio histórico.
Meses más tarde, el propio Pawi repetiría el éxito en Sachsenring, de nuevo en lluvia, sumando dos triunfos en su primera media temporada en el mundial. Unas prestaciones en mojado que se contraponen con su rendimiento en seco, donde no ha pasado de la 14ª posición.
Aun así, junto a los ya mencionados Syahrin, Norrodin y Khairuddin, está consolidando la primera gran generación de pilotos en su país, haciendo que el motociclismo mundial ya no sólo hable japonés cuando se adentra en territorio asiático, sino también malayo.