La palabra terma es realmente curiosa. En la única acepción según la RAE, es una pieza del decorado en el teatro. Para los budistas, son los tesoros (‘terma’ es ‘tesoro’ en tibetano) que escondió el gurú Padmasambhava en el siglo VII para ser descubiertos posteriormente. Para la mayoría, son enclaves de aguas termales: aquellas que brotan del suelo con cinco ó más grados que la superficie.
Poco ha tardado la obra de teatro de la temporada 2023 de MotoGP en ofrecer un decorado lluvioso en las carreras dominicales. Ha sido, evidentemente, en el trazado de Termas de Río Hondo, donde encontraron el tesoro los pilotos que consiguieron mantenerse zen sobre esas aguas, como si para ellos estuviesen unos cinco grados más calientes que para el resto.

Así, algunos favoritos de Moto3 caían en un hondo río, Tatsuki Suzuki parecía estar disfrutando de un placentero y solitario baño de agua caliente rumbo a la victoria, con Diogo Moreira y Andrea Migno accediendo al podio tras conseguir mantenerse a flote mientras sus rivales caían por la borda o eran tirados de forma involuntaria como le sucedió al sorprendente ‘polizón’ David Almansa.
Lo de Moto2 fue más bien una reunión social en una terma romana en la que tres emperadores se repartieron las salas: Tony Arbolino se anticipó para quedarse el caldarium (sala de agua caliente) en detrimento de un Alonso López, que tuvo que zambullirse en el tepidarium (habitación de temperatura templada), quedando para Jake Dixon el frigidarium (baño de agua fría).

Pese a que por momentos se planteó que la pista pudiera llegar a secarse durante MotoGP y tener un flag to flag, la madre naturaleza tenía otros planes y la lluvia volvió a regar el asfalto argentino. Nadie allí lo sabía todavía, pero todavía quedaba por ver la forma más espectacular que pueden alcanzar unas aguas termales: el majestuoso géiser.
La espectacularidad de un géiser comienza en el momento de la salida y continúa después, cuando brota a intervalos regulares para crear esa forma tan peculiar. Fue justo lo que hizo Marco Bezzecchi, que tras una salida espectacular empezó a girar a intervalos tan regulares que nadie le pudo seguir hasta incendiar el agua y convertirse en un bello oxímoron sobre ruedas.

Acompañado en el podio por Johann Zarco y Álex Márquez -que ha necesitado dos grandes premios con Ducati- para acallar todas las críticas que le costaron sus años en Honda-, pudo resarcirse de lo sucedido en el Sprint, cuando todos le señalaban para ganar en seco y se quedó con la miel en los labios tras ver cómo le faltaba tiempo para llevarse la victoria.
Obligado a remontar, pudo ser segundo por delante de su compañero Luca Marini, pero se quedó sin tiempo y no pudo con el guepardo de Potchefstroom: Brad Binder, que desde la 15ª posición, cuajó una arrancada memorable y una primera curva estratosférica para después alcanzar la máxima velocidad terrestre y convertir el Sprint en su particular sabana hasta lograr una victoria prácticamente imposible.