“Es poesía en slow motion, es muy bonito de ver”, decía Pol Espargaró al contemplar, a cámara lenta, los movimientos de Marc Márquez sobre el mojado asfalto de Sachsenring, donde ejecutó una coreografía junto a su Desmosedici GP25 casi más propia de la natación artística que del motociclismo de competición.
Ahí ya había empezado el 93 a granjear aura en el trazado alemán, mucho antes de unirse al popular trend de TikTok -nacido en el festival indonesio Pacu Jalur- al cruzar meta el domingo.
La realidad es que Marc Márquez ya tenía aura mucho antes de que este sustantivo (femenino, por cierto) se convirtiese en la palabra de moda de la generación zeta.
La primera acepción de aura es la de un “viento suave y apacible”, y el propio Diccionario de la Real Academia Española ya indica que se utiliza mayoritariamente en lenguaje poético. Precisamente el lenguaje en el que Márquez se comunica con su moto en las curvas a izquierdas, donde sus movimientos y su velocidad escapan incluso a la prosaica telemetría.
La segunda acepción de aura es “aliento, hálito, soplo”. Muy en relación con la primera, Márquez llegó a MotoGP como un soplo de aire fresco que acabó tornándose en un huracán. Sin embargo, aquel veinteañero descontrolado ha ido madurando y, ahora, vuelve a ser ese hálito, ese calmado hálito a cuyo compás respira MotoGP.

La tercera acepción de aura hace referencia al “favor, aplauso, aceptación general”. Sin ningún atisbo de duda, y más allá de algunos odiadores con más tiempo libre que amor por el motociclismo, Marc Márquez goza del favor, el aplauso y la aceptación general de todo el deporte de las dos ruedas. Su popularidad es indiscutible y celebraciones como las de Sachsenring no hacen sino aumentar su fama entre las generaciones que están descubriendo el motociclismo.
Llegamos así a la cuarta acepción de aura, sin duda la más relacionada con la popularización del término en los últimos tiempos. La que el DRAE enmarca dentro de la parapsicología y define como el “halo que algunos dicen percibir alrededor de determinados cuerpos y del que dan diversas interpretaciones”.
Y sí, aquí es donde se confirma que Marc Márquez posee esa aura, ese halo que puede resultar invisible a los ojos, pero que es perfectamente perceptible para quien sabe mirar. El que comparte con otros grandes deportistas antiguos y actuales como Michael Jordan, Simone Biles, Leo Messi, Serena Williams, Tadej Pogacar, Alexia Putellas, Roger Federer, Carolina Marín, Michael Schumacher o Nadia Comaneci.
El aura de quien trasciende su deporte hasta el punto de sentar delante del televisor a gente no asidua a dicho deporte. El aura de aquellas personas capaces de añadir un punto de magia a las físicas que rigen cada competición. El aura que poseen ese puñado elegido de deportistas a quienes, cuando la situación se pone entre difícil e imposible, todos miran pensando: 'da igual, lo va a hacer'.

Y eso es exactamente lo que pasó con Marc Márquez el sábado, cuando se fue largo en la primera curva del Sprint y después no parecía tener ritmo casi ni para pelear con Fabio Di Giannantonio, menos para irse a por Fabio Quartararo y Marco Bezzecchi. Además, sus rivales por el título estaban detrás, y al día siguiente tendría una carrera larga para llevarse 25 puntos, como finalmente haría con una superioridad insultante.
Cualquier inteligencia artificial que hubiese recibido los datos de las tres primeras vueltas del Sprint de Sachsenring, hubiera concluido que las probabilidades de victoria de Marc Márquez eran casi inexistentes.
Sin embargo, cualquier persona que lleve viendo MotoGP más de cinco o seis años, sentía dentro de sí que Marc Márquez seguía siendo el favorito pese a perder tres segundos en dos vueltas. Que, una vez más, encontraría la forma de desafiar a la lógica de los ritmos y sacarse un conejo de la chistera para ganar. Y claro, la IA hubiese errado.
De alguna inexplicable forma, Marc encontró el ritmo, atrapó a Quartararo y, cuando todas las calculadoras del mundo decían que diese por buena la segunda posición, llegó hasta la estela de Bezzecchi como un viento suave y apacible, superándole como un hálito en la curva uno de la última vuelta entre el aplauso general para entra en meta rodeado por un halo invisible.
Eso es aura. Y Marc Márquez la lleva ‘farmeando’ desde antes de que existiese TikTok.
