Desde que Marc Márquez se lesionó en Jerez 2020, el caos se ha adueñado del Mundial de MotoGP, hasta el punto de que nadie ha conseguido enlazar dos victorias seguidas sin él en parrilla. La igualdad mecánica permite enormes variaciones de posiciones de una carrera a otra y, aunque varios pilotos lo han intentado, ninguno ha logrado marcar diferencias sustanciales.
Una variedad que no solamente se ve en los pilotos, también en los países: el año pasado hubo victorias de Francia, Portugal, Sudáfrica y falto poco para tener una de Australia, pero al final España e Italia coparon el top 6 de la clasificación general. Cambiar todo para que nada cambie. Tenía lógica: esos dos países tienen varias bazas, mientras que el resto tiene que encomendarse a un solo piloto… o dos.
Es el caso de Francia, potencia en algunas modalidades del motociclismo pero que nunca había conseguido brillar en la clase reina de la velocidad más allá de pilotos puntuales, y que desde hace años está preparando su particular revolución francesa, que en MotoGP llega por partida doble con Fabio Quartararo y Johann Zarco, que en el GP de Doha lograron el primer doblete 1-2 para Francia en la historia de la categoría reina.
Una revolución que quiere poner patas arriba el orden de MotoGP, pero guardando siempre fidelidad a los tres preceptos del lema por excelencia de su país:
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Liberté
Si por algo se han caracterizado ambos pilotos, es por haber buscado siempre la libertad en sus respectivos caminos, tomando decisiones que en más de una ocasión han ido en dirección contraria a lo tácitamente establecido, desafiando la evolución lógica rumbo a MotoGP.
Dos caminos que no han podido ser más diversos: Zarco llegó como campeón de la MotoGP Rookies Cup, Quartararo lo hizo tras conquistar el CEV primero y el FIM CEV después, ambos en Moto3. En la categoría ligera, Zarco llegó a pelear por el título, mientras Quartararo se diluyó en un mar de expectativas.
Sucedió parecido en Moto2, donde Zarco pasó varios años de adaptación hasta dominar la categoría y enlazar dos títulos seguidos para subir a MotoGP ‘demasiado’ tarde (26 años), mientras Quartararo estuvo dos temporadas y apenas dejó unas pinceladas sueltas de su talento antes de saltar a la categoría reina ‘demasiado’ pronto (19 años). En realidad no existen 'demasiados': cada uno llegó cuando le tocaba.
Una libertad que les ha permitido llegar debidamente preparados al comienzo de la revolución.
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Égalité
Dos llegadas que se produjeron con dos años de diferencia (2017 y 2019), pero con un punto común: ambos recalaron en el equipo satélite de Yamaha para subirse a una YZR-M1 que no estaba al nivel de las oficiales: Zarco en el Tech 3 y Quartararo en el Petronas. Con un mismo objetivo: buscar la igualdad. Concretamente, la igualdad de moto con los mejores.
Ambos brillaron como rookies, logrando poles y podios para repetir equipo en su segundo curso, donde Quartararo consiguió una moto como las oficiales. Algo que Zarco no ha podido tener hasta este año, ya que la apuesta por ser oficial en KTM no le salió bien y pagó la penitencia con la GP19 del Avintia.
Los dos ha tenido que pasar momentos difíciles en MotoGP (Zarco en 2019 y Quartararo en 2020), viéndose en posiciones que no les correspondían. Eso ya es historia y en este 2021 ambos tienen la igualdad que deseaban: Quartararo es piloto oficial a todos los efectos y Zarco no viste los colores oficiales pero tiene contrato y material de fábrica.
Una igualdad que hace de caldo de cultivo para iniciar la revolución contra el duopolio España-Italia.
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Fraternité
Desde la perspectiva de países como España e Italia, tan acostumbrados a oír sus himnos en la categoría reina y a ver sus banderas en el palmarés de títulos de la misma, quizás cueste entender el momento del podio del GP de Doha en el que Johann Zarco se mostraba visiblemente emocionado al oír La Marsellesa… ¡habiendo acabado segundo!
La explicación es que, pese a no haber ganado, es la primera vez que Zarco oye su himno desde el podio de MotoGP, porque no había dos franceses en el cajón de la categoría reina desde 1954. En España, momentos así no quedan tan lejos: hay que ir a Jerez 1995 con Alberto Puig primero y Álex Crivillé tercero para ver un doble podio; y mucho más cerca, hasta Le Mans 2004, para que Sete Gibernau y Carlos Checa lograsen un 1-2 español.
Así se explica el fraternal abrazo entre Quartararo y Zarco al encontrarse al final de carrera: no era el abrazo clásico entre el ganador y el segundo clasificado. Era el abrazo de todo un país. El que llevaban esperando tantos años, el que por fin fundía a sus dos héroes tras tantos años transitando en separado.
Una fraternidad que festeja que por fin está en marcha la Revolución Francesa en MotoGP.
La une du journal L'Equipe de ce lundi 5 avril. pic.twitter.com/T28dJ431Hi
— L'ÉQUIPE (@lequipe) April 4, 2021