Entre todos los topicazos que jalonan el universo de los deportes de motor, uno de los más manidos es aquel que dice que hasta la bandera a cuadros puede pasar de todo. Dejando de un lado tecnicismos excepcionales (como carreras que acaban con la bandera roja en vez de la ajedrezada), cumple el componente común a todo tópico: que es verdad.
Que se lo digan a John McPhee. El escocés, tras un año entero sin pisar el cajón -algo que había logrado en los siete cursos anteriores- y sabiendo que sus horas en el Mundial de Moto3 estaban contadas, vio cómo unos problemas de frenos le mandaban a la Q1, que para colmo no podía superar: saldría 22º en su penúltima carrera en el Mundial.
A cambio, hizo valer su experiencia en Sepang. Ganó siete posiciones en la primera vuelta para engancharse discretamente al gran grupo. En 16 de las 17 vueltas de la carrera, cruzó la línea de meta fuera del top 3. En la que importaba, vio antes que nadie la bandera a cuadros, superando en 48 milésimas a Ayumu Sasaki con Sergio García tercero.
Moto2 dejó dos luchas paralelas, tan distintas como relevantes. Delante, Tony Arbolino ganó tras dos errores de Ai Ogura. El primero le costó el liderato de la carrera que tanto le había costado ganar. El segundo fue peor: se fue al suelo intentando un adelantamiento imposible en la última vuelta, que le costó el liderato del Mundial que tantísimo le había costado ganar.
Detrás, Jake Dixon se enzarzó en una lucha encarnizada con el otro candidato al título, Augusto Fernández. En ese momento peleaban por la quinta posición, pero al final se tornó en un podio para el británico - detrás de Alonso López- y un cuarto puesto para el balear, que llegará a Valencia como favorito al título… aunque, claro, allí puede pasar de todo.
A ese mantra se encomendó Fabio Quartararo. Con todo perdido, se sacó de la chistera una actuación impresionante para situarse tras las tres Ducati que se pusieron en cabeza desde el principio, y que quedaron en dos con la caída de Jorge Martín cuando lideraba. El objetivo era muy claro: posponer hasta el Ricardo Tormo el desenlace del campeonato.
Todas las cámaras se enfocaron en la lucha por la victoria entre los italianos de Ducati, claro está. Pese a que Enea Bastianini plantó cara -sin cometer locuras-, Pecco Bagnaia volvió a dar una lección de gestión de neumáticos y llegó más fresco al final para hacerse con su séptima victoria del curso y dejar el título de MotoGP visto para sentencia.
Quartararo hizo lo único que podía hacer. Defenderse como gato panza arriba de la amenaza que suponía Marco Bezzecchi para aferrarse a su única opción de ser campeón. Sí, llegará a la carrera final a 23 puntos con 25 en juego. Sí, lo tiene casi imposible. Todo eso es tan verdad como que nada se acaba hasta la última bandera a cuadros. Aunque suene a tópico.